"Como crece una rosa entre adoquines.
Como florece un cactus en el desierto.
Así es como la alegría perdura en medio de las explosiones. Así triunfa la vida entre los muertos".
Paseando por la mañana, como suelo hacer, observando la naturaleza y a los hombres y mujeres que pasan a nuestro lado, a menudo ajenos a la belleza que nos rodea, observé y pensé...
El sol brilla con fuerza, reflejando sus rayos, su luz, en el agua. Luz que nos calienta, nos envuelve y permite que la vida se manifieste en todo su esplendor.
Las gaviotas, posadas sobre las aguas tranquilas, buscan en ellas su sustento, no se inquietan, esperan tranquilas lo que la naturaleza puede ofrecerlas. Luego levantan el vuelo y se pierden en bandadas, rumbo a otros lugares, tal vez sus nidos, seguramente sus hogares. Las gaviotas no tienen más hogar que el nido donde crían sus pollos.
Se ven los barcos en el horizonte, siguiendo su destino y desapareciendo en él. ¿Qué llevan, qué buscan? Tampoco lo sabemos.
La gente camina por el paseo marítimo que rodea la playa, una playa donde las olas bañan suavemente la placidez de esta mañana, emitiendo sonidos que nos hacen sentir como si nos acunaran en los brazos de nuestras madres.
Y la gente sigue caminando, algunos juntos, otros solos.
Los observo y escucho sus voces, sus conversaciones y sus historias.
Hablan de sus vidas, sus anhelos, su dolor, su salud y sus amores.
Otros caminan solos y me pregunto: ¿en qué estarán pensando?
A algunos los veo y oigo hablar mal de la vida y de otras personas, ocupándose de lo que hablan y sin darse cuenta de las intenciones de quienes quieren involucrarse en problemas que no les conciernen.
Hay mucha gente, me doy cuenta, metida con sus móviles (teléfonos) sin prestar la más mínima atención a lo que ocurre a su alrededor.
Me vino a la mente la famosa frase: "Ganarás el pan de cada día con el sudor de tu frente".
La inmensa mayoría de las personas, estén donde estén en la Tierra, observan el principio anterior.
Por desgracia, a pesar de que a menudo lo hacen, los hombres causan increíblemente miseria y hambre mediante las guerras y la destrucción de hogares, ciudades y poblaciones.
En realidad, todavía somos muy primitivos en nuestro concepto de lo que significa amar.
¿Por qué no levantamos la mirada para contemplar las bendiciones que hemos recibido al poder vivir, experimentar y apreciar la belleza en todas sus formas, cada día que amanece y cada día que anochece, cuando el cielo se llena de estrellas y finalmente la luna se muestra en todo su esplendor?
¿O tal vez podamos visualizar en las tormentas que inundan las tierras resecas la oportunidad de que las plantas renazcan y florezcan en toda su magnificencia?
Este es el pan nuestro de cada día que recibimos y que a menudo no vemos o no sabemos agradecer.
Y así, caminando despacio y pensando, vuelvo a mi casa, a mi hogar, a mi mundo.
Despacio. Despacito..