El mismo

E

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro

Otro verano, dirían todos.

Así comienza nuestra historia.

Sin embargo, tuvo lugar hace casi 50 años.

Sí, era verano. Un verano como cualquier otro.
Diferentes eran entonces los caminos y las situaciones que conducían a un merecido descanso tras un año de duro trabajo.

Mis padres trabajaban duro para mantener la casa que habían comprado con sacrificio y muchos ahorros. También trabajaron duro para proporcionar comodidad y una mejor educación a sus dos hijas. En otras palabras, a mi hermana y a mí.

Teníamos una vida modesta, pero estábamos rodeados de mucha cultura.

La música clásica impregnaba nuestros días, llenando la casa de sonido y belleza.

La lectura de buenos libros, de buenos autores era una constante en mi casa. Mi madre era una lectora insaciable.

De niños nos parecía algo aburrido, pero con los años nos dimos cuenta de lo mucho que nos ayudaba, tanto en nuestra vida profesional como en nuestras relaciones personales e interpersonales.

Y así pasaban los días y las niñas crecíamos, aprendíamos y también éramos corregidas, a veces duramente, cuando era necesario.

Los inviernos en mi pueblo en aquella época eran duros. Nos asolaba el frío con fuertes heladas, mucha lluvia y humedad.

Mi madre tenía un fogón de leña que mantenía encendido día y noche y con la que nos preparaba deliciosas comidas y proporcionaba a toda la casa un calor realmente acogedor.

De todos modos, así pasábamos los días de invierno, siempre a la espera de la llegada de la primavera, que por consiguiente era el presagio de un verano feliz y muy caluroso. Y esta expectativa se renovaba cada año.

Era la época que esperábamos con impaciencia, porque cada año mis padres alquilaban una casa diferente, siempre en la playa, en cualquier estación balnearia que encontraban, dentro de sus posibilidades económicas.

Recuerdo que uno de esos años alquilaron, según un anuncio del periódico dominical, una casa en la estación balnearia de Cidreira, en Rio Grande do Sul (Brasil).

Cuando llegamos allí, mis padres se quedaron muy sorprendidos. La casa estaba situada al final de un terreno un poco alejado del mar y, para nuestro descontento, era casi un cobertizo, es decir, un gran salón donde estaban alineados todos los muebles de una casa.

El salón, los dormitorios y la cocina estaban en una secuencia normal. El cuarto de baño, situado en el patio trasero, era primitivo y sólo mejoró de aspecto gracias a las labores de higienización llevadas a cabo por mi madre y mi padre. Ambos eran extremadamente meticulosos.

La casa estaba a gran altura del suelo. Había un enorme hueco entre el suelo de madera y el suelo arenoso del patio.

Después de comer nos echábamos la siesta debajo de la casa. Allí, mi padre había colocado unas tablas sobre las que nos tumbábamos a dormir.

Yo miraba al cielo para ver en las nubes figuras que había creado en mi imaginación, como animales, monstruos, hadas, duendes y montañas que formaban parte de este mundo.

Y así, poco a poco, me quedaba dormida.
Para nosotros, los niños, aquel verano fue una experiencia inolvidable.

Hasta el día de hoy lo recuerdo todo como si estuviera allí, ahora, en este mismo momento.

 

Sobre el autor/a

Silvia Cristina Preissler Martinson

Nació en Porto Alegre, es abogada y actualmente vive en El Campello (Alicante, España). Ya ha publicado su poesía en colecciones: VOCES DEL PARTENÓN LITERARIO lV (Editora Revolução Cultural Porto Alegre, 2012), publicación oficial de la Sociedad Partenón Literario, asociación a la que pertenece, en ESCRITOS IV, publicación oficial de la Academia de Letras de Porto Alegre en colaboración con el Club Literario Jardim Ipiranga (colección) que reúne a varios autores; Escritos IV ( Edicões Caravela Porto Alegre, 2011); Escritos 5 (Editora IPSDP, 2013) y en español Versos en el Aire (Editora Diversidad Literaria, 2022).
En 2023 publica, mano a mano con el escritor Pedro Rivera Jaro, en español y en portugués, el libro Cuatro Esquinas - Quatro Cantos.

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