Hechos

H

Silvia C.S.P. Martinson

 
Cuando en el cielo de un azul intenso, en esta plaza donde estoy sentada ahora, las nubes blancas corren libres -no tan densas como para nublar la belleza de este infinito- recuerdo hechos que ocurrieron hace tiempo, o incluso más recientes, que me llamaron la atención. Uno de ellos sucedió frente al edificio donde vivo.
 
Todos los días veía allí, caminando con una joven, a un anciano. Este hombre estaba acompañado por esa mujer, de la cual con el tiempo supe que era su cuidadora, ya que él tenía casi 100 años y vivía solo.
 
Estaba solo, porque a pesar de ser rico y vivir en un edificio de lujo, ya no tenía familiares vivos ni amigos de su edad.
 
Los conocí en la plaza, donde todos los días paseaba para tomar el sol y distraerme un poco.
 
Él era esencialmente sociable y pronto entablaba conversación, y así lo hizo la primera vez que me acerqué a ellos.
 
Le gustaba contar su historia, hablar de sus trabajos, de su vida y de sus amores. Tuve la oportunidad, a través de las diversas veces en que nos encontramos, de conocer algunas de sus historias.
 
Sin embargo, lo que más le gustaba enfatizar eran los amores (las mujeres) que lo habían apasionado y que habían hecho que su hombría, su masculinidad, fuera reconocida y elogiada por ellas durante su vida.
 
Y por increíble que parezca, a pesar de su edad, él todavía, por su apariencia y fluidez verbal, conservaba gran atractivo y encanto.
 
Pienso que en su juventud y en su madurez debió haber tenido muchas aventuras, así como probablemente haya destruido la esperanza de muchas mujeres de tenerlo solo para ellas. Era simplemente un galán incorregible.
 
Extrañé su presencia en la plaza después de un tiempo, y fui a averiguar qué había sucedido. Me contaron que, al cumplir 100 años, el día de su cumpleaños, había fallecido. Lo hizo a su manera, suave y educadamente, sin molestar a nadie. Se durmió para siempre, dejando atrás tantas historias que, egoístamente, aún tenía la esperanza de conocer.
 
Otra historia más o menos reciente de la que tuve conocimiento fue la de un hombre de nacionalidad argentina que vivía en mi ciudad.
Lo que me hace pensar que a veces la naturaleza masculina, en el aspecto sexual, se hace más fuerte en algunos hombres y en otros no, o que estos últimos, más hábiles, saben disimularlo muy bien.
 
Pues bien, este argentino se creía irresistible. Era un tipo bajo, gordo y feo, con rasgos muy marcados que recordaban a los antiguos habitantes de las tierras sudamericanas.
 
Sin embargo, siempre que se acercaba a una mujer, lo hacía con una gran sonrisa que le acompañaba siempre, con una dentadura perfecta, no sé hasta qué punto natural.
 
Supe, a través de conversaciones, que una noche de fiestas en la ciudad, mientras deambulaba por las calles, vio a una mujer muy bonita que aparentemente estaba sola.
Se le acercó y le lanzó su presumida sonrisa, suponiendo que ella se sentiría encantada por él. Craso error. Ella lo ignoró. Él, insatisfecho, se acercó a ella y le pasó cariñosamente la mano por la cintura, como si fuera su novia. La mujer, ante tal actitud, lo rechazó con vehemencia, apartando su mano de su cuerpo. Él, insatisfecho, volvió a insistir.
 
Lo que sucedió después fue que el marido de la señora estaba cerca y, al ver la actitud atrevida del argentino, se enfureció, sacó un revólver que portaba y que tenía derecho a portar por ser policía, y le disparó de forma certera en los órganos genitales del insolente.
 
Sobrevivió.
 
Sin embargo, hoy circula por la ciudad con su inconfundible sonrisa y con gestos de manos y cuerpo algo llamativos, buscando ahora no a mujeres, sino a hombres que satisfagan sus apetitos, ya que, después del disparo, quedó definitivamente incapacitado para tener relaciones sexuales con mujeres.
 
Quienes lo conocían antes, hoy le tienen lástima y le dirigen algunas palabras, o simplemente evitan su presencia al cruzarse con él en las calles de la ciudad.
 
Del marido de la mujer ofendida se tiene noticia de que fue absuelto por la Justicia, y ellos viven juntos, caminando por las calles, muy felices y tranquilos.

Sobre el autor/a

Silvia Cristina Preissler Martinson

Nació en Porto Alegre, es abogada y actualmente vive en El Campello (Alicante, España). Ya ha publicado su poesía en colecciones: VOCES DEL PARTENÓN LITERARIO lV (Editora Revolução Cultural Porto Alegre, 2012), publicación oficial de la Sociedad Partenón Literario, asociación a la que pertenece, en ESCRITOS IV, publicación oficial de la Academia de Letras de Porto Alegre en colaboración con el Club Literario Jardim Ipiranga (colección) que reúne a varios autores; Escritos IV ( Edicões Caravela Porto Alegre, 2011); Escritos 5 (Editora IPSDP, 2013) y en español Versos en el Aire (Editora Diversidad Literaria, 2022).
En 2023 publica, mano a mano con el escritor Pedro Rivera Jaro, en español y en portugués, el libro Cuatro Esquinas - Quatro Cantos.

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