Cinco días en Florencia

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Pedro Rivera Jaro

Maravillosa ciudad Florencia. Me llama la atención que su aeropuerto es pequeño, pero claro, es que vengo del Aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid-Barajas, y, concretamente de su Terminal 4 cuyas enormes dimensiones me recuerdan al Aeropuerto de Atlanta, en los Estados Unidos de Norte América.
 
No obstante, es un aeropuerto muy transitado, dadas las altas cifras de turistas que acudimos a esta pequeña ciudad y que se calculan en un millón y medio de visitantes al año, para maravillarnos ante las innumerables obras de arte que llenan sus calles, plazas y museos.
 
También llama mi atención que los mismos guías turísticos que nos explican las obras de arte de Firenze, que es como la llaman los italianos, nos dicen que los florentinos son muy orgullosos en el trato con los foráneos. Y he observado que es cierto. Tienen motivos para serlo, pero teniendo en cuenta que una parte importante de sus ingresos, provienen del turismo, deberían corregir un poquito y ser más amables. No obstante, debo puntualizar y señalar que hay excepciones.
 
Mi narración tendría que ser necesariamente muy larga para explicar las maravillas que atesora Florencia, pero no es ese mi objetivo, sino que solo pretendo despertar vuestro interés por conocerla y para ello me bastará, casi con total seguridad dibujar algunas pinceladas de sus principales monumentos, y alguna de las leyendas que circulan entre sus habitantes.
 
Gracias al mecenazgo de varias generaciones seguidas de la familia Medici y de la disposición de su última representante Anna María Luisa, para que el patrimonio artístico de los Medici, fuera conservado en Firenze y no pudiera ser sacado de esta ciudad, podemos hoy visitar y admirar las obras de Donatello, Tacca, Boticelli, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Brunelleschi, Alberti, Ghiberti, Giorgio Vasari, Masaccio, y tantos otros.
 
La familia Lorena heredó el patrimonio Medici, pero previamente tuvo que firmar la permanencia de todas las obras artísticas en Florencia. Cuando tomaron posesión de la herencia, resultaron benefactores del patrimonio artístico, y convirtieron la Galería Uffizi, de ser un mero almacén de obras de arte, en un auténtico museo, tal como lo conocemos hoy.
 
Hablando de los Medici, corre una leyenda acerca de las cinco bolas que forman parte de su escudo heráldico, que nos contó la guía turística, y que representan cinco cabezas de adormidera.
 
Parece ser que los Medici se dedicaban al comercio de seda de procedencia china. Parece que una vez al año llegaba a puerto un barco cargado con seda, y se procedía a las pujas entre los dos principales comerciantes de Florencia. La leyenda cuenta que el día anterior a la subasta, los Medici invitaron a los miembros de la familia competidora a comer en su casa y en el trascurso de dicha comida les suministraron opio de las adormideras que también procedían de Asia, mezclado con la bebida. Como consecuencia de la ingestión de opio, se quedaron profundamente dormidos hasta el día siguiente, después de haberse celebrado la subasta, con lo cual los únicos que accedieron a la ella fueron los Medici, originando unos enormes beneficios económicos, que fueron un gran impulso para su riqueza.
 
Al parecer, a raíz de aquel suceso, adquirió gran fuerza entre los comerciantes la sentencia “NESSUN DORMA”, indicando que en los negocios nadie se duerma, porque si lo hace puede perjudicarlos.
 
Más tarde entraron en el negocio de la banca, en el que merced a la amistad con el Papa de Roma manejaron las Finanzas vaticanas durante muchos años, hasta que conquistaron la ciudad de Siena, que era posesión papal, y el Papa trasladó las finanzas a un banco opositor a los Medici.
 
No puedo dejar de comentar que hubo cuatro Papas de los Medici y dos Reinas, lo que nos da idea de su poder.
 
La moneda de Florencia, el Florín de Oro, fue la moneda universal en su época, y equivaldría al dólar o al euro en la nuestra.
 
Muchísimas personas han oído hablar de Miguel Ángel Buonnarotti, el creador de la escultura de David, la maravillosa obra de arte cuyo original podemos admirar en la Galería de la Academia, pero lo que desconoce mucha gente es que Pietro Torrigiano, a quien Miguel Ángel insultaba por tener el valor de firmar obras muy malas, le rompió la nariz cuando le propinó un tremendo puñetazo en la misma.
 
Este incidente originó el exilio de Torrigiano, por lo que fue a vivir a Sevilla, donde dejó obras de su autoría, que hoy se pueden contemplar en su Museo de Bellas Artes.
Una copia del David podemos admirarla en la extraordinaria plaza de la Signoria, en la puerta del Palazzo Vecchio.
 
Me llamó poderosamente la atención la afirmación hecha por nuestro guía, de que Miguel Ángel elegía el bloque de
mármol adivinando la escultura que tenía dentro. Yo pienso que tratándose de un modelo con semejante belleza y perfección física, el artista retrató en su obra a un hombre del cual debía estar enamorado, máxime si pensamos que él era homosexual. Daba gusto escuchar a nuestra guía, cuando nos explicaba las particularidades del David. Por ejemplo la tensión mantenida en su cuerpo, disponiéndose a disparar la honda semioculta en sus manos y cuyas correas cruzan su espalda para que Goliat no las distinga. Igual concentración expresa su entrecejo ceñudo, adivinándose la tensa espera que precede a la acometida del cazador a su presa.
 
En la misma Piazza de la Signoria , además del Palazzo Vecchio, observamos la Logia dei Lanzi o della Signoria, junto a los Uffizi. Lanzi proviene de las lanzas que portaban los guardias suizos, que protegían ese lugar. Solo quiero destacar dos estatuas que allí podemos admirar, una es la de Perseo con la cabeza cortada de la Medusa, y la otra es El Rapto de la Sabina o de Las Sabinas, que de las dos formas es conocida.
 
Otra curiosidad la encontramos junto a la Torre campanario de Giotto, próximo a la Catedral y al Baptisterio de San
Giovanni, con las Puertas del Paraiso de Ghiberti. Se trata de un edificio con un porche en su extremo, que se conoce por el nombre del Bigallo, donde se dejaba abandonados a los niños expósitos, para que alguien los recogiera y adoptara. Más tarde crearon en un edificio vecino el orfelinato del Bigallo.
 
No veo la forma de evitar que esta narración se alargue, porque son tantas las preciosidades que tiene Florencia que no encuentro el camino de hacerlo corto.
 
Otro punto curioso es el Porcellino, una Fuente Pública junto a la Logia dei Mercatto Nuovo, que tiene una estatua de un jabalí adulto, que el lenguaje popular llama Porcellino. (cochinillo), donde los aguadores que llevaban agua a las casas llenaban sus cántaros, desde al menos 1640, y que tiene la leyenda de que se desliza una moneda por el hozico del jabalí, y si cae dentro de la rejilla, volverás a Florencia otra vez. La estatua del Porcellino procede de un original griego, del cual se hizo en Roma una copia en mármol y que trasladaron los Medici a Florencia y que actualmente está en la Galería Uffizi. El Papa Pío IV (Medici) ofreció a Cósimo I una copia en bronce del original de mármol y más tarde, Fernando 2º de Medici, trasformó el jabalí de bronce en una fuente, de la que manaba el agua por la boca del jabalí, y lo que resulta cómico es que, los que beben agua, parece que besan la boca del jabalí. El hocico y la oreja del jabalí están pulidos del roce de tantas manos al agarrarlos para beber.
 
No sera justo si no dedicara un párrafo a la Galería Uffizi, una de las joyas de la Corona de Florencia, en donde podemos encontrar un repóquer de ases de las artes, cuyos ases son, en primer lugar el Nacimiento de Venus de Botticelli; el segundo el Tondo Doni, con la Sagrada Familia, que es único cuadro que pintó Miguel Ángel porque no le gustaba la pintura (aparte pintó los frescos de la Capilla Sixtina). En tercer lugar podemos ver la perspectiva que desarrolló Leonardo da Vinci en su Anunciación, donde según observemos desde un ángulo o desde su contrario, parece tener diferentes medidas. El cuarto as sería la Venus de Urbino, que fue obra de Tiziano, y el quinto sería la Virgen del jilguero de Rafael.
La sala de Nácar, el Baco de Caravaggio, y cientos de obras más habría que añadir dentro de la Galería Uffizi.
 
Y en general recomendaría visitar junto con lo citado anteriormente el Museo de la Opera del Duomo, que incluye la Piedad Bandini de Miguel Ángel, la María Magdalena de Donatello y La Puerta del Paraíso, original de Ghiberti, la Piazza dalla Republica (Cardo y Decumeno Romanos), Arco Triunfal, Columna de la Abundancia y el Tiovivo.
 
Otros indispensables son el Cinema Odeon, en el Palazzo Strozzino, la Iglesia Orsanmichele, la Piedra del Escándalo donde se castigaba a los morosos, la Iglesia de Santa Croce, con los sepulcros de Miguel Ángel (traído desde Roma), Galileo, Maquiavelo, Ghiberti y Dante Alighieri, el Museo Galileo en el Palazzo Castellani, el Ponte Vecchio, que es el mas antíguo de Europa y el único que se salvó de ser demolido por los alemanes en la II Guerra Mundial, en el cual se instalaron los Carniceros de Florencia, porque nadie tenía derecho a su posesión por estar sobre el Arno, y que fueron expulsados de allí por los Medici, ya que vertían todos los restos animales al Arno y generaban olores fétidos. Su lugar fue ocupado por los orfebres, y hoy está lleno de joyerías. En dicho puente tenían los Medici un pasadizo (Corredor Vasariano) que utilizaban para ir del Palacio Pitti al Vecchio, sin pisar la calle ni sufrir atentados.
 
También al otro lado del Arno, Barrio de Oltrarno, Palacio Pitti (Rafael, Tiziano, Rubens,…) y Jardines Boboli, donde encontramos una pequeña fuente, que simulan dos pequeñas cabecitas medio sumergidas en el agua fresca, casi helada que mana por un pequeño tubo, dentro de una pequeña concavidad, en la cual bebí y bebí, hasta saciar mi sed. También vimos allí la Grotta Grande, donde están las estatuas de Elena y Paris, como ejemplo del castigo del infierno para los adúlteros, que cometen pecados prohibidos.
 
También recomendaría el Museo de Leonardo da Vinci, conteniendo sus inventos, la Iglesia de Santa María Novella, con el Crucifijo de Brunelleschi y la Farmacia. El Palacio Medici-Riccardi, etc, etc. Y no acabaría de citar maravillosas obras.
 
No quiero despedirme de todos vosotros, sin recomendaros nuevamente que la visiteis. Florencia lo merece.
 
Pero por último consejo, debéis hacer una excursión ineludible a la ciudad de Pisa. El esplendor de su famosa Torre Inclinada permanece grabado en mi memoria para siempre, hasta que se apaguen mis sentidos.
Arrivederchi Florencia, luminosa ciudad que ha entrado en mi alma.

Sobre el autor/a

Pedro Rivera Jaro

Nació el 24 de febrero de 1950 en Madrid, España. Jubilado con estudios de Empresariales, Marketing y Logística. Dedicado por afición a la narrativa y poesía. Jurado en el Concurso Cultural FECI/INTE, participante en el Libro Versos en el Aire, con el poema ¿A dónde va?
Concurso Villa de Lumbrales XXII, de la Asociación de Mujeres.
Concurso de Editora Ex Libric, con el trabajo 48 Palabras.
En 2023 escribió, mano a mano con la autora Silvia Cristina Preysler Martinson el libro, en español y portugués, Cuatro Esquinas - Quatro Cantos.

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