El maestro

E

Silvia C.S.P. Martinson

 

El discípulo lo extrañaba inmensamente y lo recordaba a menudo en sus caminatas diarias.

Recordaba cuánto conversaron los dos todos los días y también las historias que él, el Maestro, siempre tenía para contarle.

También le había transmitido a él, su discípulo, a través de su ejemplo, las diversas maneras de enfrentar la vida y los obstáculos que esta les ponía por delante, en las más diversas formas, para que, sabiamente, consiguieran superar las dificultades con éxito.

El Maestro, poco a poco y confiando en la discreción de su alumno, con el tiempo y los años, le fue contando pasajes de su vida, sobre todo con el objetivo de lograr con ello el aprendizaje del discípulo. Él sabía que este sería el último en esta vida porque su misión ya estaba casi completada en aquel lugar.

El camino del Maestro había sido largo y, algunas veces, difícil.

Había nacido en una familia cuyo padre provenía de progenitores inmigrantes huidos de las guerras, y de una madre huérfana, criada por su hermana, quien solo se aprovechó de ella para que criara a su hija y sirviera como empleada doméstica en su casa, proporcionándole poca educación y escolaridad.

A pesar de las dificultades, los padres del Maestro, al casarse y enterarse, más adelante, de que tendrían un hijo, resolvieron, dentro de sus posibilidades, proporcionarle un nivel de educación mejor que el que ellos tuvieron.

Entonces él vino al mundo trayendo en su bagaje espiritual el conocimiento de que tendría dificultades que superar, al mismo tiempo que, en su vida, debería acoger a otros en su camino, a quienes, por su elección en el plano espiritual, se había comprometido a ayudar a desarrollarse y a crecer como seres humanos inteligentes y bondadosos.

Las experiencias sufridas por el Maestro para hacer justicia a esta palabra fueron muchas veces difíciles de superar. Sin embargo, su fuerza de voluntad y confianza en sí mismo hicieron que fuera venciendo todos los obstáculos propuestos.

Por su propia voluntad, fue a trabajar muy temprano, mientras estaba estudiando, con el objetivo de aliviar la carga doméstica de sus padres, que ya estaban envejeciendo.

Tuvo éxito en este empeño: concluyó sus estudios a pesar de trabajar todo el día en una empresa bancaria. Lo hizo en colegios que tenían clases nocturnas y eran públicos. Volvía cansado a casa, pero más feliz por un día más de conquistas.

La Universidad la cursó por la noche y de ella salió con reconocido brillo por parte de sus profesores, que lo eligieron para representar a sus colegas en la graduación oficial.

A lo largo de toda esta trayectoria, dejó solo amigos por el camino, a quienes, por su personalidad y manera de actuar, sembró buenos ejemplos, tales como: confianza, determinación, paciencia y comprensión respecto a las diferencias de personalidad y educación de cada uno.

Se casó con una mujer a la que dedicó afecto, respeto y que le proporcionó momentos de alegría con la llegada de hijos, y también estados de tristeza cuando ambos compartieron enfermedades y grandes dificultades financieras que ocurrieron en sus vidas, debido incluso a su desprendimiento y carácter benigno en relación con las demás personas.

También sabía que al final de su jornada tendría, después de un largo camino, la presencia de un último discípulo con quien debería compartir su conocimiento, su amor y su dedicación.

En esta larga caminata de muchos años, le murieron los padres, los hijos siguieron sus caminos, sus vidas, sus compromisos y, por último, su mujer, después de una larga y sufrida enfermedad, lo dejó, llegando a fallecer también.

El discípulo entonces apareció un día cuando, ya mucho más viejo, caminaba por la playa por la mañana, como lo hacía siempre desde que se quedó solo.

El mar estaba en calma y derramaba suavemente sus aguas en la arena, mientras el sol brillante surgía en el horizonte.

Él lo miró y lo reconoció inmediatamente. Era él, su discípulo.

Ambos se reconocieron.

La amistad se afirmó a través de los años, la afinidad y comunión de intereses se volvió, con el tiempo, cada vez más profunda y fructífera.

El discípulo, en este instante, al recordar todo esto, rememoró lo que el Maestro le había enseñado, al mismo tiempo que una lágrima de nostalgia y reconocimiento le corrió por el rostro.

El Maestro había partido, dejó esta vida, sembró la buena semilla y volvió al plano espiritual para, quién sabe, en nuevas caminatas, dejar en su rastro, nuevamente, más luz y belleza.

Sobre el autor/a

Silvia Cristina Preissler Martinson

Nació en Porto Alegre, es abogada y actualmente vive en El Campello (Alicante, España). Ya ha publicado su poesía en colecciones: VOCES DEL PARTENÓN LITERARIO lV (Editora Revolução Cultural Porto Alegre, 2012), publicación oficial de la Sociedad Partenón Literario, asociación a la que pertenece, en ESCRITOS IV, publicación oficial de la Academia de Letras de Porto Alegre en colaboración con el Club Literario Jardim Ipiranga (colección) que reúne a varios autores; Escritos IV ( Edicões Caravela Porto Alegre, 2011); Escritos 5 (Editora IPSDP, 2013) y en español Versos en el Aire (Editora Diversidad Literaria, 2022).
En 2023 publica, mano a mano con el escritor Pedro Rivera Jaro, en español y en portugués, el libro Cuatro Esquinas - Quatro Cantos.

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