Autor/aDaizi Vallier

Daizi Vallier, nacida en Rio Grande-RS. Hija de Emilio Brandão Vallier y de Nina Aguiar Vallier, y madre de Simone Vallier Moro y Liane Vallier Moro. Es una empresaria jubilada. En 1999 participó en el primer taller literario, impartido por Vera Karan, y de 2000 a 2005 asistió al taller de Caio Riter, ambos ofrecidos por el Sintrajuf/RS. En 2002, asistió al Scrivere, en el taller de Berenice Sica Lamas. Dentro de la Academia Literaria Femenina, participó en la antología Palavras Inscritas de Sintrajuf/RS en 1999, y en Primicias en 2000 y 2001. En 2002, participó en Lapidacões de Scrivere, organizada por Berenice Sica Lamas. También participó en las antologías Palavras da Ajeb-RS. Perteneció a la Junta Directiva de Ajeb en varias ocasiones. Es socia efectiva de la Sociedad Partenon Literario. Lanzó el libro De Retalho em Retalho en la 62ª Feria del Libro de Porto Alegre - RS en 2016. Es miembro efectivo de la Academia de Artes y Letras Castro Alves de Porto Alegre - RS. También es miembro de la ALERS (Academia de Artes Literarias y Culturales de Rio Grande do Sul), titular de la Cátedra número 08. También participa en seminarios promovidos por la SMC. Además, fue jurado del XII Imagens do Quintana. Sus poemas han sido publicados en las antologías del sitio web Recanto de Letras. Actúa en el grupo Quintares. También es autora de los libros Entre Atos e Fatos y Gotejando Poesias. Participó en todas las ediciones de Estrela a Brilhar de la Academia de los Municipios de Rio Grande do Sul.

Liberar la nostalgia

L

Daizi Vallier 

Traducido al español por José Manuel Lusilla
Me despierto con una inmensa nostalgia. Tomo mi café, con el ritual de siempre, y después me pongo una chaqueta y salgo en dirección al Parque Farroupilha. Crucé de la Av. João Pessoa a la Av. Osvaldo Aranha y viceversa, durante mucho tiempo. De la mano con él, empujé carritos de bebé; eran horas de placer. Íbamos los cuatro en bicicleta. Primero éramos solo dos, las niñas muy pequeñas, en nuestro asiento, y luego cada una en la suya. Recuerdo algunos incidentes, en los que terminaban con las rodillas y las manos raspadas. Sonrío. Íbamos en botes de patos, como ellas llamaban a los barquitos del lago. Una lágrima se escapa. Me la seco con el dorso de la mano. Me siento en un banco cerca de la fuente. Me parece verlas corriendo a su alrededor, fingiendo que están bajo la lluvia. Ellas crecieron. Nosotros dos seguimos paseando por el parque, tomando mate con los amigos que encontrábamos en el Bric los domingos; eran nuestras nuevas compañías. Mientras estoy sentada allí, dejando que los recuerdos fluyan, algún que otro conocido que pasa en su caminata diaria me saluda.
Llegó el día en que me vi sola, caminando o cruzando el Parque, tan lleno de recuerdos. Nuestras hijas, cuando se casaron, se fueron a vivir a otro lugar de la ciudad. Años después, sentimos la necesidad de separar nuestros caminos, y yo opté por quedarme en lo que llamo mi barrio.
Hoy es uno de esos días en que decidí dar cabida, por un tiempo, a la nostalgia. Y el lugar, en el agradable calor del comienzo de la mañana, con su olor a hierba, las cotorras cantando y la vista de los lapachos en flor, es un ambiente acogedor, ideal para dejar que mis recuerdos fluyan. Saciada de visiones y sensaciones lejanas, decido que es hora de volver al aquí y ahora. Es miércoles, día en que almuerzo con mis hijas, una combinación para que tengamos unas horas, las tres solas. Es cuando comparto con ellas mi día a día y escucho opiniones sobre las dudas que tengo en la gestión de mi propia vida. Son momentos de afecto. Soy consciente de que es necesario disfrutar del presente, dejando el pasado en los recuerdos de bellos momentos. Esperando el futuro con fe y alegría.

Síguenos