Pedro Rivera Jaro
Ya hace varios años que escribí algo acerca de los incendios forestales y la influencia de los impedimentos ecologistas en la limpieza de los montes, su prohibición de cortar zarzas y malezas, para facilitar la reproducción de los animales salvajes, como el zorro, el lobo o el jabalí. El escrito se llamaba España en llamas.
Si algún ganadero o agricultor necesita podar los zarzales, previamente debe pedir una autorización, que se le concede con la condición de que, cuando efectúe la poda, ha de estar presente un guarda de los organismos creados para la Conservación de la Naturaleza. Como si la Naturaleza fuese algo que han inventado los ecologistas más radicales, y la gente que durante generaciones conservó nuestros montes y nuestros campos, no los supiese cuidar ni vivir de ellos.
Ahora, como consecuencia de la tremenda catástrofe ocurrida hace unas semanas en el Levante español, con la llegada de la terrible DANA (antaño GOTA FRÍA), con la muerte de cientos de personas inocentes, se me ocurre que esto no es más que un capítulo más del ecologismo radical.
Durante miles de años, el ser humano ha intentado domesticar el mundo que habitamos, en la medida de lo posible. Ha construido carreteras, ha cultivado los campos, ha hecho presas y azudes para contener las aguas salvajes, etc.
Pero ahora resulta que la Humanidad estaba equivocada, que todas las aguas deben discurrir salvajes por sus cauces, para que los peces no encuentren barreras, en su libre circular por ellas.
Para ello, en los últimos años se han derruido cientos de obras, que se habían construido para domar la bravura de las aguas y aprovecharlas para regadíos y creación de energías limpias.
Igualmente se ha abandonado la limpieza de los cauces, con el crecimiento salvaje de cañaverales y vegetación silvestre, que cuando llega una avenida de agua, como la última, arrastra todo hacia las poblaciones, produciendo las consabidas destrucciones y desgracias.
Yo nací y vivo en Madrid, por mitad de la cual discurre el río Manzanares, el aprendiz de río como le bautizaron poetas y escritores, pero que cuando se pone flamenco, como consecuencia de lluvias intensas en todas las tierras altas de su cauce, arrastra enormes volúmenes del líquido elemento a su paso por mi ciudad.
Previniendo estas posibles ocasiones, cuando yo era niño, allá por los años 50, se acometió la Canalización del Manzanares, y se construyeron varias presas regulables, que se llenan y vacían a voluntad de los responsables municipales del control del río.
Resulta que hace algunos años, una Alcaldesa de Madrid decidió abrir las presas y dejar crecer la vegetación en el cauce. Hoy nos puede parecer muy bonito, porque la fauna y la vegetación fluviales lo son, pero puede un día ocurrir lo que ha sobrevenido en la comarca valenciana, y quizás tendríamos que lamentar desgracias similares a las allí acontecidas.
Si esas desgracias llegaran a suceder, ¿a quién echaríamos las culpas?.
Resulta que hace algunos años, una Alcaldesa de Madrid decidió abrir las presas y dejar crecer la vegetación en el cauce. Hoy nos puede parecer muy bonito, porque la fauna y la vegetación fluviales lo son, pero puede un día ocurrir lo que ha sobrevenido en la comarca valenciana, y quizás tendríamos que lamentar desgracias similares a las allí acontecidas.
Si esas desgracias llegaran a suceder, ¿a quién echaríamos las culpas?.
Los políticos de uno y otro signo se las echarían mutuamente, pero al final, las víctimas como siempre las pone el
pueblo, y como reza el antiguo dicho: “Entre todos la mataron y ella sóla se murió”.
pueblo, y como reza el antiguo dicho: “Entre todos la mataron y ella sóla se murió”.