CategoríaVerso

Yo sé

Y

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro 

Sé que te acordarás de mi,
en el viento que pasa,
en la flor que se abre,
en la primavera que viene,
en la lluvia que se va.
te acordarás yo lo sé,
en lo extraño que se queda,
en lo verde del mar,
en el sentimiento profundo,
de la ola que se desvanece,
en el ciclo de los tiempos
y en las lágrimas que caen.
Sé que te acordarás,
yo lo sé,
en cada día que nace,
en cada tarde que muere,
en la noche que viene en silencio,
como la gota,
en dolente ritmo, despaciada,
en las aguas que siguen tranquilas,
en la palmera inclinada,
y a la sombra de los pinos.
En la tristeza de un sueño,
tuyo, que en la bruma se olvida.
Yo, lo sé.

Un cuento de invierno en Santiago de Compostela

U

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera jaro 

El día era gris. Grisáceo.
En el cielo las nubes corrían sueltas, casi negras y grises, cargadas de agua y a punto de derramarse sobre las aceras.
No había tráfico.
Parecía que el tiempo y las personas se habían detenido, desaparecido.
Por la tarde, casi de noche, las calles estaban desiertas.
Caminaba solo, despacio, inhalando el aire húmedo del atardecer.
Los pensamientos fluían por su cerebro con la lentitud de cómo había sido su vida, y lo increíblemente tan rápido que había pasado y él tampoco se había dado cuenta.
Había luchado mucho, trabajado mucho, soñado mucho.
¿Y sus sueños? ¿Qué hubo de sus sueños? Se había dado cuenta de lo poco había logrado.
Había ayudado a muchos. A su costa, otros crecieron intelectual y económicamente. Era profesor de idiomas.
Distribuyó sus conocimientos a muchos.
Muchos lo aprovecharon.

Y en esta tarde gris, mientras caminaba, se preguntaba: ¿Qué he hecho por mí?
Amores los ha tenido. Había tenido unos cuantos. Sin embargo, fueron tan fugaces y efímeros, porque la que amó la conquistó durante un tiempo, y ahora la había perdido para siempre.

Descubrió que ella nunca le amó. Sólo le había admirado por su capacidad intelectual, pero ella lo quiso más para sí misma.
Quería comodidad, ocio, viajes, cosas que él no podía ofrecerle como simple profesor.
Tuvieron hijos.
Ella los educó a su manera. No había afinidad entre ellos, sólo les movía el interés económico.
Un día por fin recapacitó y se dio cuenta del tiempo que perdía en ser feliz frente a sus prejuicios y una ética que no le importaba a nadie, y menos a su familia.

Se dio cuenta de que el mundo y los conceptos de felicidad y responsabilidad también cambian. Y que, a pesar de su rigidez, ante todo tenía el deber de quererse a sí mismo.
Al darse cuenta de todo esto y del tiempo que había pasado demostrando a los demás que era rígido en sus conceptos morales, sintió una profunda pérdida.

Aquel día salió a pasear sumido en una profunda introspección y, al pasar por delante de un bar, decidió entrar y tomarse un vaso de vino para, tal vez, aliviar su dolor. Y así lo hizo.

Sin embargo, los vasos se sucedieron.
Se emborrachó. Y, medio inconsciente, regresó tambaleándose a su casa. Cuando llegó allí, nadie prestó atención a su estado; sólo les preocupaba el dinero que se había gastado en el bar.

Aunque borracho, le entristecía profundamente la actitud de sus familiares.
Al día siguiente, ya recuperado, tomó una decisión. Salió, fue al banco y retiró todo el dinero de la cuenta que tenía con su mujer.
Volvió a la casa, escribió una carta dejando a su familia sus posesiones materiales, cogió su reloj que había olvidado en la mesilla de noche, cargó una mochila del armario del dormitorio y metió dentro parte de la ropa que necesitaba para lo que había decidido hacer y todos sus documentos. A continuación abrió la puerta de la casa, salió y la cerró de un golpe.

Caminando, llegó a una carretera por la cual ya caminaban otros vagabundos, solitarios como él.

Por fin decidió ser libre y dirigirse al lugar que siempre había soñado visitar, un pueblo donde la gente solía ir a meditar y a buscar la armonía y la felicidad en su interior.
Se sintió aliviado y rebosante de alegría.
La carga que había llevado sobre sus hombros durante tantos años se desvanecía definitivamente con cada kilómetro que recorría.
Finalmente él estaba feliz.
Nadie en la casa sintió ni notó su ausencia.

Invitación

I

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera jaro 

Llévame a pasear por los caminos.
Me hace olvidar lo que tampoco quiero,
lo que queda conmigo
permanece y perdura,
esta soledad, toda la amargura
de esa ausencia tan tuya.

Quiero caminar contigo, locura
mía, desearte tanto
como el aroma del jazmín
que en mi cuerpo aún perdura.

Voy perderme en tus brazos
en mil besos y abrazos
la noche nos verá entrelazados
de todo y de todos olvidados.

¿Me dejas escucharte? No me canso,
tu voz es remanso
cuando mi invitación aceptas
mis sueños guardas
Y en tu pecho, al fin, descanso.

Calma II

C

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro 

 Balanceándome y cantando...
Yo canto y balanceo
y cantando me encanto
con cuentos de hadas,
sílfides, duendes y gnomos,
que se pierden en los caminos
de la imaginación… de niña
que llevo en mí,
esa que soy aún así…
¡Cabecea y casi se duerme!
Y en la calma
de este mío canto
voy balanceando;
calmando al infante,
ese que no soy yo,
el que sujeto y abrazo.
Las sílfides, el hada,
las brujas, los gnomos,
se desvanecen en lo sueño
y… ¡se pierden en nada!

Mis ojos

M

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera jaro 

Mis ojos soñadores
son como las aguas marinas,
profundas, inescrutables.
Hay historias en ellos contenidas
de ilusiones que ha mucho,
muchísimo tiempo que yo he vivido.
Ellos ven más lejos,
y expresan innumerables esperanzas,
se alegran en la fantasia,
no viven del pasado,
se olvidan de las tiranías.
Saben sonreír sin palabras,
conocen de la alegría
de renacer cada día
para vivir, amar y ser feliz.
Son la luz que se derrama,
como las olas del mar
en las calmas, tranquilas
playas de la vida,
siempre a soñar.

Lapicero

L

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera jaro 

Tanto tiempo olvidado,
Obsoleto fue abandonado entre: "Mal trazadas líneas",
garabatos, dibujos, cartas.
Recuerdos juveniles
de cuando estaba en uso.
Fue empequeñeciendo con el tiempo,
por el uso improvisado.
Transmitía recados,
juramentos y rasgos…
Hoy lo encuentro, el pedacito,
entre las páginas
amarillentas de un pasado,
mi pequeño llapicero.
¡ Pobrecito!
Lo cambié por un bolígrafo,
que se dice: compacto
una especie de estilográfica.
¡ Que rata!

Plumas

P

Silvia C.S.P. Martinson

Traducida al español por Pedro Rivera Jaro
Volaré como plumas al viento
al encuentro de tu lecho.
Allí descansaré un momento
hasta que me llame
de la vida el llanto.
Entonces, cuando amanezca,
de nuevo y sólo entonces,
volveré a sonreír y a amar.
Y en lo más recóndito de tu pecho,
como plumas en el viento,
allí voy a aterrizar, ligeramente,
para me quedarme.

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