Misterio

M

Sílvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro.

Los dos eran amigos inseparables desde que se conocieron, cuando aún eran jóvenes.

Frecuentaban los mismos lugares, como bailes y fiestas en sociedades donde podían comprar sus entradas. Además, como la ciudad en la que vivían aún no tenía el tamaño de una metrópoli, lograban con cierta facilidad acceder a estos ambientes.

Fue en una noche de baile, en aquella época en la que las jóvenes, acompañadas por sus padres o al menos por sus madres, iban a bailar al club. Ellas se sentaban en las mesas previamente reservadas para el evento.

Normalmente, los bailes se realizaban al ritmo de conjuntos musicales cuyos artistas eran contratados para tocar casi toda la noche, hasta la madrugada del día siguiente, cuando finalmente las personas se retiraban a sus hogares.

En esos bailes, las jóvenes solían ir bien vestidas y maquilladas. Se sentaban en las mesas entre sonrisas pícaras y seductoras, esperando que algún joven caballero las invitara a bailar.

Era considerado una gran grosería que una joven se negara a bailar con un hombre que la invitara. Lo máximo que podía hacer era aceptar una sola canción y luego pedir que la llevaran de vuelta a su mesa, alegando con delicadeza que tenía dolor en los pies o que estaba cansada.

Normalmente, después de eso, era común que la joven ya no recibiera más invitaciones para bailar esa noche. Los hombres se comunicaban entre sí, contando lo sucedido y, como forma de venganza, ninguno de ellos volvía a invitarla a bailar.

Siguiendo con nuestra historia, los jóvenes de los que hablamos al inicio se llamaban André y Ricardo.

Una noche, André y Ricardo asistieron a un baile que celebraba la llegada de la primavera.

Se vistieron de gala y se dirigieron al club, que se llamaba Barroso.

Allí, entre una danza y otra, conocieron a dos jóvenes bastante bonitas que se encontraban en la misma mesa. Eran hermanas.

Bailaron con ellas toda la noche y, junto con su madre, las acompañaron hasta su casa.

Aquel baile y aquel encuentro hicieron que, años después, Alice y Magda se casaran con estos dos amigos.

Los amigos disfrutaban de ir juntos a pescar o cazar, preferiblemente lejos de sus esposas. Aprovechaban esas ocasiones para beber más vino o cerveza de la cuenta, pasando los límites en el consumo de alcohol y terminando tan embriagados que ni siquiera se reconocían a sí mismos.

Pasaron los años, tuvieron hijos y nietos. También se jubilaron de sus trabajos y comenzaron a disfrutar de un poco más de descanso.

El hijo de uno de ellos compró una casa en la costa para que la familia pudiera disfrutar del verano junto al mar y escapar del calor de la ciudad, que había crecido mucho y se había convertido en una gran y agotadora metrópoli.

En uno de esos veranos, mientras los hijos y nietos aún no estaban de vacaciones, los dos amigos y cuñados viajaron a la casa del hijo de André con el supuesto propósito de prepararla para la llegada de la familia, ya que había estado cerrada durante todo el invierno.

¡Qué gran libertad tuvieron los dos!

Fueron en el coche de uno de ellos y, al llegar, se dirigieron a un bar donde compraron, además de comida, frutas, verduras y artículos de limpieza, varias botellas de vino y cerveza.

Por la noche, prepararon la cena mientras consumían vino y algún otro licor que encontraron en la casa.

Al día siguiente, cuando la familia llegó, los encontraron arrodillados en el suelo de la casa, rezando y haciéndose la señal de la cruz.

Sorprendidos, los familiares les preguntaron qué había sucedido, a lo que ellos respondieron que la casa estaba "embrujada" por espíritus malignos y que era necesario rezar y pedir a los ángeles que limpiaran el ambiente.

Aseguraron que durante toda la noche habían oído ruidos y sonidos provenientes de las habitaciones, el techo y todas las partes de la casa.

El hijo de André, dueño de la casa, al escuchar la historia, comenzó a reír sin parar, lo que provocó que su padre lo reprendiera diciéndole que "con esas cosas no se juega".

El hijo, que se llamaba Vicente, dejó de reír y explicó que, en realidad, hacía muchos años que en el desván de la casa vivía una pareja de animales con sus crías, que solo salían de noche para cazar murciélagos y ratas y alimentarse, ya que esta especie solía dormir durante el día.

Los dos ancianos no quedaron completamente convencidos. Sin embargo, después de haber bebido tanto y haber pasado la noche rezando en la "casa embrujada", finalmente se acostaron a dormir para recuperarse tanto del susto como del exceso de alcohol.

La historia se difundió entre la familia y, como una broma, cada vez que alguien iba a la costa decía:

—¡Voy para allá! ¡La Casa Embrujada me espera!

Sobre el autor/a

Silvia Cristina Preissler Martinson

Nació en Porto Alegre, es abogada y actualmente vive en El Campello (Alicante, España). Ya ha publicado su poesía en colecciones: VOCES DEL PARTENÓN LITERARIO lV (Editora Revolução Cultural Porto Alegre, 2012), publicación oficial de la Sociedad Partenón Literario, asociación a la que pertenece, en ESCRITOS IV, publicación oficial de la Academia de Letras de Porto Alegre en colaboración con el Club Literario Jardim Ipiranga (colección) que reúne a varios autores; Escritos IV ( Edicões Caravela Porto Alegre, 2011); Escritos 5 (Editora IPSDP, 2013) y en español Versos en el Aire (Editora Diversidad Literaria, 2022).
En 2023 publica, mano a mano con el escritor Pedro Rivera Jaro, en español y en portugués, el libro Cuatro Esquinas - Quatro Cantos.

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