Ella atravesó el parque lleno de gente, chicos charlando, algunos sentados al sol, hablando, bebiendo “chimarrão”, intercambiando besos y jurándose amor eterno, con el caminar relajado, para aquella que estaba acostumbrada a caminar.
Ella usaba pantalones blancos y una blusa azul suelta, era de tipo corto y esmerada confección y tenía abundante cabello castaño.
Cualquiera que la viera de lejos pensaría que se trataba de una niña. Pero no era así.
Se sentó a mi lado en la bancada de la plaza y luego comenzó una conversación.
-¿Todo bien? ¡Bello día!
-¡De verdad! ¡Demasiado bueno para esta época!
Yo pensé: aquí tenemos otra pesada, solo para enterarse de mi vida. Si estoy casada, si tengo hijos, nietos. ¿Dónde vivo? E incluso si me quieren mucho…! ¡Gran equivocación la mía!
Aquí en el sur somos muy reservados e incluso desconfiamos de los extraños, muy en contra de la cacareada hospitalidad sureña.
El gaucho (personas que viven en Rio G. do Sul – Brasil) es un ser solitario por naturaleza, observador y atento vigilante con respecto a nuevas amistades y personas muy espontáneas.
¡Genial! No era la chica que pensaba yo creía que era. Tal vez tenía 70 años. ¡Pero qué 70! ¡Vive Dios!
Y con intimidad me ha dicho:
-¿Sabes tengo una hija que vive en Natal. ¿Sabes dónde está eso? Esta casada y es hija única. Tengo una nieta con 16 años.
Hace poco fui a vivir allí, porque mi hija insistió mucho.
Estuve unos 6 meses y volví.
¡No me gustaba aquella gente! Pobre gente.
Tengo muchos amigos aquí. Con ellos salgo y me divierto.
Soy separada. Tuve cuatro esposos o compañeros. Algunos amores, pero no estoy segura. Ahora tengo un compañero.
A él no le gusta salir a viajar como me gusta a mí.
En ese momento yo ya estaba interesada en su historia y con gran curiosidad le hice una pregunta, con la idea de dar continuidad a mi narración.
-¿Y cómo te va? Le pregunté.
-¡Bueno, él incluso ve bien! Me ha contestado.
-Cuida de mis gatos. Tengo siete, porque yo adoro a los gatos.
-En mis viajes no quiere acompañarme el buen hombre. Su nombre es Airton (Como Airton Senna el piloto de Fórmula 1). Le gusta más estar en su casa y cuidarla bien. Cuando estoy de viaje, el guisa, lava y plancha la ropa. ¡Él es un amor!
-Me apasiona viajar. No permanezco mucho tiempo en ningún lugar.
-Me gusta vagabundear y yo siempre fui así. Él lo sabe.
-No obstante fue una buena idea que vivamos en Natal, debido a que mi hija y mi yerno consiguieron trabajo en São Paulo. Tienen una cadena de establecimientos para gestionar la administración de las empresas de sus clientes. Si no fuera de esta manera, tendría que permanecer en la anterior ciudad cuidando yo sola de mi nieta. ¡Ya me contarás! -¡Lejos de mi piso!
-Tengo un bellísimo piso, tengo mucha compañía, con mis gatos, con mis amigos y el pobre Airton.
-No he hecho una mudanza completa y de esta forma no muevo mucho equipaje.
Pregunté con alguna indiscreción: ¿Pero qué es lo que haces aquí?
Me contestó:
-Yo cuando me aburro de estar con Airton en la casa, llamo a mis amigos y salimos a dar una vuelta y divertirnos. Bebemos, bailamos, vemos cine, paseamos por los centros comerciales y plazas, dependiendo de los días y según sea nuestro estado de ánimo.
Seguí animando, diciéndole: por cierto ni siquiera nos hemos presentado. Mi nombre es Fénix. ¿Y el tuyo?
-Marilu, es como me llaman. En realidad es la forma corta de María Luisa, pero como es más largo y complicado prefiero Marilu.
-Ok. Marilu. Encantada de conocerte.
Y ella continuó:
-¿Miras a ver ese caballero que pasó? Es mi conocido.
Él regresa. Espera… Habla.
-¿Hola, todo bien?
Ella contesta:
-¡Todo bien!
Al saludarnos la miró con intensidad.
-¿Has visto? Él es parte de mis compañeros, pero contigo aquí estaba indeciso para llegar. ¡Él es un amor! Solo como yo.
¡Ah! He dicho al mismo tiempo que pregunto:
-¿Y entonces?
-Pero como te digo el Airton es un poco más joven que yo, pero no importa. ¿Verdad?
Ella no espera una respuesta y sigue:
-¿Cuánto valen las afinidades?
Yo contesto:! Realmente Marilu!
Sus numerosos pendientes, pulseras, anillos y aretes llenos de piedras, hasta una gargantilla con una mariposa que tenía, brillaban bajo el sol de la mañana mientras se movía, señalando las joyas.
Las grandes gafas de sombra ocultaban parcialmente sus ojos y parte de las muchas arrugas que marcaban su rostro, debidamente disfrazados por una capa de base y polvo. La sonrisa era hermosa, los dientes bien mantenidos.
Habría sido una mujer muy hermosa cuando era joven.
Su espíritu estaba vivo, exudaba alegría y temperamento determinado cuando hablaba.
La escuché.
-¡Mira allí! Ella dijo.
¡Aquí viene el pobre Airton!
Él llega, se sienta a su lado, sonríe. Dientes manchados de nicotina. Simplemente vestido. Más joven que ella, tal vez en sus cincuenta años.
Susurran y ríen los dos.
Ella me presenta.
-Airton esta es Fênix .
-Placer .
Yo contesto:
- Placer.
Me he sentido demasiado allí en ese momento. El universo en esta hora giraba en torno de los dos.
Entonces les dije:
-Marilu ahora te dejo. Tengo compromiso, debo irme
Un placer conocerlo a vosotros, felicidad…
-¡Placer Fênix. ¡Hasta cualquier hora!
Los dejé, cuando me di la vuelta ya no estaban allí. Caminaban a lo lejos, ella llevaba pantalones blancos ajustados, era una niña.
Él cogido de la mano con ella, chaqueta en mal estado, zapatos rotos.
Estaban felices, después de todo…
Él cuidó bien de sus gatos y eso es lo que más importaba.
Por lo demás… Extraña figura era Marilu.
Valió la pena conocerla. ¡El domingo se salvó!
El sol brillaba y seguí mi camino, quizás alguna nueva reunión interesante, he pensado, quién sabe…