Autor/aÁlvaro de Almeida Leão

Nacido en Campina Grande - Paraiba; gaucho por adopción. Jubilado de Banrisul. Graduado en Administración de Empresas y Contabilidad por la UFRGS. Autor de los libros "Ensaios" y "Humor Para o Mau Humor" Fue miembro del periódico Letras, órgano oficial del Instituto Portugués de Cultura. Es miembro de antologías publicadas por organizaciones culturales del Estado. Es miembro efectivo de la Sociedad Literaria Partenon y miembro de su Consejo de Administración; miembro del Instituto Portugués de Cultura; de la Casa do Poeta Rio-Grandense y de la Casa do Artista Caponense en Capão da Canoa, RS. Académico de la Academia Internacional de Artes, Letras y Ciencias de Cruz Alta RS, de la Academia de Letras de Brasil Sección RGSul y de la Academia Luso-Brasileña de Letras de la RGSUL. Palmarés: Diploma de Honor al Mérito; Medallas; Trofeo Aldo Coimbra concedido por la Asociación de Empleados Jubilados de Banrisul - Elegido por la Editora Revolução Cultural como Escritor del Año en la Feria del Libro de Porto Alegre en 2019; Mención Caldre y Fiao del Partenón Literario y Mención Personalidad Internacional 2023 de la Academia Internacional de Artes, Letras y Ciencias de Cruz Alta RS; Participa anualmente en el Concurso Literario FECI CAPOLAT de la Confreira Marinês Bonacina. Actualmente es bicampeón del concurso FECI CAPOLAT, Oro en 2022 y Trofeo en 2023.

Anuncio de noviazgo

A

Alvaro de Almeida Leão

Traducido al español por José Manuel Lusilla
 

Simone, de 27 años, con un título universitario en Hostelería, trabaja en la cadena de hoteles de su familia. Mantiene en secreto su relación con Sergio, debido a que su padre no acepta a nadie que no pertenezca a su mismo nivel social.

Sergio, de 29 años, es un hombre trabajador, honesto y de origen humilde. Se desempeña como enfermero autónomo y estudió en escuelas y universidades públicas.

Ambos detestan la situación en la que se encuentran. Se aman profundamente y no merecen otro trato que no sea respeto y reconocimiento.

El padre de Simone, don Horacio, viudo de 72 años, es un hombre avaro, gruñón e intransigente. Para él, las familias no deben mezclarse entre clases sociales: ricos con ricos, clase media con clase media, pobres con pobres y miserables con miserables. Su mayor sueño es casar a su hija con alguien de una familia adinerada de la alta sociedad local.

Horacio también es padre de Carlos Augusto, un joven soltero de 26 años que trabaja como piloto de aviones de pequeña envergadura en una aerolínea.

En época de vacaciones, Simone y Sergio deciden viajar juntos y planean comunicarle a don Horacio su relación en una fecha y hora determinadas.

La familia de Sergio estima mucho a Simone y desea lo mejor para la pareja.

Una tarde, Sergio, con su habitual buena apariencia, llega a la casa de Simone algo nervioso, pero feliz. Es recibido por su novia.

—Entra, amor…

—Hola, mi vida. ¿Puedes guardar mi maleta? ¿Tu padre está en casa?

—Sí, está. Vamos a entrar.

—Bien. Y no te preocupes, sé muy bien lo que quiero y lo que merezco.

Simone lo guía hasta la biblioteca, donde su padre mira las noticias en la televisión. Ella lo presenta:

—Papá, éste es Sergio. Quiere hablar contigo. Los dejo a solas. Con permiso.

—Sí, pero, ¿quién es usted y qué quiere de mí?

—Mucho gusto, don Horacio. Soy Sergio y tengo un asunto importante que tratar con usted.

—¿Un asunto importante en nuestro primer encuentro? Qué extraño… Pero vamos, habla rápido, no tengo todo el día.

—Con mucho respeto, quiero decirle que soy el novio de Simone y…

—¡¿Ah, sí?! ¿Y ella lo sabe?

—Por favor, mantengamos el nivel de la conversación. Sin ironías.

—¿Desde cuándo ocurre esto? Mi hija no me ha dicho nada.

—Desde hace seis meses.

—¿De qué familia provienes?

—Provengo, con orgullo, de una familia humilde, honrada y trabajadora. Una familia que me inculcó valores morales y sociales.

—Hablemos de otro tema: tu formación, trabajo e ingresos.

—Soy enfermero titulado, con especialización en docencia. Trabajo de manera autónoma, así que mis ingresos varían.

—Y tu posición social, ¿cuál es?

—No la he medido aún, porque la considero menos importante que la satisfacción de cumplir con mi deber.

—Pues para mí lo es todo. Mi hija es mía y yo decido su futuro.

—Perdóneme, don Horacio, pero no creo que sea así.

—¿Ah, no? ¿Quieres que te diga algo corto y claro?

—Espero que no sea una grosería. Lo estoy tratando con respeto y exijo lo mismo.

—Entonces escucha bien: estoy totalmente en contra de este nefasto noviazgo. ¿Entendiste? ¡En contra! ¡Lárgate de aquí y olvídate de ésta casa!

—No sé cómo me controlo para no mandarlo al diablo…

—¡Vete, mocoso insolente!

Sergio, conteniendo su furia, decide marcharse antes de que la situación empeore. Al salir, se encuentra con Simone, quien le pregunta ansiosa:

—¿Y bien, amor? ¿Todo salió bien?

—¡Bien, nada! ¿Acaso no conoces a tu padre? ¿Qué me dijiste al recibirme?

—Te dije: “Entra, amor”.

—Pues entré… y salí peor.

—Qué desagradable.

—Lo sabes bien, y no por mi culpa.

—Eso es obvio. Pero, ¿de qué hablaron?

La conversación se interrumpe de repente por un grito de auxilio.

—¡Simone, hija, ayúdame! ¡Me siento muy mal! ¡Todo está oscuro…!

En la televisión acaban de informar que un avión de la empresa de Carlos Augusto se ha estrellado y no hay supervivientes.

—¡Dios mío! ¡No puede ser! —grita Simone, temblando.

—Simone, dame mi maleta. Vamos a la biblioteca.

—Aquí está, Sergio. ¡Dios, no dejes que mi padre muera!

Al llegar, encuentran a don Horacio recostado en su sillón, intentando masajearse el pecho.

—¡Simone, llama a los médicos de tu padre y a emergencias!

Sergio nota que Horacio suda excesivamente, está pálido y tiene dificultad para respirar. Le hace algunas preguntas:

—¿Siente dolor en el pecho, como una presión fuerte? ¿Hormigueo en el brazo izquierdo y el hombro? ¿Dolor de estómago? ¿Náuseas?

Ante las respuestas afirmativas, Sergio concluye que se trata de un infarto, probablemente causado por el impacto de la noticia.

—Simone, le daré los primeros auxilios a tu padre, ¿de acuerdo?

—¡Sí, por favor! ¡Dios los ayude!

Sergio acuesta a Horacio en el sofá, le afloja la ropa y empieza a hacerle masajes cardíacos, acompañados de palabras de aliento.

Tras una leve mejoría, Horacio empeora y sufre dos paros cardíacos. Sergio lo reanima con más masajes y respiración boca a boca hasta que los latidos vuelven a la normalidad.

Cuando todo parece estar bajo control, el teléfono de Simone suena.

—¡Simone, soy Carlos Augusto! ¿Escuchaste sobre el accidente? No era mi vuelo, salgo mañana. ¿Cómo está papá?

—¡Carlos! ¡Gracias a Dios estás vivo! Papá tuvo un infarto, pero está estable. No puede hablar ahora, pero te manda un beso y te hace señal de aprobación.

Al cortar la llamada, Simone se arrodilla para dar gracias a Dios, mientras su padre, con lágrimas en los ojos, eleva la mirada al cielo.

Llega la ambulancia y los paramédicos evalúan la situación.

—Joven, su asistencia fue crucial. Su intervención salvó la vida de don Horacio.

—Sí —agrega otro paramédico—, su futuro suegro le debe la vida.

Horacio, al escucharlo, pide hablar con Sergio.

—Sergio… Estuve al borde de la muerte. Pero siento que he renacido. A partir de hoy, solo guardaré lo bueno en mi corazón.

—Me alegra escucharlo, don Horacio.

—Y para demostrarlo, quiero hacerte un pedido importante…

—Diga, lo escucho.

—¿Aceptas a este "recién nacido" como tu suegro, hasta que la muerte nos separe?

—¡Por supuesto! No podría recibir mejor noticia. Haré a Simone la mujer más feliz del mundo.

—¡Maravilloso! Simone, ven aquí. Quiero abrazar a mi familia… a mi querida y ahora aumentada familia.

Entre abrazos y lágrimas, la esperanza de un nuevo comienzo llena el corazón de todos.

¿Lo puedes creer?

¿

Alvaro de Almeida Leao

 

Torneo estatal de fútbol . El equipo local, Tamoio Futebol Clube, jugando por el empate contra el equipo visitante, Tupi Futebol Clube.

Árbitro y asistentes contratados de fuera del estado. Estadio lleno. Veintitrés mil espectadores, de los cuales tres mil eran hinchas del equipo visitante. Acercándose al final del partido, con el marcador en cero a cero, es más que normal oír de la hinchada local: ...¡Se acabó!... ¡Se acabó!... ¡Es campeón!... ¡Es campeón!... ¡Es campeón!...

A los cuarenta y cuatro minutos del segundo tiempo, surge una desgracia. ¡Y qué desgracia!... El árbitro pita un penalti contra el equipo local. Faltaba solo que el delantero pasara al último defensor, cuando, en el área pequeña, éste le da un patadón que lo levanta con balón y todo. Penalti claro, legítimo. Aceptarlo, eso es lo que hay. A veces el interés personal no permite el uso adecuado de la razón.

Pocos aficionados felices y la gran mayoría pidiendo morir. En el campo, empujones, ofensas de un lado a otro, ¿cobran el penalti o no?, el empujón, esconder la pelota y el juego, que es lo que se dice, nada. Los asistentes, solidarios con la decisión del árbitro, lo protegen. La policía, astutamente haciendo "vista gorda" cuando se trata de las acciones en favor del equipo local.

El presidente del equipo local se acerca al árbitro, ya desabrochando ostentosamente su camisa para que se vea su “revólver” de caño plateado y lo "insulta feo" a gritos:

-¡Oye, tu tonto, cuando vivía en el gallinero de tu ciudad, a cualquier hora del día o de la noche, si quería, me acostaba con tu madre!

El árbitro ni se inmuta. Ya había oído algo similar en otras ocasiones y sabía cuál era su intención: provocar una reacción que lo dejara en una mala situación.

El delegado de la ciudad, ya dentro del campo, se acerca y empieza a coaccionar:

-¡Oye, vago, no tenías nada que pitar ese penalti cuando quedaba poco para terminar el partido! ¡Recapacita!... ¡Cambia tu decisión mientras hay tiempo!

-Aquí, se cometió un penalti, y mi obligación es pitarlo. Duélale a quien le duela.

-¿Conoces el dicho “quien siembra vientos, cosecha tempestades”? Creaste un gran problema, ahora resuélvelo. Sal de ahí si eres un verdadero hombre.

El árbitro y los asistentes con un solo objetivo: cumplir bien sus obligaciones.

Después de “largos e interminables” diez minutos de interrupción, el centro delantero del equipo visitante (su capitán y encargado oficial de los penaltis) se acerca al arquero del equipo local:

-Pues mira, arquero, si ninguna de las partes cede, no llegaremos a ningún lado.
-Sí, no está fácil...
-Tengo un matrimonio en mi ciudad dentro de poco, y de ninguna manera quiero retrasarme, porque soy el padrino de los novios.
-¿Y qué tengo yo que ver con eso?
-Particularmente, creo... No, no creo, estoy seguro de que el penalti fue correctamente señalado. Entonces, quisiera hacerte una propuesta.
-¿Propuesta?!... Piensa bien lo que vas a proponer. ¡Podrías salir mal! ¡Muy mal!
-¡Tranquilo!... Te propongo que convenzas al capitán de tu equipo para que dejen cobrar el penalti. Y entonces...
-Tu equipo ganará el campeonato.
-No, no es eso. Entonces, yo, que soy el encargado de patear el penalti, lo voy a tirar afuera, rescatando así la injusticia cometida.
-¿Lo garantizas?
-Puedes creerlo. Sabes bien que somos hombres de palabra.
-¿Se puede creer?
-Sin duda. No te pongas nervioso en el momento. Lo voy a tirar a unos dos metros por encima del arco.

El arquero no podía creer lo que oía. La situación había cambiado, de la noche a la mañana. Fue a hablar con el capitán de su equipo:
-Capitán, necesito hablar contigo, algo importante. Vamos allá, es una conversación privada.
-“Vale”, pero que sea rápido. Necesito estar con el equipo, levantando su moral.

El centro delantero del otro equipo, que es el encargado oficial de los penales, me prometió hace unos momentos que si dejamos que cobren el penalti, lo tirará afuera. Tiene un compromiso, está de padrino en un matrimonio. Necesita irse cuanto antes.
-¿Y qué piensas? ¿Te parece firme?
-Es un riesgo, es cierto, pero creo que lo hará como propone. Es cuestión de probar... Él hasta resaltó que somos hombres de palabra.
-Creo que es una... Pero me preocupa, el padre, hace un rato, defendió tan firmemente nuestros intereses ante el árbitro. Contradecirlo ahora no sería buena idea.
-El hecho de que, además de ser el capitán, seas hijo del delegado, pesa, es verdad, pero creo que lo más importante es conseguir el título para nuestro equipo.
-También lo creo. Entonces, arquero, hablaré con el árbitro.
-¿No sería mejor informarle primero al presidente de nuestro equipo?
-No. Cuantas menos personas involucradas, mejor.
-Bien recordado.

El capitán del equipo local se acerca al árbitro:
-Señor árbitro, yo, capitán de mi equipo, decido que el penalti, que creo no ocurrió en absoluto, debe ser cobrado. Te equivocaste  al señalarlo, pero como no quieres retroceder, paciencia... Tu carrera de árbitro ya se acabó. Un error técnico de esa magnitud es inconcebible.

Al escuchar semejante disparate, el presidente del equipo local se vuelve loco. Furioso se va hacia el capitán desafiante de su equipo y solo no se agredieron porque lo sujetaron.

La hinchada local, atónita, presencia al presidente del club peleando con su propio capitán.

El delegado, tras recomponerse de la sorpresa, va a hablar con su hijo:

-¿Qué hiciste, hijo?!... ¡Estás loco?!... ¿Tienes realmente idea de la responsabilidad que estás asumiendo?

-Sí, papá. Sé lo que estoy haciendo. No va a haber error.

Los jugadores del equipo local, indignados por tan infame decisión. El presidente del equipo local, tan enfurecido, está totalmente fuera de sí. El delegado es la personificación del desánimo.

La hinchada local, al ver a los jugadores y al árbitro dirigiéndose hacia el arco de su equipo, siente que el penalti será ejecutado. ¡Eso es lo que faltaba!... ¡No, no puede ser!...

Frente a frente, el centro delantero del equipo visitante – consciente de su deber – y el arquero del equipo local – tranquilo, para él, promesa es promesa –.

Finalmente, el árbitro autoriza el tiro. El centro delantero pega un potente disparo al ángulo izquierdo del arco y, al ver la pelota entrar en la red, corre “a mil” hacia su vestuario.

El arquero del equipo local, sin que nadie entienda por qué, inicia una persecución al "malhechor tramposo" para hacerlo pagar. Al mismo tiempo, el presidente del equipo local, con un revólver en mano, busca al "maldito" capitán de su equipo. Este, que no es tonto, se dirige a la salida del estadio. El delegado, al percatarse del peligro de vida que acecha a su hijo, lo protege, poniéndose entre los dos. En ese momento, la figura del padre prevalece sobre la del delegado.

El delegado, en súplica, le dice al presidente del equipo local:

-¡Hombre de Dios, no dispares a mi hijo! ¿No es suficiente todo lo malo que está pasando?

De no haber sido por la heroica actitud del delegado, la situación habría sido terrible.
La hinchada local, que pedía morir, está siendo debidamente atendida.

El equipo visitante, "a lo suyo", sin aceptar provocaciones, celebró el gol y ya había reemplazado a su centro delantero. Espera el reinicio del partido.

El equipo local, sin condiciones en todos los aspectos, no regresa. Entonces, el árbitro da por terminado el partido y proclama en el acta al Tupi como ganador, con un marcador de uno a cero.

Por la noche, la fiesta del “matrimonio” en la sede del Tupi. El goleador centro delantero irradia felicidad, ¡y vaya que sí! La novia – la fiel hinchada del Tupi – y el novio – el título de campeón del torneo – todos sabemos que serán felices para siempre.

Pensándolo mejor

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Alvaro de Almeida Leão

Traducida al español por José Manuel Lusilla
 

Duda, portero titular de un equipo de fútbol, está en la gaveta, es decir, comprado por el adversario para hacer que su equipo pierda el partido. Con esta actitud espera solucionar un problema financiero, resultado de su condición de derrochador.

Para que todo salga bien, solo debe esperar un disparo hacia su portería, muy bienvenido, por cierto, y hacer como si intentara detenerlo. El partido se presenta sin favorito. El equipo de Duda tiene en su desempeño su punto fuerte. En el equipo contrario, destaca la dupla de ataque Cosme y Damián.

Duda se prepara para el partido de fútbol. No está en sus planes cometer un error garrafal. La frontera entre un error y la gaveta es muy delgada. Comienza el partido. Primer tiempo totalmente aburrido. Sin oportunidades de gol para ninguno de los dos equipos. Paciencia. ¿Qué se puede hacer? No se dio, no se dio.

En el descanso del partido, Duda piensa: ¿qué estará pasando con la dupla Cosme y Damián? Son jugadores tan eficientes. Hoy no están jugando a nada.

Damián, por cierto, es un gran amigo de Duda. Crecieron en el mismo barrio. Compañeros de juegos de canicas, de béisbol y de memorables partidos informales.

Segundo tiempo igual al primero. Faltando dos minutos para terminar el partido, aparece la dupla de atacantes con sensacionales jugadas en pared. Duda siente que ha llegado su esperado momento. Solo le falta superar al último defensor. Situación favorable, dos contra uno. Es solo marcar el gol y celebrarlo.

Duda se posiciona parado, con los brazos extendidos hacia arriba y el cuerpo inclinado hacia la derecha, señalizando así que se lanzará hacia ese lado. La pelota, ora con un atacante, ora con el otro, y Duda, que debería estar moviéndose de un lado a otro siguiendo la trayectoria del balón, no lo hace.

Al driblar al último defensor, Cosme da un pase a Damián, que venía un poco detrás, y éste, al ver la esquina derecha de la portería, perfecta para su estilo, golpea la pelota con el empeine, pero con un impulso y fuerza mayores a los necesarios.

Duda finge que el tiro lo tomó descolocado y lo hizo caer. Aunque la dirección era correcta, la pelota, al tomar una altura proporcional al gran impulso con el que fue lanzada, pasa a unos dos metros por encima del travesaño.

Duda se desespera, pide morir. Furioso, le reclama a Damián:

- ¡Vaya, Damián! ¡Era solo darle a la pelota con un toque suave! ¿Cómo pudiste perder un gol de esos?

-¿Cómo no fallar si yo y Cosme estamos en la gaveta para no hacer goles? Esta última jugada la hicimos para alegrar un poco a nuestra afición.

- ¿¡Qué!? ¿¡También en la gaveta!? No puede ser. Estoy perdido. Se acabó mi carrera.

Después del partido, pensando mejor, Duda, aunque con ganas de haber participado, terminó por pensar que estuvo bien, bueno, no, pensó que fue excelente no haber participado en la barbaridad a la que se prestó.

Es imprescindible no estar sujeto a juicios morales por deslices cometidos.

Arnaldo es el personaje

A

Alvaro de Almeida Leão

Traducido al español por José Manuel Lusilla

Doce comerciantes de una galería comercial, en un barrio de la ciudad, solo Arnaldo —63 años bien vividos, buena salud, trabajador abnegado, con una familia bien estructurada; esposa, hijos y nietos— no va bien en los negocios, por más que se esfuerce.

Poco después de su jubilación como pequeño empresario en la industria del calzado, Arnaldo inauguró su tan soñado despacho de representaciones con sede propia.

Adivina cuántos negocios, en tres meses, Arnaldo logró cerrar, en un parámetro de hasta veinte.
¿Pensaste ya? ¿Tienes tu respuesta? ¿Sí? Pues creo que te equivocaste.

Otra oportunidad. ¿Tienes un nuevo cálculo? ¿Sí? ¿Cuál? Lo siento, creo que tampoco acertaste.

Última oportunidad. ¿Cuántos? Aún supongo que estás errado. Entonces, solo queda decir cuántos. ¿Puedo hacerlo? Declaro, para los debidos fines, que Arnaldo, en tres meses de trabajo, no cerró un solo negocio.

Entonces, ¿de qué vive Arnaldo? De cinco apartamentos, tres casas, cuatro locales en un centro comercial y nueve plazas de estacionamiento, todos relativamente bien alquilados. Dos jubilaciones: una del régimen general de seguridad social y otra por un contrato privado anterior. Inversiones en efectivo en carteras bancarias y acciones en sociedades anónimas.

Por este perfil, es natural suponer: Propietario de inmuebles de uso habitual u ocasional en la ciudad, la sierra y el mar. Bien financieramente, pero no realizado, ya que su empresa no despega.

Arnaldo conocía las dificultades iniciales cuando fundó su empresa actual, ya que no tenía un producto que sirviera de punta de lanza en las ventas. Sin embargo, está convencido de que pronto revertirá la situación: Está cerrando un contrato de representación exclusiva para todo el estado de un producto inédito, de uso esencial y con amplia divulgación en todos los medios de comunicación.

Cada colega comerciante siente por Arnaldo una mezcla de tristeza y orgullo. Tristeza porque no concreta los negocios que tanto desea y orgullo por su apurado sentido de responsabilidad.

Algunos comerciantes más cercanos se sienten con la confianza de bromear, con respeto y en buen tono, acerca del comercio de Arnaldo, planteando cuestiones como: negocios versus rentabilidad, cómo atiende solo a tantos clientes, cuándo abrirá una sucursal, o noticias sobre las merecidas vacaciones futuras, entre otras del estilo.

A Arnaldo no le falta tenacidad en la dedicación al deber. Admirador de la puntualidad británica, cumple religiosamente con su horario de trabajo, aunque sus clientes insistan en no presentarse.

Una tarde, al sentir un fuerte dolor de cabeza, Arnaldo decide hacer algo que jamás había hecho: Ausentarse del trabajo en horario comercial. Sin embargo, necesitaba comprar un medicamento en la farmacia cercana. Cuidadoso por naturaleza, elabora un cartel en la computadora y lo pega en la puerta de su tienda con el siguiente mensaje:

"DISCULPEN LA AUSENCIA,
VOLVERÉ EN CINCO MINUTOS."

Arnaldo se esfuerza en cumplir lo prometido. Un minuto antes de que el tiempo se agote, regresa y encuentra el cartel modificado con anotaciones escritas con bolígrafos por algunos de sus colegas comerciantes, en letras de molde. Ahora se lee:

"DISCULPEN LA AUSENCIA,
VOLVERÉ EN CINCO MINUTOS.

— ¿Para qué? ¿No estás cansado por hoy?
— Yo no regresaría.
— ¿Para qué tanta prisa? Igual no harás nada.
— ¿Y las vacaciones, ya están programadas?
— La vida no es solo trabajo.
— Dos clientes estuvieron aquí. Volverán mañana, sin falta.
— Apenas saliste y el teléfono no paró de sonar.
— Ausentarte no fue buena idea. Fue fatal."**

Al leer el texto modificado, Arnaldo, algo contrariado, es consolado por sus colegas, quienes le aseguran que solo era una broma y que no lo tomara a mal. Esa tarde recibe palmadas en la espalda y sinceras palabras de aliento: "¡Adelante! Eres un ejemplo para todos nosotros, felicitaciones por tu perseverancia".

Siempre firme en la batalla, un mes después, el "futuro cercano" de Arnaldo llegó. Ni siquiera necesitaba ser tan exagerado como resultó (aunque muy bienvenido).

Con el contrato firmado, las excelentes ventas del nuevo producto trajeron solicitudes de industrias consolidadas para que Arnaldo las representara. La clientela actual también es obstinada: insiste en no dejar de crecer.

Con el progreso surgió el dilema de dónde los clientes estacionarían sus autos (la galería no cuenta con garajes). La solución fue que Arnaldo adquiriera un excelente terreno de 40x120 metros en la esquina de la cuadra donde está su empresa (importante tener reservas financieras) y lo convirtiera en un amplio estacionamiento. ¡Qué buen terreno, ideal quizá para un futuro edificio, nuevo hogar de la empresa de Arnaldo!

El tiempo para progresar nunca caduca. "¡Qué hermoso! ¿Alguien ha dicho eso? Si no, lo digo ahora".

La sede propia de la empresa de Arnaldo, de buen tamaño, se adaptó a la necesidad de contratar a cuatro empleados. La empresa crece cada día. El flujo de clientes circulando por la galería comercial aumentó en un cien por ciento, generando mayor facturación para todos los comerciantes, que ahora sonríen de oreja a oreja.

Todo este éxito repercute no solo entre los comerciantes de la galería comercial, sino también en el barrio en general. La dedicación de Arnaldo fue merecidamente recompensada.

En Navidad, todos los comerciantes de la galería y sus familias se reúnen para celebrar la magna fecha con Arnaldo, en un club especialmente abierto para el evento festivo.

Arnaldo es constantemente acariciado por sus dedicados familiares, amigos y clientes. Comida y bebida de lo más apetitoso. Alegría general e irrestricta.

En un momento, los once colegas comerciantes anuncian que brindarán con champaña en homenaje a Arnaldo, utilizando conceptos previamente seleccionados cuyas iniciales forman una frase significativa. Con sus copas en alto, proclaman brindis por:

Amor, Razón, Naturaleza, Acción, Labor, Deber, Orden, Ética, Oferta, Coraje, Amistad, Remisión y Arrojo.

El resultado, con todos los presentes de pie, emocionados, brinda a la salud del querido y amado Arnaldo y de toda su honrada familia.

 

Pedrito y Marlene

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Alvaro de Almeida Leão

Traducido al español por José Manuel Lusilla
 

Pedritoo es un pequeño comerciante en una diminuta ciudad del interior, donde todo el mundo conoce a todo el mundo.

Al salir con Marlene, que es secretaria ejecutiva en la empresa de la que su padre es propietario, Pedrito encontró su verdadero amor. ¡Qué pareja simpática y prometedora!
Para expresar todo su sentimiento, Pedrito comenzó a ostentar en el cristal trasero de su automóvil lo mucho que la ama:

CREO QUE SOY EL ALMA GEMELA DE MARLENE

Es una forma original de expresar un amor tan puro. Marlene, halagada, respondió colocando un mensaje en su coche:

YO NO LO CREO. ESTOY ABSOLUTAMENTE SEGURA 

Luego, la atención se centró en Pedrito, quien, sintiéndose obligado a devolver el gesto, se expresó de la siguiente manera:

REALMENTE, ME EXCEDÍ. NO TENGO DUDAS, SOY EL ALMA GEMELA DE MARLENE 

De manera natural, se estableció un canal de comunicación entre los dos (como un blog a cielo abierto) sobre temas, siempre que no fueran de tono íntimo, para alegría de familiares y amigos.

Un día, llegó la pregunta que todos esperaban con ansias:

QUERIDA MARLENE, ¿QUIERES CASARTE CONMIGO? -

La respuesta de la feliz pretendida Marlene no tardó:

¡SÍ, SÍ, SÍ, SÍ, SÍ, SÍ, SÍ, SÍ...MIL VECES, SÍ! -

Seis meses después, los invitados al matrimonio de los dos (con textos idénticos) aparecieron tanto en el coche del novio como en el de la novia.

Casados, a partir de ahí todo fue conforme a lo esperado. Felicidad general e irrestricta. Las personas inteligentes, honestas y trabajadoras tienden, por merecimiento, a progresar siempre.

Casi al cumplir un año de casados, Marlene comenzó a sentir los bienvenidos síntomas de náuseas, para felicidad de todos. Los mensajes en los respectivos coches decían:

¡FAMILIA AUMENTADA A LA VISTA! 

Tras el nacimiento de la primogénita Ana Clara, se anunció la próxima llegada de su hermanito, Carlos Augusto.

Así, pasaron los años y la vida. Cuando les preguntan a nuestra pareja cómo están, la respuesta inmediata y orgullosa es: si mejora, se estropea.

Cuando celebraron sus bodas de plata, fue con gran satisfacción que anunciaron a sus hijos ya estaban licenciados de la universidad, acompañados de prometedores proyectos profesionales.

En su cincuenta aniversario de ejemplar unión, cuando les preguntaron sobre qué aspiraciones les gustaría ver cumplidas, pidieron un tiempo para responder. Días después, los exhibían en sus automóviles:

DIOS PERMITA QUE JAMÁS VIVA SIN MI PEDRITO (Marlene) 

QUIERO A MARLENE SIEMPRE A MI LADO, SIN ELLA MI VIDA PERDERÍA EL SENTIDO (Pedrito) -

Una gran conmoción por la triste noticia del fallecimiento de los ilustres Pedrito y Marlene, quienes fueron alcanzados por otro vehículo que circulaba en sentido contrario, mientras viajaban en su automóvil por una carretera nacional.

Consternados, sus hijos, nuera, yerno y nietos.
Tiernas memorias de que los últimos deseos de los queridos e inolvidables Pedrito y Marlene fueron cumplidos íntegramente:

UNIDOS EN LA VIDA, EN LA MUERTE Y POR TODA LA ETERNIDAD 

Más sueños no, por favor

M

 Álvaro de Almeida Leão

Traducido al español por José Manuel Lusilla

Leonardo, o Leo, actualmente con 27 años, hace un tiempo, para concluir sus estudios, aceptó la invitación de vivir en la capital con su tío Carlos Augusto, quien está casado en segundas nupcias con María Clara, madre de Daniela, o Dani, que hoy tiene 25 años y a quien el tío considera una querida y amada hija.

Desde el principio, Leo quedó encantado con la excelente convivencia familiar. Siempre aplicado en los estudios, se graduó en Administración de Empresas y actualmente es Gerente de Producción en una industria de muebles personalizados, donde comenzó como auxiliar de servicios generales. Dani, empleada de la misma empresa, es jefa del Departamento de Control de Calidad y estudia Arquitectura por la noche.

El año pasado, Leo adquirió un terreno en un condominio en desarrollo, que ya cuenta con unas veinte casas habitadas cerca del barrio de su tío, y construyó en la parte trasera un apartamento donde vive hasta que pueda edificar su casa principal.

En cuanto a la vida amorosa de Leo, ha tenido algunas novias, pero nada demasiado serio. Dani es su mejor amiga y confidente, un sentimiento que ella también comparte. En una ocasión en la que ambos estaban solteros, comenzaron a salir juntos para apoyarse mutuamente y, de forma natural, empezaron a verse con otros ojos. Ahora, felices, están saliendo. Pronto será el cumpleaños de Dani, y la nueva pareja planea una celebración especial.

Sin embargo, hay algo que inquieta a Leo: frecuentemente sueña con situaciones cotidianas que involucran a sus familiares, y esos sueños siempre se hacen realidad.

Al principio, Leo intentaba evitar las situaciones desagradables que predecían sus sueños, pero nunca tuvo éxito. Saber el futuro no resulta beneficioso para nadie; muchos incluso podrían enfermar o morir antes de tiempo debido a la ansiedad. Para nuestro propio bien, es imprescindible desconocer lo que sucederá en el próximo segundo.

Leo desearía que esos sueños no se repitieran más. Se siente tan incómodo que teme enfermarse. Por ello, ruega a los cielos: "Más sueños, no, por favor".

A pesar de su súplica, faltando dos meses para el cumpleaños de Dani, tuvo el más inquietante de los sueños: no habría celebración para el cumpleaños de Dani. Fue un golpe devastador para Leo, que quedó desmoronado.

Sin decir nada a Dani, únicamente le preguntó por su salud, aunque sabía que estaba bien. También verificó posibles riesgos de accidentes tanto en el trabajo como en su casa, pero todo estaba normal. Comenzó a llevar y recoger a Dani de la Universidad en coche.

A pesar de que todos sus sueños se han cumplido hasta ahora, Leo espera que, como dice el adagio popular, "toda regla tiene su excepción". ¿Será cierto? Ojalá, mil veces ojalá.

Su vida se ha vuelto muy agitada y desagradable. No pasa un día sin preguntarse por qué le sucede esto. Ha perdido peso de forma evidente, se siente mareado, no tiene apetito y sufre de insomnio.

El viernes por la noche, víspera del cumpleaños de Dani, Leo estuvo en casa de ella hasta tarde, ultimando los preparativos para la celebración. Dani notó que estaba muy tenso y nervioso, y pensó que se debía a las últimas semanas de ajetreo por los preparativos. Leo se despidió asegurando que al día siguiente, el tan esperado día, estaría con ella a las diez de la mañana.

En casa, Leo, agotado, no logra conciliar el sueño. Piensa: "¿Cuándo cesarán estos malditos sueños? ¿Cuándo, Dios mío? Soportar todo esto no está siendo nada fácil".

En la mañana del esperado día, Dani recibe en su casa un ramo de flores silvestres con una hermosa y sencilla declaración de amor eterno de su amado Leo. Dani está radiante de felicidad.

Treinta minutos después de la hora acordada, Leo no aparece ni contesta el teléfono. Preocupada, Dani, junto a sus padres, decide ir a buscarlo a su casa. En el condominio, se identifican y explican su preocupación al personal de seguridad. Algunos vecinos que estaban charlando allí, incluido el médico Dr. Aldo, se ofrecen a acompañarlos. Durante el trayecto, el Dr. Aldo pasa por su casa para recoger su maletín.

Al llegar a la casa de Leo, notan que la ducha está abierta y ven agua fluyendo por debajo de la puerta. Con las llaves que tienen, entran. El tío y el médico van adelante y encuentran a Leo caído en el baño, con un corte y un hematoma en la cabeza.

—Hola, tío, hola, Dr. Aldo. Qué bueno que vinieron —dice Leo débilmente—. Me caí cuando iba a ducharme. No tengo fuerzas para levantarme. ¿Cómo está la cumpleañera, mi querida y amada Dani?

En ese momento, madre e hija, llorando desconsoladamente, llegan al lugar, justo a tiempo para escuchar lo que dice Leo.

—Estoy aquí, mi amado. Todo pasará. Pronto estarás bien, si Dios quiere —responde Dani.

Leo es llevado a su cuarto. El Dr. Aldo revisa sus signos vitales, administra los primeros auxilios, le impide dormir y lo mantiene despierto con preguntas que requieren pensamiento lógico. Una vez estabilizado, el médico recomienda que Leo sea trasladado a un hospital. Insiste en llevarlo él mismo en su coche, acompañado por los tíos de Leo y Dani.

Una vez más, el sueño de Leo se cumple: no hubo celebración para el cumpleaños de Dani.

Ya en el hospital, Leo tiene un nuevo sueño: la promesa de que nunca más tendrá sueños similares sobre sus familiares y, lo más importante, que lo llena de alegría: se casará con Dani y su vida será de felicidad plena.

Tras diez días de intenso y dedicado tratamiento hospitalario, Leo regresa a casa rodeado del cariño de sus tíos y bien abrazado a su amada Dani. Exultante de gratitud y alegría por el regalo de amar a Dani, promete hacerlo hoy, mañana y por toda la eternidad.

Pide y recibe

P

ALvaro de Almeida LeÃo

Traducido al español por José Manuel Lusilla
Es la madrugada de un lunes día 14.  Ernesto Antunes de Barcellos Pereira está pensando en ganar una buena cantidad de dinero en cualquiera de las modalidades de juegos de apuestas existentes.

 

Como no se considera una persona afortunada, piensa que solo un verdadero milagro haría que se convirtiera en millonario de la noche a la mañana; por ejemplo, tener en sus manos un ejemplar del periódico que se publicará el lunes de la próxima semana, día 21, con los resultados de los juegos.

Entonces, como por arte de magia, Ernesto Antunes ve justo frente a él, nada más y nada menos que el periódico que deseaba tener: El del lunes próximo.

Al principio, no cree lo que está viendo.

Tras el primer impacto, se acerca sigilosamente al bendito periódico y, en segundos, lo tiene entre sus temblorosas manos. Por un momento, recuerda agradecer a quien sea responsable por haber cumplido su deseo. Realiza algunos ejercicios de respiración para mejorar un poco su estado agitado. Empieza a imaginar que pronto sabrá todo lo necesario para convertirse, sin lugar a dudas, en un nuevo rico. Saborea anticipadamente los miles de placeres que disfrutará.

Finalmente, menos tenso, comienza a leer ese insólito y único periódico en toda la faz de la Tierra, a merced de su manipulación.

De inmediato, va a la página que muestra todos los resultados de las diversas modalidades de loterías de números. En la principal de las loterías, la de seis números, debido a la gran cantidad de apuestas, se informa que hasta el cierre de la presente edición no se ha determinado si hubo ganadores. Aún así, conforme al resultado – cinco de los seis números en secuencia – el periódico supone, con casi absoluta certeza, que el premio acumulado durante ocho semanas seguirá así. "Ledo engaño", piensa sonriente Ernesto Antunes. Es natural ya considerarse el único ganador.

Tras la noticia de que acertó todos los juegos en los que participó, Ernesto Antunes cree que, sin duda, será tema de reportajes en todo el mundo. Preguntas y afirmaciones de lo más curiosas, como: ¿Fuerza superior? ¿Qué tipo de fenómeno fue este? ¿Ocurrió lo imposible? ¿Quién se atreve a explicarlo? Las casas de apuestas, a partir de ahora, prohíben terminantemente las apuestas de Ernesto Antunes.

Se siente entrevistado por todas las redes de radio y televisión del planeta. Con seguridad, vendrán invitaciones para conferencias. Centros científicos interesados en estudiar lo que, a la luz de la ciencia, podría haber ocurrido. Portadas de revistas. En fin, una auténtica y merecida celebridad.

Envuelto en toda esa emoción, su nerviosismo aumenta cada vez más. Comienza a sudar frío. Siente que necesita reaccionar. Decide entonces dejar el periódico a un lado por unos minutos y solo descansar, nada más.

Por fin, más aliviado, se deja llevar por sus pensamientos fantasiosos. A cada momento su vida se transforma en todos los sentidos: su manera de ser, sus hábitos, todo colmado de placeres y más placeres.

Descansa un poco. Tras sentirse en condiciones, vuelve a leer. En la primera página, las noticias buenas y malas. Se regocija con las primeras y lamenta las últimas.

Luego encuentra la sección de noticias políticas. Se detiene más en los titulares de los temas. Enseguida, pasa a las noticias internacionales y solo presta atención a lo que más le llama la atención.

Más adelante, se topa con lo que ocurre en el mundo del crimen. Se sorprende con los desajustes cada vez más insensatos. No concibe cómo el mundo puede ser tan cruel. En fin, así es la vida.

En las páginas culturales, se entera de los nuevos lanzamientos de libros. En las noticias deportivas, vibra con la victoria de su equipo de fútbol, con un gol en el minuto cuarenta y cinco del segundo tiempo.

En otra página, llaman su atención los anuncios con letras destacadas en negrita de los que han dejado esta vida: Las necrológicas.

Decide ver si encuentra a alguien que haya sido su conocido. De los primeros nombres, no ha oído hablar jamás. Al fijarse en el penúltimo anuncio, se horroriza, se aterra, siente que está a un paso de la locura. Su corazón casi le salta por la boca. Balbuceando, con la voz temblorosa, lee:

"Invitación a misa de séptimo día. La familia del siempre recordado ERNESTO ANTHUNES DE BARCELLOS PEREIRA agradece sinceramente a los familiares y amigos que asistieron a sus actos fúnebres y a quienes, de una u otra forma, manifestaron su pesar, e invita a la misa de séptimo día en su honor, que se celebrará hoy, día 21, lunes, a las 18:00 en la Iglesia Matriz. Agradecemos anticipadamente su asistencia."

Ernesto Antunes apenas termina de leer cuando, en un momento de extremo dolor y agonía, deja escapar un estridente grito de terror, al tiempo que su cabeza y su cuerpo inertes se inclinan hacia un lado.

Doña Chiquiña

D

ALvaro de Almeida Leão

Traducido al español por José Manuel Lusilla

Ariovaldo, recién llegado a un pequeño pueblo del interior, iba pasando, como de costumbre, por una calle cuando, un día, una pequeña multitud dentro de una casa le llamó la atención. Curioso, le preguntó a la primera persona con la que se cruzó:

— Hola, ¿Cuál es el motivo de esta reunión festiva?

— Festiva no, más bien al contrario. Estamos velando a la profesora doña Chiquinha, que, lamentablemente, ha fallecido.

— ¿Qué? ¡La profesora doña Chiquinha murió! Pero, ¿cómo? No puede ser. Me niego a creerlo.

Dicho esto, empieza a llorar con fuerza, alto y con profundo sentimiento. Llama tanto la atención que los familiares de la fallecida, conmovidos por la escena, lo invitan a entrar. Él, sin dudarlo, acepta y pronto comienza a interactuar con los presentes.

Es pleno invierno, un frío que cala los huesos. Ofrecen sándwiches, cafés, coñac, vino, quentao y nuestra tradicional cachaza. Cuando le preguntan a Ariovaldo qué prefiere, no duda en responder:

— Lejos de mí la intención de causar molestias... Pero ya que insisten, con este frío acepto unas cachacitas, con todo respeto y consideración, a gusto, bien servidas.

Así, se le sirven seguidas dosis de la "purita" y, a medida que Ariovaldo las consume, más se embriaga, causando disturbio.

Ante tan insostenible situación, alguien le dice, aunque no sea cierto, que se ha acabado la cachaza. Al oír tan nefasta noticia, Ariovaldo decide irse, no sin antes despedirse de la fallecida.

Frente a doña Chiquinha, entre lágrimas, se desahoga:

— ¡Querida y amada doña Chiquinha! ¿Cómo pudo ocurrirle una desgracia así? ¿Cómo, Dios mío? ¿Cómo?

Se abraza al ataúd sollozando con tanta fuerza que parece a punto de desplazarlo de los caballetes. Algunas personas comienzan a cuidar tanto del ataúd como de Ariovaldo para que ninguno se caiga, lo cual sería un gran bochorno.

Los familiares de doña Chiquinha, intrigados, intentan averiguar más sobre el desconsolado Ariovaldo y le preguntan:

— ¿Usted también es pariente de doña Chiquinha?

— No, no soy pariente de doña Chiquinha.

— ¿En alguna época fue alumno de doña Chiquinha?

— No, nunca fui alumno de doña Chiquinha.

— Entonces, tal vez alguna vez fue vecino de doña Chiquinha.

— No, nunca fui vecino de doña Chiquinha y, a decir verdad, hasta ahora ni siquiera la conocía.

— Entonces, señor Ariovaldo, si no es pariente de doña Chiquinha, ni fue su alumno o vecino, y ni siquiera la conocía, ¿por qué llora tanto?

— Porque ahora mismo un aguafiestas me dijo que se ha acabado la maldita cachaza. Así que, siendo así, solo me queda llorar, llorar y llorar desconsoladamente.

¡Fue la gota que colmó el vaso! Invitado a retirarse, Ariovaldo se marcha apresurado a buscar más y más bebida.

Tal situación, lamentablemente, es lo que le ocurre desde hace algún tiempo a Ariovaldo. Un día, quién sabe, tal vez un alma noble pueda ayudarle a salir de esto, y que sea lo antes posible.

¿Hacemos una apuesta?

¿

 Álvaro de Almeida Leão

Traducido al español por José Manuel Lusilla

Morlim, Oswaldo y Zecão se encuentran diariamente para una partida de cartas amistosa en el bar de Don Cardoso. Allí se quedan hasta las 11 de la noche. Como siempre, Morlim es el primero en llegar y también el que más se emociona con las victorias alcanzadas. Otra vez,  gana. Al perder se pone furioso.

Pasado un tiempo, Don Cardoso recibe una llamada telefónica:
—Hola, bar de Don Cardoso, a sus órdenes.
—Hola, soy Oswaldo. Quiero hablar con Morlim, ¿él está ahí?
—Sí, espera un momento. Morlim, teléfono, es Oswaldo.
—Hola, Oswaldo. Están retrasados, ya llevo aquí un buen rato.
—Falleció un amigo en común, mío y de Zecão. Estamos en el velorio y lamentablemente hoy no podemos ir hasta allí para nuestra partida.
—Bah, amigo Oswaldo. Estoy enfadado. Acostumbrado a nuestro juego, ni sé qué hacer para pasar el resto del tiempo.
—Nos pasa lo mismo aquí. Nos sentimos fuera de lugar. Ya sabes cómo es, la adicción es la adicción, ¿no es así, Morlim?
—Claro, Oswaldo, yo lo sé muy bien. Estoy sintiendo comezón por todo el cuerpo. Ya tomé un montón de cafecitos. En fin, ¿qué se le va a hacer? Es la vida.
—Eso era todo, Morlim. Hasta mañana, ¿de acuerdo?
—Más que de acuerdo. Un abrazo para Zecão.
—Se lo daré.

Morlim vuelve a la mesa en la que se encuentra, totalmente desorientado. La falta que le hace la querida y amada partida no tiene comparación. De ahí a una crisis nerviosa fue cuestión de minutos.

En un momento dado, no se contiene y recurre a la bondad de Cardoso.
—Amigo Cardoso, necesito que me hagas un gran favor.
—Claro, Morlim, si está a mi alcance, con mucho gusto.
—¿No quieres jugar conmigo? El bar está tranquilo.
—No, gracias, Morlim, no soy de juegos, ni conozco bien las cartas.
—Entonces, Cardoso, te propongo: los dos nos ponemos detrás del mostrador y jugamos a ver quién puede escupir más lejos. ¿Hecho?
—Perdona, pero no quiero.
—¿Qué piensas, mañana llueve o no llueve? Elige. Yo me quedaré con lo contrario de lo que digas. ¿Jugamos a eso?
—No me lo tomes a mal. Pero los juegos no me atraen.
—Cardoso, pásame un trozo de ese queso de la estantería del medio.
—Perdón, Morlim, lo que hay ahí no es queso, es jabón.
—Es queso.
—Es jabón.
—¿Y entonces... ahora sale una apuesta?
—Está bien. Me venciste por cansancio. Acepto.
—Genial. Pura belleza. Por fin. Yo digo que es queso y tú dices que es jabón. ¿Puedes bajar el producto para ver quién ganó la apuesta?
Cardoso va hasta la estantería donde se encuentran los productos de limpieza y trae la barra de jabón que Morlim había señalado como queso.
—Ahí está, proclama al ganador.
Morlim, con un trozo de jabón en la mano, lo lleva a la boca y, sin darse por vencido —perder no es lo suyo— dice con la mayor cara de piedra:
—Gané el juego. Gané. Gané. Es queso con sabor a jabón.
...Perder no es lo de Morlim. ¡No, en absoluto!...

Urgente, urgente.. Plan CP SN

U

 Álvaro de Almeida Leão

Traducido al español por José Manuel Lusilla

Torneo de aficionados de fútbol entre barrios de Porto Alegre (Brasil). Evento oficial del calendario deportivo de la ciudad. El equipo del Menino Deus está intentando el tricampeonato y el del Caminho do Meio juega su primera final. Árbitros y jueces de línea acreditados por la Federación Ciudadana de Fútbol. Buena asistencia de público entusiasta y participativo.

El Menino Deus juega por el empate, al Caminho do Meio solo le interesa la victoria. El Menino Deus es el equipo más acreditado del torneo, cuenta con el máximo goleador del campeonato, la mejor defensa y el portero menos goleado. Está entrenado por el profesor Aldo Leão y su fiel escudero, el asistente técnico Rafael. El Caminho do Meio se clasificó en su grupo por ser el equipo menos malo. Sus únicos destacados son el portero Carlos Augusto y Richard, un mediocampista con buen regate.

Richard es el capitán del Caminho do Meio y su líder; remata poco, pero cuando lo hace, casi siempre marca. En el partido anterior, su actuación fue decisiva, anotó el gol de la clasificación. En cuanto a los jugadores del Menino Deus, son tan iguales en el manejo del balón que no hay unos mejores que otros. Es un equipo cohesionado y solidario.

Pero, un partido de fútbol es un partido de fútbol, no siempre gana el mejor. Precavido, el profesor Aldo ideó tres planes: el A, el B y el C P, S N, este último solo si es estrictamente imprescindible. Como en caso de vida o muerte. El plan C P, S N solo lo conocen el profesor Aldo, los dos zagueros y el portero del Menino Deus. Después de cada entrenamiento, estos cuatro permanecen en el campo para entrenamientos específicos del plan C P, S N.

En la charla inicial del profesor Aldo, el plan A: jugar en serio, respetar al adversario. Hasta ahora, no hemos ganado nada. Y todo depende de nosotros. Rumbo al título.

Al final del primer tiempo, cero a cero, gracias a la excepcional actuación del portero del Caminho do Meio, Carlos Augusto, que paró todo. Al Menino Deus le faltó competencia. Inconcebible, realmente inconcebible, tantos tiros a gol sin convertir.

En el descanso para el segundo tiempo, en el vestuario del Menino Deus, el plan B: jugar con aún más dedicación. Mejorar y mucho la puntería en las finalizaciones. Defensa con atención redoblada. Y, si nada de esto funciona, jugar según el reglamento.

Reiniciado el partido, el Menino Deus está más precavido de lo deseado. El equipo actúa más en defensa. Con esto, el Caminho do Meio está creciendo en el juego de manera natural.

Las palabras del profesor Aldo: jugar según el reglamento, resultaron en el entendimiento de más o menos, jugar por el empate, es decir, a la defensiva.

Treinta minutos del segundo tiempo y aún cero a cero. A estas alturas, un gol del Caminho do Meio sería un desastre. Señal roja. El peligro acecha al Menino Deus. Entonces el profesor Aldo decide sustituir a un delantero por un mediocampista y pide que este avise a sus dos zagueros y al portero que pongan urgente, urgente el plan C P, S N.

Conscientes del mensaje, los zagueros se colocan uno a cada lado del área pequeña, mientras el portero, un poco detrás, atento y concentrado, deseando que el partido termine pronto como está, pues el empate lo favorece.

¿Y Richard? Ah, Richard está jugando bien. Faltando solo cinco minutos para el final del juego, él, al pasar por todo el mediocampo adversario, dribla a uno de los zagueros y luego al portero, y cuando estaba a punto de disparar a gol, el otro zaguero del Menino Deus, al sentir el peligro, le da una patada a las piernas de Richard, levantándolo con todo y balón, impidiendo que concluya la jugada, que seguramente resultaría en gol. El zaguero sale peor parado, tropieza y cae, con su tórax sobre el balón. Protección de cuello y demás cuidados hasta que pueda ser retirado.

Decidido, el árbitro marca el penalti y espera a que el zaguero se recupere para expulsarlo del juego.

Mientras tanto, Richard no se ofrece para tirar el penalti, pues tiene un trauma con las ejecuciones de penaltis. En un equipo anterior, falló tres penaltis en dos partidos seguidos. En el último, al igual que ahora, era hacer el gol y optar por ganar el campeonato.

Los equipos del Caminho do Meio y del Menino Deus se acobardan, por distintos motivos: Menino Deus con miedo de perder el campeonato y el Caminho do Meio, de ganarlo. ¿Cómo así? Se justifican, por ser equipos amateurs.

Richard, molesto, ve que sus jugadores se alejan cada vez más unos de otros. Piensa que es porque, si estuvieran cerca, tratarían el tema del penalti. Y es todo lo que posiblemente no quieren.

Una coincidencia que nadie se creyó: los dos jugadores del Caminho do Meio que siempre son los encargados de tirar penaltis se desploman en el césped. Uno sintiendo una antigua lesión en el muslo y el otro con molestias en la rodilla. Actitudes entendidas por Róger, técnico del Caminho do Meio, y por el capitán Richard. Entonces, solo queda solicitar un voluntario para la ejecución del penalti.

El lateral izquierdo del Caminho do Meio, conocido como Trapalhão, no necesita explicar la razón del apodo: es su peor jugador, con diferencia. Juega porque no hay otro en la posición. Rápidamente razona: al ofrecerse para tirar el penalti y convertirlo, será considerado un héroe. Todo su pasado como pésimo jugador será olvidado. Así convencido, se ofrece para tirar el penalti.

-No, no, cualquiera menos él. ¿Qué hacer? Solo queda rezar y rezar.

Trapalhão se dirigía hacia el punto de penalti, cuando los hinchas del Caminho do Meio, en la alambrada, se alternan en manifestaciones de su descontento ante la desastrosa decisión de Trapalhão de ofrecerse para cobrar el penalti:

-Pô, Trapalhão, date cuenta. Pide que te llamen por teléfono y vete de aquí.

Un amigo avisa:

-si fallas el penalti, te castro y hago la fiesta de los perros.

-Sabía que eras torpe, pero ahora loco, eso es nuevo para mí.

-Trapalhão, Trapalhão, mira aquí: estoy en régimen semiabierto; para mí matar a uno más o a uno menos da igual. Falla el penalti y verás lo que te pasará.

-Oh, Trapalhão, hijo de tu madre, saldrás de aquí hoy en brazos de la multitud, de un modo u otro. Si haces el gol, serás consagrado. Si fallas, saldrás en un ataúd de madera.

Ante tantas "amabilidades", Trapalhão fue invadido por una fuerte necesidad de orinar. Solo tuvo tiempo de agacharse, fingiendo que iba a atarse los cordones de las botas, y a duras penas contenerse para dejar fluir la orina, solo la orina, nada más que la orina. No fue fácil solo orinar, pero al fin lo logró. Al volver a caminar, sacudió las piernas, de una en una, para que el resto de la orina se escurriera. Las botas empapadas hicieron que sus pies, mojados, se movieran dentro de ellas, produciendo los conocidos sonidos: ploft...ploft...ploft.

Avergonzado y humillado bajo todos los aspectos, Trapalhão dialoga con Richard.

-Capitán, desisto de tirar el penalti. Encuentra a otro. Estoy sin condiciones morales y psicológicas. Por favor, ahórrame más vergüenzas.

-Tuviste el coraje de ofrecerte para tirarlo. Ahora lo tirarás, por las buenas o por las malas, dijo Richard.

-Entonces lo patearé con el pie que no es el bueno, el derecho, intentando engañar al portero, espetó Trapalhão

-Haz como creas mejor. –concluyó Richard- Mientras lo conviertas, está bien.

Estos diálogos, aunque en voz baja, fueron captados por jugadores del Menino Deus que estaban cerca. Entonces, uno de ellos le dijo al portero que Trapalhão iba a tirar el penalti con el pie derecho.

Finalmente, el árbitro autorizó la ejecución.

Trapalhão, que nunca había tirado un penalti en su vida, muy nervioso y aún más angustiado por la fuerte necesidad de orinar que volvió con más fuerza, no calculó correctamente la distancia para posicionarse y, al correr para ejecutar el penalti, su última zancada fue insuficiente para llegar junto a la pelota en condiciones ideales.

En ese momento, desequilibrado, solo pudo darle un leve toque con la punta del pie, sin fuerza alguna, en lugar de un fuerte tiro con el empeine, que daría dirección a la trayectoria del balón. Resultado, la pelota pasa muy lentamente, a medio metro, al lado del arco. El portero se dirige caminando hacia el lado correcto y solo acompaña el balón que sale hacia fuera. Si hubiera ido hacia la portería, la habría atajado tranquilamente.

Trapalhão mira a sus pretendidos verdugos y los ve bordeando la alambrada para luego entrar en el campo. Al frente, el convicto, ya exhibiendo el revólver cargado y el hincha que afirmó que iba a castrarlo, blandiendo un cuchillo afilado, seguido por los demás. Cada uno más furioso que el otro.

Trapalhão, sintiéndose a punto de ser mutilado y, luego, de enfrentar su inminente muerte, corre hacia los policías uniformados que se encuentran al borde del campo y pide ayuda:

-Señores ilustres y dignos militares, soy el asesino de dos crímenes aún no resueltos por la policía civil, me estoy entregando, arréstenme, llévenme a una comisaría. Esas personas que vienen allí quieren matarme, sin que yo sepa por qué. Sálvenme la vida, sálvenme la vida, lo imploro, por el amor de Dios.

La Policía Militar contuvo a los agresores, calmó los ánimos y resolvió el problema. Atendiendo a la solicitud de Trapalhão, lo llevaron, a salvo, a una comisaría.

Nueva salida para los cinco minutos finales más seis minutos de tiempo añadido. El Menino Deus, reencontrando su verdadero fútbol, creció en el partido y aún logró hacer dos hermosos goles. El tri estaba más que garantizado.

En la vuelta de celebración al estadio, el asistente técnico Rafael, alegando su condición de compadre de Aldo, no se contiene y pregunta qué significa el CP, SN.

Aldo responde con una pregunta:

-¿Qué hizo nuestro zaguero?

-Cometió un penalti, contesta

-Entonces tenemos el CP. ¿Y cuál es la única condición aceptable para cometer un penalti?

-Si es necesario.

-Y ahora el SN.

-Cometer Penalti, si Necesario. CP, SN,  explica. Bien pensado. Inusual. Es eso.

-¿Satisfecho? Somos tri. Somos tri, nadie nos detiene. Viva el Menino Deus. Viva nuestro equipo. Viva nuestra directiva, rumbo al tetra. Larga vida para todos nosotros. Más de lo que merecemos. Viva, viva, mil veces viva.

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