La barbacoa

L

Alfredo Boné Riquelme

Las risas espantaban a los pajarillos de los árboles cercanos, mientras en la amplia terraza el grupo de amigos bebían de sus botellas o sus vasos y conversaban mientras en un lado, casi pegado a la cerca de hierro que separaba la casa del amplio rio que corría apacible sin desviarse rumbo al mar; no lejos de este lugar, un gran "quincho", de esos llamados Argentinos, fabricados en ladrillo, con espacio para mucho carbón, y largas parrillas de hierro negro, se podían ver los trozos jugosos de carne, las largos tiras de costillar, y las longanizas que botaban un jugo que hacía encresparse el fuego, mientras el parrillero, especialmente contratado para el evento, hace girar la carne para evitar que se recuezan por un solo lado.

Tambien se escucha música tropical que escapa por las abiertas puertas de la casa, mientras un par de muchachas vestidas de negro se pasean entre los asistentes a la barbacoa, con bandejas con copas y algunos bocadillos para alimentar el hambre que se acrecienta con el olor de la carne asada. Este era un día especial para la dueña de casa, Mariluz, pues cumplía un ano de casada con su marido Felipe, y ambos habían decidido celebrar el acontecimiento en casa, con la familia y amigos cercanos.

Felipe contrató personal especializado, de esos llamados "catering" para que ella no se molestara en hacer nada, y ella planifico los bocadillos de salmón, de pate fois, de huevos con mayonesa y pimientos, todo delicioso; y la decoración alrededor de la casa, de la cual estaba muy orgullosa, fijándose atentamente de que los baños tuvieran suficiente jabón para las manos, papel higiénico, y desodorante ambiental. Nada podía salir mal. Desde donde ella se encontraba parada, podía ver a Felipe, alto, delgado, de cabello rubio y muy atractivo, parado y conversando con algunos amigos, y ella sintió un ardor allá abajo, pues él se veía tan apuesto, tan fuerte y seguro de sí mismo; la verdad, es que todo parecía un sueño.

Ellos se conocieron en una fiesta en casa de unos amigos, y desde que se miraron fue como lo que llaman, "amor a primera vista", y desde ese día no se separaron más. Claro que no todo era perfecto. Él era divorciado, y tenía dos hijos aun pequeños a los cuales ella tenía que soportar los días que les tocaba visita con el padre. Pero todo, " era aceptable", pensaba Mariluz, si podía disfrutar de él, el resto del tiempo. Ella, "ni loca tendría hijos", y para eso ella se cuidaba, tomaba los anticonceptivos sin perder una hora, y por si acaso algo sucedía, la píldora del día después la cual era recetada por un amigo medico de ella.

Felipe había mencionado un par de veces, "sería fantástico tener hijos, una parejita quizás", y a ella se le erizó el pelo con solo la idea. Pero ella sabía cómo mantenerlo contento, y evitaba las conversaciones que fueran sobre hijos, " ni tonta arruinaría su figura, o dejar que los pechos se cayeran, o tener estrías en la barriga y piernas", pensaba, y pensando en eso, gastaba cantidades de dinero en cremas, gimnasio, masajes.

La fiesta continuaba, y Felipe pensaba en el gasto inútil de esta fiesta, y la cantidad de gente a la que no le interesaba ver, como la familia de Mariluz, la cual era pesada y siempre mirando todo por encima del hombro como si ellos fueran de alguna clase especial. Sobre todo, la hermana, Fernanda, quien siempre tenía una palabra cortante, o una broma plagada de ironía con la cual trataba claramente de molestarlo, pero el, la ignoraba sin darle el gusto de contestar las idioteces que se le ocurrían. Luego se distrajo pensando en la oficina, pues él era el ingeniero jefe de una gran compañía constructora, e iba en ascenso.

Felipe era hijo de una familia modesta, provinciana, de Talcahuano, y el padre trabajaba en la pesca artesanal junto al algunos amigos con los cuales lograron adquirir unos botes, pero los precios del pescado habían bajado debido a la competencia y a la poca pesca por los barcos chinos que asolaban los mares del Pacifico.

La madre se dedicaba a la casa, y los hermanos mayores ayudaban al padre en sus labores, y aunque no vivían mal, el dinero solo alcanzaba para lo justo.

Felipe desde niño fue estudioso, y se las arregló para sacar becas que lo ayudaron a mantenerse en el colegio, pues su madre vio en el algo diferente al resto de la familia, asi que cuando el padre quiso subirlo al bote, ella se opuso con dientes y garras, y el padre sin decir nada, pues nunca decía nada cuando la esposa tomaba una determinación, dejó a Felipe tranquilo.

Felipe fue el único de la familia que terminó la secundaría, y luego entró a la universidad con notas altísimas las cuales mantuvo hasta su graduación, lo que le significó un contrato con una de las compañías más prestigiosas del país. También significaba que la familia de Mariluz lo trataba como si tuviera alguna infección, y lo aceptaban con la nariz respingada.

Mientras pensaba sobre todo esto, entró a la casa y se dirigió al baño de su cuarto en el segundo piso, pero cuando se aprestaba a hacer sus necesidades, sintió una mano que lo cogía y antes de reaccionar, una boca se pegó a la suya. Miro asustado, y vio que era la hermana de su esposa. La empujó separándola de él, y le preguntó, ¿“qué te pasa?, estas borracha?”, y ella continuaba empujándolo hacia la pared mientras su mano le cogía el miembro y él trataba de zafarse, pero sin hacer escándalo, pues no quería que nadie los encontrara en esta situación inaudita.

“Vamos”, le decía el, ¿“que tú quieres?, hacerme un problema?”, y ella arrodillándose en el piso lo miro y le contesto casi con rabia, ¿“es que acaso no te has dado cuenta de que siempre he querido tener algo contigo?, ¿de qué desde siempre he estado enamorada de ti?, si, si, desde que empezaste a pololear con mi hermana solo he querido estar contigo, pero ella siempre se lleva todo lo que yo quiero, todo”, y seguía ella tratando de introducirse el pene en la boca, mientras él se trataba de alejar, asustado, horrorizado de lo que escuchaba pues no podía creerlo.

“Vamos”, le dijo Felipe, “esto es una equivocación tuya, yo estoy enamorado de tu hermana y no puede ser”.

Él trataba de hacerla entrar en razón, pero ella estaba fuera de sí. Felipe no podía entender la situación, pues ella siempre se había mostrado irascible con él, así que en su interior pensaba que podía ser una trampa de la familia para indisponerle con su esposa. Y en eso estaba, cuando su esposa y el resto de la familia entraron en el baño y los encontraron en esta incómoda situación.

La esposa se queda mirando la escena, con la familia detrás de ella, y dándose vuelta sale, mientras Felipe soltándose de la hermana trata de correr detrás de ella, pero la familia, o sea el padre, le impide el paso. Felipe trata de zafarse de él, pero el padre mirándolo directo a los ojos le dice, “ella no quiere verte, aparecido, mugroso con título, así que déjala sola…”, Felipe se gira y puede ver a la hermana de su esposa riéndose por lo bajo, y la madre sonriendo por lo bajo. Lo habían engañado de la manera más baja, pero la situación era muy difícil de explicar.

La hermana sale corriendo del baño detrás de Mariluz, mientras los padres lo mantenían encerrado dentro del baño. Felipe mira a los padres y les dice furioso, “no puedo creer que hayan hecho esta bajeza, y quieran destruir la felicidad de esta familia solo por sus intenciones malévolas”.

Ellos lo miran displicentes, contestando irónicos, “tú nunca fuiste parte de esta familia, advenedizo, así que puedes volverte por donde viniste hijo de mala muerte, pues nuestra hija no volverá a mirarte, de eso nos encargaremos nosotros”.

Cuando Felipe logra salir de la habitación, puede ver que todos los amigos estaban parados afuera mirando lo que había sucedido, y la música se había detenido. El bajó al primer piso a tiempo de ver el carro de Mariluz despareciendo calle abajo. Detrás de él, los padres salieron y se marcharon sin decir nada más. Y no era necesario. Los amigos empezaron a marcharse de a poco sin decir palabra. Todos posiblemente convencidos de su mal actuar.

Pronto él se quedó solo en la casa con la gente del catering, que estaban limpiando y guardando la comida intacta de la fiesta, mientras lo miraban con pena. El tomó una botella de whisky y sentándose en la terraza empezó a beber. No se percató cuando quedo solo en la casa, pues ya estaba completamente borracho y dormido en una de las silla de la terraza.

Felipe y Mariluz se separaron y ella nunca quiso escuchar las explicaciones que él le pudiera dar. La familia impidió cualquier contacto directo con ella, así que él, al final, dolido además por la actitud de ella que ni siquiera le daba el beneficio de la duda, firmó los papeles del divorcio, y se dedicó exclusivamente a trabajar.

Al poco tiempo, como recompensa por su excelente trabajo, fue manado a la oficina principal en Texas, USA, y así dejo el país y los lugares donde él fue feliz con Mariluz.

No la había vuelto a ver, y dejó que sus abogados se encargaran de todo. Le trató de escribir unas cartas, pero todas volvieron a su remitente sin abrir, así que cansado, dolido, y entendiendo que no habría forma de entenderse con ella, partió dejando todo atrás.

Houston en Texas fue un lugar que logró después de mucho tiempo calmar su desesperanza, y le dio nuevos impulsos para seguir creciendo profesionalmente. Hizo contactos que lo ayudaron a conseguir un nuevo trabajo en una multinacional, y viajó a Europa donde se instaló en Milán, Italia, y allí conoció a Stephania, una bella muchacha original de Bruselas con la cual empezaron una relación que los llevo a viajar por todo el mundo.

Tomaron cruceros por el mediterráneo, pasaron bellas vacaciones en Grecia y Creta, se perdieron en compras en el mercado de Ankara, un lugar que parecía sacado de las mil y una noches. Pasearon por París, de noche, y se sentaron en la plaza de la bastilla a deleitarse comiendo caracoles y bebiendo vino mientras la música de los violines los transportaba a otras épocas.

Conoció a la familia de ella, y él, trajo a su familia de Chile para que todos se conocieran, especialmente a sus hijos que ya estaban grandes y bajo el cuidado de su madre, pero era hora que él asumiera su responsabilidad.

Al final, él y Stephania decidieron casarse, y así lo hicieron en una ceremonia muy íntima, con solo la familia y algunos amigos de ella, y después de una breve luna de miel en Tailandia, los dos volvieron a Milán y empezaron su vida juntos.

Los dos hijos de Felipe entraron al colegio y pronto se adaptaron a la vida en esta ciudad donde los negocios eran lo más importante.

Ella quedó embarazada y tuvieron una hija bellísima, como la madre, y los viajes a Bruselas a ver a los padres de ella eran frecuentes. O viceversa. Ellos viajaban a Milán y pasaban unos días que a veces se volvían viajes a Suiza, distante solo un par de horas de Milán.

Stephania estaba muy enamorada, y ambos llevaban una vida familiar que se extendía al resto de la familia chilena, quienes ahora viajaban muy seguido a visitar a los nietos.

Un día decidieron viajar a Chile de vacaciones, y prepararon las maletas, él quizás un poco preocupado pues había sido mucho tiempo desde que salió de allí y nunca más volvió; solo se enteraba de algunas cosas por boca de su padres.

De su primera mujer, no sabía nada pues ella no tenía contacto ni siquiera con los niños, que ya después de tantos años no preguntaban por ella; de Mariluz nunca quiso saber más pues salió muy herido de aquella relación, especialmente porque ella nunca quiso conversar con él y aclarar la situación acontecida el día de aquella barbacoa.

Los padres no la mencionaban, pues quizás ellos podían sentir el dolor profundo de él. Pero, aun así, Felipe estaba contento de regresar a Chile, su país, al cual siempre extraño.

Los lugares donde había vivido estos últimos años eran bellos y la gente lo trató muy bien, pero no era su patria, aquella misma que lo vio nacer pobre, que lo vio crecer esforzándose por mejorar, y la que pudo ver su caída y frustración de perder a Mariluz a la que había amado.

A la llegada de todos ellos al aeropuerto de Santiago, encontraron a los padres de él esperándolos. Vio el aeropuerto más grande, con más tienda y con mucho movimiento, y cuando salieron a la carretera, no podía creer la cantidad de vehículos, algunos muy elegantes que transitaban.

Cuando llegaron a la casa de sus padres, pudo ver una bella casa de ladrillo, con una cerca de hierro y un  jardín muy cuidado, donde Felipe reconoció la mano de su madre.

Los niños estaban felices y corrieron al patio donde se escuchaban los ladridos de un perro al que llamaban Larry. La casa no era muy amplia, pero si bastante cómoda, así que ellos se acomodaron en un cuarto, los niños en otro, y sus padres tenían la habitación matrimonial.

Ese día en la noche llegaron familiares a saludar, y algunos viejos amigos que se habían enterado del retorno de Felipe. Se destaparon algunas botellas de vino, se puso carne a la parrilla, y las cervezas abundaban, y en ese momento uno de los amigos le dijo, “supongo que sabrás algo de Mariluz, ¿no?”, y él negó con la cabeza sin decir palabra, pero el amigo siguió, “el padre falleció al poco tiempo de que ustedes se separaron, y la madre quedó en la ruina pues tenían muchas deudas”. Felipe no dijo nada, así que el amigo prosiguió, “la hermana se fue con un tipo que decía que era extranjero, que la embarazó y la abandonó, así que volvió a casa de la madre, y junto con Mariluz la ayudan a cuidar del bebe mientras ella trabaja en una tienda del centro comercial. Mariluz está de secretaria en la oficina de unos corredores de propiedades, y según lo que yo sé, pues un día me encontré con ella en la calle, la hermana y la madre le contaron la verdad sobre aquella barbacoa en tu casa, recuerdas?”.

El amigo miro a Felipe, y tomándolo del brazo, le dijo en un murmullo, “ella está muy arrepentida de no haberte escuchado, pero la familia le llenó la cabeza de tonteras en contra tuya, y creo que le gustaría verte solo para pedirte disculpas”.

Felipe miró al amigo, y tomando un sorbo de la botella de cerveza, se alejó sin decir palabra. El pasado que parecía tan lejano lo estaba cercando en un murmullo constante de lo que podría haber sido, claro, él no se arrepentía del camino tomado, pero siempre la duda lo perseguía, ¿“como hubiera sido si…?’.

Los días pasaron rápido, y estaban casi a punto de retornar a Milán, cuando un día al entrar a un supermercado, se encontró con Mariluz de frente. Ella se veía cansada, quizás un poco más degastada, no físicamente, pero sí emocionalmente.

Se miraron por unos segundos, y ella le saludó con una sonrisa; “hola, Felipe, cómo estas?”, y él, sin saber qué más decir, le contestó, “muy bien Mariluz, y tú, cómo estas?”.  Ella guardó un minuto de silencio, y luego le dijo: “tenía muchos deseos de verte desde que supe que estabas en Chile, aunque nunca supuse que sería en estas circunstancias, pero bueno, por favor no digas nada, déjame decir lo que debería haber dicho hace mucho; perdóname pues cometí el error más grande de mi vida. Mi hermana finalmente me confesó lo que aquel día sucedió, y después de la muerte de mi padre, mi madre me dijo todo lo que ellos habían hecho para separarnos, pero la verdad es que la culpable fui yo por no escucharte y creer”.

Felipe la miró con extrañeza, y le dijo muy suavemente, “siento que sea tarde ahora, Mariluz, y lamento que hayas visto mi inocencia cuando no hay nada que hacer, pues yo estuve muy enamorado de ti y nunca te fui infiel”.

"Yo lo sé, Felipe, ahora lo sé, -dijo ella- pero en aquel entonces era muy joven y no sabía lo que hacía o sentía, y me dejé engañar por el estúpido orgullo de mi familia”.

Felipe la miró detenidamente, y le contesóo con voz apesadumbrada, “ así es Mariluz, pero ya no hay nada que hacer, pues estoy muy enamorado de mi esposa, y tengo una maravillosa familia con la cual vivimos en Italia”. Y ella le dijo, “eso lo sé tambien, Felipe, solo quería que supieras la verdad; la mía. Y que sea muy feliz”.

Y dándose vuelta, se marchó dejando a Felipe solo en aquel pasillo de supermercado sin saber qué sentir. Pero solo había una decisión que tomar, y pagando lo comprado retornó al hogar de la familia y apenas entró, tomó a Stephanie en sus brazos y le dijo muy quedo al oído, “te amo más que nunca”.

 

Sobre el autor/a

Carlos Boné Riquelme

Nacido en Valparaiso, Chile, vivió su juventud en Concepcion, ciudad al sur de Santiago que ha influído definitivamente en su desarrollo literario. Emigró a Estados Unidos en los 80, y estudió Investigation Criminal, para luego graduarse con honores de la Universidad Metropolitan en Ciencias de Justicia Criminal con especializacion en Procedimientos Policiales. Ha dedicado parte de su vida a investigationes privadas. Sus libros son cronicas de Concepción o historias, casi todas basadas en personajes y situaciones reales.

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