Autor/aCarlos Boné Riquelme

Nacido en Valparaiso, Chile, vivió su juventud en Concepcion, ciudad al sur de Santiago que ha influído definitivamente en su desarrollo literario. Emigró a Estados Unidos en los 80, y estudió Investigation Criminal, para luego graduarse con honores de la Universidad Metropolitan en Ciencias de Justicia Criminal con especializacion en Procedimientos Policiales. Ha dedicado parte de su vida a investigationes privadas. Sus libros son cronicas de Concepción o historias, casi todas basadas en personajes y situaciones reales.

Miami y sus secretos

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Carlos Boné Riquelme 

La ciudad de Miami nos sorprendió desde un comienzo. La sensación térmica es diferente, y se nota en el ambiente que no solo se mete entre tus ropas, sino que también penetra tus sentidos.

El primer amigo que hice en Miami se llama Enrique Maguazan. Lo conocí mientras trabajaba en una cafetería en el downtown de Miami, y lo encontraría algún tiempo más adelante, por casualidad, y por un tiempo trabajamos en construcción juntos.

Enrique era alegre, desinhibido. Él era de Maracaibo, Venezuela, y estaba ilegal en este país, situación que resolvió casándose con una muchacha dominicana que sí tenía papeles. Pero el matrimonio fue por amor. Y así nos reencontramos con Enrique, y la primera noche, como para celebrar este reencuentro, yo ya estaba con Hellen y los muchachos en Miami, nos invitaron a una cena en su apartamento, muy modesto, en Ocean Drive y la tercera calle de Miami Beach, en un hotel que estaba cayéndose a pedazos, pero que tenía precios módicos y que incluía las ratas.

Era casi de noche cuando llegamos allí con Hellen, y ellos nos abrieron la puerta y desde adentro nos recibió la música a todo volumen y la dominicana bailando mientras cocinaba.

En medio de la mesa de centro encontré una montaña de polvo blanco, el cual mire sorprendido, y mirando a Enrique le pregunté, ¿que es esto mi hermano?. Y Enrique, muerto de la risa me contesto, “perico, brother, perico, y del bueno”.

Esta de más decir que Hellen y yo nos despedimos inmediatamente de ellos, que con cara de sorpresa preguntaban que sucedía. Sacando a Enrique hacia un lado le dije, “mi hermano, yo te quiero como si fuéramos de la misma leche, pero es que no puedo hacer esto, bro, imagina que la policía nos cae aquí y nos lleva a toditos en cana, ¿qué hacen mis hijos?”. Y Enrique entendió, y no se ofendió. Y esa fue la última vez que los vi a ambos.

A veces me pregunto que habrá sido de ellos, pero es que, en aquel tiempo, la droga estaba en todas partes, y la vida era peligrosa en Miami.

En medio de los 90 esta ciudad fue considerada la más peligrosa del mundo, debido a la cantidad de turistas asaltados, y muchos asesinados en estas calles que supuestamente son de diversión.

Hubo una política muy seria del gobierno de Miami que limpio y volvió las calles más seguras. Y de a poco, el turismo volvió a crecer, cosa que a los que vivimos en esta ciudad nos gusta, pues los turistas pagan nuestros impuestos. Ese es otro secreto de vivir en Miami; los impuestos son baratos gracias al turismo y a los Millonarios que tienen residencia en esta ciudad. Y solo por eso, “I love rich people”.

Les pido, please, que vengan todos los ricos del mundo a invertir a esta ciudad. Mientras más malos estén sus países, más gente de recursos nos llegan y enriquecen esta ciudad.

Lo he visto a lo largo del tiempo, y así crecen los hoteles, y las tiendas, y los restaurantes. Y se construyen más casas de lujo, que, por supuesto, usa manos de obra local, incluyendo profesionales, técnicos y obreros. Y luego, los agentes de propiedades, notarios, abogados, y oficiales públicos que inscribirán las nuevas propiedades, junto a los innumerables agentes del orden y empleados que llenan papeles y cuidan las calles.

Ahora, no se puede negar la cantidad de gente sin hogar que pulula por sectores aledaños al turismo, y que ellos apenas notan, pero de acuerdo con las estadísticas, ellos son casi en mayoría, drogadictos, alcohólicos, y gente que por alguna razón desconocida rompen con el sistema. Entre estos últimos, los estudios demuestran que casi el 70% son profesionales que en algún momento fueron exitosos. He conversado con alguna de esta gente que vive en las calles, y me he llevado la sorpresa de encontrar personas que hablan varios idiomas, o que confiesan haber tenido dinero en algún momento, pero ya no quieren seguir con ese estilo de vida, prefieren las calles y sus libertades.

En La Florida no es mucho el problema pues el clima permite vivir al aire libre. Además, ese multiculturalismo es extraordinario. De idiomas, comidas y costumbres. Tengo amigos de la India, Rusia, China, Pakistán, Bahamas, Argentina y de muchas latitudes. Para qué viajar si las culturas están al alcance de la mano. Y todos vivimos en armonía.

La niñez

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Carlos Boné Riquelme 

Trato de recordar el primer momento pasado con mi madre, y se me viene a la mente el hospital militar, donde ella estuvo internada por varios meses, y mi padre, yo de la mano, caminando por los lúgubres y amplios pasillos hasta una habitación donde la veo yacer en una cama de sabanas blancas, y mi primer impulso es saltar a la cama a abrazarla. Mi padre contiene el impulso, y me dice suavemente: “esta recién operada, Carlitos, no puedes moverla mucho”, y mi madre con una gran sonrisa en su rostro, me dice: “déjalo que se acueste al lado mío”, y allí me quede, acurrucado, sintiendo su olor que me penetraba suavemente por el olfato, y el hospital ya no parecía tan oscuro.

Estuve varios meses viviendo en casa de una hermana de mi abuela, la tía Aidé, quien me cuido como a un hijo, dejando solo maravillosos recuerdos en un tiempo que fue doloroso para la familia.

Mis hermanas desaparecieron, y nunca pregunté en casa de qué familiar quedaron, quizás con mis abuelos paternos. O maternos.

Mi siguiente recuerdo es caminando por Santiago de la mano de mi madre, y llegar a una esquina donde el trafico era mucho, y nos paramos frente a un estanco de revistas esperando cruzar en algún momento; y allí veo uno de los primeros números de la revista Condorito, y la imagen del pajarraco me queda grabada en la memoria. Y mi madre va y me compra la revista, la cual hizo las delicias de mi infancia, y me convirtió instantáneamente en fanático de Pepo. Dios lo tenga en su santa gloria; y con mi madre al lado.

Todas estas memorias son cortas, de segundos quizás, pero cada vez que rememoro me llegan los olores de las calles; de las casas, de la comida y las flores. Quizás también, el de la mantilla que colgaba siempre de los hombros de mi abuela. Veo a mis padres atravesando la alameda, solos ellos y yo. Entramos al edificio del club de oficiales, el cual tenia unos comedores iluminados por los enormes ventanales que daban a la alameda, y luego, el comedor principal que era grande y oscuro, y que solo una gran ventana, que daba a una especie de invernadero, o quizás jardín con piletas llenas de sapos, clareaba un poco.  Varias mesas esparcidas alrededor, y los garzones vestidos de impecable pantalón negro, con raya, y chaqueta blanca almidonada, que era en aquellos tiempos casi el uniforme en muchos lugares.

Recuerdo a mi padre comiendo erizos, y dejando que la arañita que viene dentro de su caparazón caminara por la lengua antes de triturarla entre el paladar y la lengua ante el espanto que se reflejaba en mi cara, lo cual daba espacio para risas de ambos, y para muchas preguntas donde ya no recuerdo las respuestas.

Mi madre vestida con un hermoso traje verde, y con su pelo cayendo sobre los hombros, mientras sus ojos no se despegaban de mi padre, el cual vestido impecablemente en su uniforme, se veía atractivo, lo que provocaba que muchas mujeres lo miraran.

Recuerdo, luego, a mi madre en lo alto de la escalera, en aquel enorme caserón de Valparaíso, donde nuevamente vi a mi madre después de muchos meses de ausencia.

Siento mi corazón latiendo rápido mientras corro escaleras arriba a sus brazos abiertos; y vuelvo a sentir la misma emoción que me hace apretar el pecho, y remojar los ojos. Asi son los recuerdos.

Hoy, mi madre partio con sus aciertos y desaciertos que plagaron nuestras vidas, no solo la de ella. Mi padre partio en ese viaje hace mucho mas tiempo. No se si encontraran en ese viaje que todos haremos algún día, pero ruego por que todos volvamos a reunirnos, y mientras tanto, los recuerdos los mantienen vivos en mi memoria, aunque sea solo por segundos.

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