Autor/aSilvia Cristina Preissler Martinson

Nació en Porto Alegre, es abogada y actualmente vive en El Campello (Alicante, España). Ya ha publicado su poesía en colecciones: VOCES DEL PARTENÓN LITERARIO lV (Editora Revolução Cultural Porto Alegre, 2012), publicación oficial de la Sociedad Partenón Literario, asociación a la que pertenece, en ESCRITOS IV, publicación oficial de la Academia de Letras de Porto Alegre en colaboración con el Club Literario Jardim Ipiranga (colección) que reúne a varios autores; Escritos IV ( Edicões Caravela Porto Alegre, 2011); Escritos 5 (Editora IPSDP, 2013) y en español Versos en el Aire (Editora Diversidad Literaria, 2022). En 2023 publica, mano a mano con el escritor Pedro Rivera Jaro, en español y en portugués, el libro Cuatro Esquinas - Quatro Cantos.

Barrio

B

Silvia C.S.P. Martinson

Traducida al español por Pedro Rivera Jaro
De niña, vivía en un barrio alejado del centro de la ciudad que era la capital del estado.
En realidad era la última calle habitada de ese barrio, que se llamaba Passo de la Areia.
Tomó este nombre porque un poco más lejos, en la antigüedad, fluía allí un arroyo de agua clara, bordeado de arena muy blanca, según me dijeron.
 
Sobre este arroyo se cernía una bellísima leyenda que contaba la historia de una india que perdió al amor de su vida en una disputa con otra, y por sus lágrimas de tristeza nació el arroyo que aún hoy existe. Pero como era tan fuerte y la ciudad había crecido tanto, se canalizó para unir los barrios que se habían expandido.
 
Lo que queda de esta leyenda es la escultura que muestra a Ubirici, la mujer india, llorando.
 
Frente a la estatua había un centro de salud que atendía las necesidades de esa región y al que mis padres me llevaban a menudo.
El tranvía de la época tenía allí su terminal.
 
Para nosotros, los niños, era un placer ir allí y luego volver a casa cruzando un parque arbolado que estaba en medio de unos edificios, si podemos llamarlo así, cuyo nombre es IAPI. Se hicieron varios edificios para alojamiento y destinados a los jubilados asegurados del Instituto de la Seguridad Social. De ahí su nombre IAPI.
Esta plaza dedicada al ocio y a la práctica del deporte se llama Alim Pedro, por lo que recuerdo. Es precioso, tiene una ladera muy arbolada que permitía una agradable sombra para los que quisieran disfrutar de momentos de paz y tranquilidad, y también una buena vista del campo de fútbol que estaba situado más abajo, y donde los fines de semana siempre había un campeonato al que los aficionados también acudían a disfrutar y animar.
 
En uno de los edificios de este gran complejo nació Elis Regina, cantante desde niña, que actuaba en las matinales de los domingos y se hizo famosa por su inolvidable voz y estilo, en todo el país e incluso en el extranjero.
Grabó hermosas canciones y nos dejó con su muerte tristemente prematura, dejándonos con el eterno anhelo de escucharla.
 
En la última calle de la ciudad de Porto Alegre - Rio Grande do Sul - Brasil nací y me crié. Se llamó Dr. Eduardo Chartier en homenaje a un gran médico de antaño.
Allí fui educada junto a mi familia, a la que la música, el teatro y la educación se cultivaba con amor y respeto.
Allí crecí teniendo la costumbre de soñar con los ojos abiertos - en una casa con un gran patio, muchos árboles de diversas frutas y abundantes flores cultivadas por mi madre - por lo que a menudo me llamaba la atención que dijera
- Silvia, ¡deja de soñar y estudia!
 
Tenía razón, en ese momento, por supuesto.
Estudié como ellos querían y me hice abogado a mi costa, trabajando al tiempo que estudiaba. Me gradué con distinción y ejercí mi profesión con dedicación y mucho trabajo.
 
Sin embargo, sigo soñando, imaginando y creando con mil ilusiones mis cuentos, mi poesía y mis personajes.
 
Por eso admiro la Naturaleza, a los hombres en su complejidad, y a la vida en su belleza total.
Así que siempre escribo con mucha pasión.
Quizá lo haga hasta el final, quién lo sabe...
 

El viejo intolerante

E

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro

 
 El era tan joven como cualquier persona joven.
Jugó, rió, cantó, se enamoró, se decepcionó y se volvió a enamorar.
 
Sus padres y sus superiores le pidieron cuentas muchas veces. Algunos con razón, otros no.
 
Se puso a trabajar muy pronto, tenían necesidad de hacerlo. Sus padres no eran ricos. Tenía que mantenerse a sí mismo y a su familia. Tenía muchos hermanos y hermanas.
Estudió y se graduó.
 
Hizo oposiciones y entró a trabajar en la compañía de teléfonos Telefónica, donde consiguió puestos relativamente importantes a base de competencia, rigor y esfuerzo.
Finalmente se enamoró de una colega, que le pareció bastante bonita, y se casó con ella.
 
Tuvieron hijos.
 
Los educó a su manera.
 
Les dio la formación necesaria para que pudieran trabajar y progresar con menos dificultad que él.
 
Su mujer le acompañó en su viaje, siendo su compañera y ayudándole en las tareas del hogar y en la educación de sus hijos, como suele ocurrir con algunas mujeres de su tierra.
 
Todos ellas, porque en su época las mujeres no se educaban y no mostraban muchas ganas de hacerlo. No consideraban que la educación y el trabajo fuera de casa fueran importantes.
 
Se contentaban con casarse y ejercer la función de madres, esposas, a veces amantes y sirvientas domésticas, sumisas a la voluntad de su marido, a sus apetitos y caprichos.
Esto se debía a su total dependencia financiera.
 
En consecuencia, les aterrorizaba, y todavía les aterroriza a algunas de ellas, salir a la calle a trabajar y ser independientes. A menudo sufren humillaciones, malos tratos y desprecio por parte de sus maridos.
Y así la vida de este hombre siguió con altibajos.
 
Envejeció.
 
La mujer que antes era hermosa se volvió gorda y poco atractiva a sus ojos.
 
A su vez, se volvió cada vez más irritante y molesto.
 
Todo el mundo le parecía mal, a los jóvenes los veía maleducados, criticaba a todo el mundo, mirando sólo el lado negativo de las personas, según sus conceptos.
 
No le vino a la boca ningún elogio o palabra amable para otras personas. Y si lo hizo fue sólo con la intención de reunir apoyos para no sentirse tan aislado y solo en el mundo.
 
La soledad le aterrorizaba.
 
Un día, un trío de jóvenes franceses estaba en la playa muy temprano. Probablemente no habían dormido y habían venido a terminar su velada en aquel agradable lugar.
 
Estos chicos no hacían daño a nadie, cantaban y expandían su juventud, felices e indiferentes a los que pasaban.
 
Una mujer les pidió que cantaran el himno de su tierra y los escuchó con deleite.
 
Accedieron gustosamente a la petición y cantaron la Marsellesa con respeto y dignidad, con las manos en el pecho.
 
Recordó su juventud en la escuela y los acompañó hasta el final.
 
El hombre, molesto por lo que veía y oía, intentó criticarlos.
 
La mujer respondió al implicado diciéndole:
- Nosotros mayores tenemos mucha envidia de estos jóvenes, porque son bellos, sanos, vitales y sobre todo siguen teniendo la sensación de libertad que sólo la inocencia de la juventud les impregna y permite.
 
¡Cuánta envidia causan a las criaturas decrépitas!
 
El hombre se calló y no volvió a hablar.

Marilu

M

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro

Ella atravesó el parque  lleno de gente, chicos charlando, algunos sentados al sol, hablando, bebiendo “chimarrão”, intercambiando besos y jurándose amor eterno, con el caminar relajado, para aquella que estaba acostumbrada a caminar.
 
Ella usaba pantalones blancos y una blusa azul suelta, era de tipo corto y esmerada confección y tenía abundante cabello castaño.
Cualquiera que la viera de lejos pensaría que se trataba de una niña. Pero no era así.
Se sentó a mi lado en la bancada de la plaza y luego comenzó una conversación.
 
-¿Todo bien? ¡Bello día!
 
-¡De verdad! ¡Demasiado bueno para esta época!
 
Yo pensé: aquí tenemos otra pesada, solo para enterarse de mi vida. Si estoy casada, si tengo hijos, nietos. ¿Dónde vivo? E incluso si me quieren mucho…! ¡Gran equivocación la mía! 
Aquí en el sur somos muy reservados e incluso desconfiamos de los extraños, muy en contra de la cacareada hospitalidad sureña.
 
El gaucho (personas que viven en Rio G. do Sul – Brasil) es un ser solitario por naturaleza, observador y atento vigilante con respecto a nuevas amistades y personas muy espontáneas.
 
¡Genial! No era la chica que pensaba yo creía que era. Tal vez tenía 70 años. ¡Pero qué 70! ¡Vive Dios!
 
Y con intimidad me ha dicho:
 
-¿Sabes tengo una hija que vive en Natal. ¿Sabes dónde está eso? Esta casada y es hija única. Tengo una nieta con 16 años.
Hace poco fui a  vivir allí, porque mi hija insistió mucho.
Estuve unos 6 meses y volví.
¡No me gustaba aquella gente! Pobre gente. 
Tengo muchos amigos aquí. Con ellos salgo y me divierto.
Soy separada. Tuve cuatro esposos o compañeros. Algunos amores, pero no estoy segura. Ahora tengo un compañero.
A él no le gusta salir a viajar como me gusta a mí.
 
En ese momento yo ya estaba interesada en su historia y con gran curiosidad le hice una pregunta, con la idea de dar continuidad a mi narración.
 
-¿Y cómo te va? Le pregunté.
 
-¡Bueno, él incluso ve bien! Me ha contestado.
 
-Cuida de mis gatos. Tengo siete, porque yo adoro a los gatos.
 
-En mis viajes no quiere acompañarme el buen hombre. Su nombre es Airton (Como Airton Senna el piloto de Fórmula 1). Le gusta más estar en su casa y cuidarla bien. Cuando estoy de viaje, el guisa, lava y plancha la ropa. ¡Él es un amor!
-Me apasiona viajar. No permanezco mucho tiempo en ningún lugar.
-Me gusta vagabundear y yo siempre  fui así. Él lo sabe.
-No obstante fue una buena idea que vivamos en Natal, debido a que mi hija y mi yerno consiguieron trabajo en São Paulo. Tienen  una cadena de establecimientos para gestionar la administración de las empresas de sus clientes. Si no fuera de esta manera, tendría que permanecer en la anterior ciudad cuidando yo sola de mi nieta. ¡Ya me contarás! -¡Lejos de mi piso!
-Tengo un bellísimo piso, tengo mucha compañía, con mis gatos, con mis amigos y el pobre Airton.
-No he hecho una mudanza completa y de esta forma no muevo mucho equipaje.
 
Pregunté con alguna indiscreción: ¿Pero qué es lo que haces aquí?
Me contestó:
 -Yo cuando me aburro de estar con Airton  en la casa, llamo a mis amigos y salimos a dar una vuelta y divertirnos. Bebemos, bailamos, vemos cine, paseamos por los centros comerciales y plazas, dependiendo de los días y según sea nuestro estado de ánimo.
 
Seguí animando, diciéndole: por cierto ni siquiera nos hemos presentado. Mi nombre es Fénix. ¿Y el tuyo?
 
-Marilu, es como me llaman. En realidad es la forma corta de María Luisa, pero como es más largo y complicado prefiero Marilu.
 
-Ok. Marilu. Encantada de conocerte.
 
Y ella continuó:
-¿Miras a ver ese caballero que pasó? Es mi conocido.
Él regresa. Espera… Habla.
 
-¿Hola, todo bien?
 
Ella contesta: 
 
-¡Todo bien!
 
Al saludarnos la miró con intensidad.
 
-¿Has visto? Él es parte de mis compañeros, pero contigo aquí estaba indeciso para llegar. ¡Él es un amor! Solo como yo.
 
¡Ah! He dicho al mismo tiempo que pregunto:
 
-¿Y entonces?
 
-Pero como te digo el Airton es un poco más joven que yo, pero no importa. ¿Verdad?
 
Ella no espera una respuesta y sigue:
-¿Cuánto valen las afinidades?
Yo contesto:! Realmente Marilu!
 
Sus numerosos pendientes, pulseras, anillos y aretes llenos de piedras, hasta una gargantilla con una mariposa que tenía, brillaban bajo el sol de la mañana mientras se movía, señalando las joyas.
 
Las grandes gafas de sombra ocultaban parcialmente sus ojos y parte de las muchas arrugas que marcaban su rostro, debidamente disfrazados por una capa de base y polvo. La sonrisa era hermosa, los dientes bien mantenidos. 
Habría sido una mujer muy hermosa cuando era joven.
Su espíritu estaba vivo, exudaba  alegría y temperamento determinado cuando hablaba.
La escuché.
 
-¡Mira allí! Ella dijo.
 
¡Aquí viene el pobre Airton!
 
Él llega, se sienta a su lado, sonríe. Dientes manchados de nicotina. Simplemente vestido. Más joven que ella, tal vez en sus cincuenta años. 
 
Susurran y ríen los dos.
 
Ella me presenta.
-Airton esta es Fênix .
-Placer .
Yo contesto:
- Placer.
 
Me he sentido demasiado allí en ese momento. El universo en esta hora giraba en torno de los dos.
Entonces les dije:
-Marilu ahora te dejo. Tengo compromiso, debo irme
 
Un placer conocerlo a vosotros, felicidad…
 
-¡Placer Fênix. ¡Hasta cualquier hora!
 
Los dejé, cuando me di la vuelta ya no estaban allí. Caminaban a lo lejos, ella llevaba pantalones blancos ajustados, era una niña.
 
Él cogido de la mano con ella, chaqueta en mal estado, zapatos rotos.
 
Estaban felices, después de todo… 
Él cuidó bien de sus gatos y eso es lo que más importaba.
Por lo demás… Extraña figura era Marilu.
Valió la pena conocerla. ¡El domingo se salvó! 
 
El sol brillaba y seguí mi camino, quizás alguna nueva reunión interesante, he pensado, quién sabe…

Sombras

S

SILVIA C.S.P. MARTINSON 

TRADUCIDO AL ESPAÑOL POR PEDRO RIVERA JARO

Eran dos.
 
Los árboles ya brotaban, los rosales ya florecían.
 
El aire era ligero y el perfume de las flores se esparcía, aportando más frescor al mismo tiempo que las abejas, en profusión, volaban en busca del preciado néctar. Era primavera.
 
El azul intenso del cielo se mezclaba con el verde de los árboles, aportando un multicolor sui generis a los ojos de los transeúntes.
 
Caminaban lentamente. 
 
Observaron todo con atención mientras él le explicaba la historia de aquel parque, por quién y por qué había sido creado, deteniéndose en cada lugar donde el tiempo y los hechos habían dejado su huella.
 
Ella escuchaba con atención porque con él podía viajar en el tiempo.
 
Describía los detalles, los matices y los hechos ocurridos en cada lugar. Lo hacía de una forma tan natural como si hubiera estado allí y lo hubiera vivido todo en sus más mínimos detalles.
 
Al mismo tiempo, ambos disfrutaban de la
presencia del otro.
 
Fue un momento de intensa ternura y encanto que les hizo sonreír con tanta implicación.
Fue como si una serie de recuerdos afloraran en sus mentes.
 
Caminaban lentamente.
 
Al acercarse a una puerta que daba acceso al parque, se toparon con un cartel que se veía en el suelo.
 
El sol ya era fuerte.
 
El paseo deseado, programado y permitido llegaba a su fin. Sentían y anticipaban el dolor de la separación sin, no obstante, comunicárselo el uno al otro.
 
Caminaban lentamente.
 
Se acercaron a la placa y miraron la fecha. Su memoria se aclaró, comprendieron por fin que habían vuelto al lugar donde siempre se habían encontrado cuando querían estar juntos, y lo habían hecho durante mucho, mucho tiempo.
 
En la placa, se besaron y concluyeron lo que por fin estaba ocurriendo.
 
Eran solo… dos sombras del pasado.

Tu ausencia

T

Silvia C.S.P. Martinson 

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro

Caminé sola por las calles
sintiendo como puñaladas
de vacío, incongruencias
en mi corazón.
Te has ido y lo que has vivido
lo dejaste olvidado en los caminos,
abandonado sin remordimiento:
el gran cariño y todo el amor
aquél que recibiste.
la alegría, la esperanza,
dejando de tu ausencia
solamente del amor
sólo dolor. Y total de ti, la falta.
¡Cómo duele
tu ausencia!

Canciones

C

Silvia C.S.P. Martinson 

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro

Canto de los pájaros
muertos en el ala
del vuelo que libera,
como un guerrero oprimido
que se desencadena
y audaz,
inocente,
levanta su espada
por última vez.
Canción de los pobres
andrajo rastrero,
de personas olvidadas,
porque no son humanos.
Han cruzado la línea
y en la vida no cuentan.
Cero es demasiado para él
y no es nada.
Canción del inconsciente
y falaz, de egoístas
y traidores,
son la crema y la escoria
de toda la sociedad.
Con un cuadrado fijo
no se miden,
y en tortuosidad
encajan entre sí.
Canción de todos
los buenos
que trabajan y ennoblecen,
que construyen
basar y exaltar
los sentimientos más puros
y las acciones más rectas
en beneficio del Hombre,
de la verdad y del amor.
La canción de todos,
para todos,
es la vida que surge
sedienta, en los ojos
del niño en flor,
pródiga y buena
cada día
que nace, a la mirada
de un soñador.

La gitana

L

Silvia C.S.P. Martinson 

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro

La chica caminó rápidamente.
 
Tuvo que cruzar la plaza donde estaban acampados para llegar a la farmacia bajando las escaleras.
 
Tenía 12 años.
 
Su hermana estaba enferma, había que comprarle medicinas.
 
Su madre le había confiado esta tarea.
 
Llevaban meses acampando allí. Ocupaban ambos lados de la carretera. Sólo quedaba un pasillo en el centro para pasar.
 
Venían todos los años por las mismas fechas para celebrar el día de Santa Sara, protectora de las mujeres embarazadas y de los gitanos.
Eran muy ricos, decían, pues el rey, la reina y sus hijas, las princesas, iban acompañados de su séquito y también de subordinados.
 
Las mujeres se vestían lujosamente con sus trajes tradicionales y se cubrían con collares, pulseras y pendientes de oro y piedras preciosas.
 
La chica tenía prisa y empezó a cruzar el campo.
 
La detuvieron.
 
Una gitana la interceptó y le tendió la mano donde estaba el dinero para las medicinas.
 
Comenzó diciendo que las líneas de la mano decían que la chica tendría una larga vida, mucho dinero, salud y un gran amor en su camino.
 
Mientras tanto, cogió disimuladamente el dinero y lo guardó en su falda.
 
La chica aterrorizada comenzó a llorar y a suplicar que le devolvieran el dinero, a lo que la gitana argumentó que no lo había cogido.
 
Por obra de los ángeles o de los demonios que protegen a los niños, gritó desesperada:
- Si no me devuelves el dinero te lo ruego, ahora, ¡una maldición!
¡Las siete plagas del infierno caerán sobre ti, gitana maldita!
 
La gitana retrocedió aterrorizada y sacó de su falda el dinero que tenía escondido y se lo tiró a la cara a la niña, diciéndole: "¡Vete, peste!
- ¡Sal de aquí, plaga!
 
La niña corrió, compró las medicinas, volvió a casa y nunca, nunca lo olvidó.
 
Hoy, cuando ve a un gitano, corre a poner una escoba delante de su puerta con la paja hacia arriba, hacia el cielo.
 
Los gitanos dicen que esto es una señal de mal augurio y nunca se acercan a ella para preguntar o engañar.

Yo sé

Y

Silvia C.S.P. Martinson

Sé que te acordarás de mí,
en el viento que pasa,
en la flor que se abre,
en la primavera que viene,
en la lluvia que se va.
te acordarás yo lo sé,
en lo extraño que se queda,
en lo verde del mar,
en el sentimiento profundo,
de la ola que se desvanece,
en el ciclo de los tiempos
y en las lagrimas que caen.
Sé que te acordarás,
yo lo sé,
en cada día que nace,
en cada tarde que muere,
en la noche que viene en silencio,
como la gota,
en dolente ritmo, despaciada,
en las aguas que siguen tranquilas,
en la palmera inclinada,
y a la sombra de los pinos.
En la tristeza de un sueño,
tuyo, que en la bruma se olvida.
Yo, lo sé.

Espejismo

E

Silvia C.S.P. Martinson 

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro

 En una noche de calor abrasador, soñó, soñar despierto.
 
Vio un paisaje lejano, muy verde y con flores de colores.
 
Se armó de valor y caminó por el bosque, despacio, sin prisas.
 
Le movía una fuerte curiosidad sin saber de dónde venía ni por qué la sentía.
 
La luna lo iluminaba todo y las sombras de las sombras se movían.
 
Se preguntó si serían reales o un producto de su imaginación.
 
Pero mientras caminaba descubrió que las sombras eran reales.
 
Tenían forma, tenían color, se balanceaban, caminaban.
 
Eran seres vivos que se entretenían durante la noche.
 
Los árboles estaban vivos y las flores les sonreían.
 
El suelo que pisaban exclamaba cuando lo tocaban:
- ¡Si es posible, vuela, para no causarme más dolor!
La hierba sonriente le dijo: 
- Aquí estoy, afortunadamente. Soy lo suficientemente buena para alimentar a mucha gente.
Él, sorprendido, preguntó entonces: "¿A quién das de comer?
- ¿A quién alimentas?
Respondió ingenuamente: 
- Alimento a las hormigas, a las orugas, desde la noche de los tiempos, para que a su debido tiempo, como las mariposas, adornen los días con sus colores luminosos.
 
Y las sombras se movieron, dando paso al intruso que se adentraba cada vez más en el bosque, cada vez más asombrado.
 
Los pájaros cantaban en saludo a la luna que iluminaba todo cada vez más.
Hasta que, como una luz etérea, apareció de la nada.
 
Le deslumbró con su mirada, como si le conociera desde hace tiempo.
Se quedó sorprendido, perseguido por los recuerdos, en ese momento recordó.
 
En el pasado lejano la había conocido.
 
Era su amiga mensajera y protectora, su hada madrina, su eterna compañera. La inspiración de sus días.
 
Le tendió la mano y le invitó a seguirla.
 
El sueño se hizo realidad y por fin, después de tanto tiempo, de tanto dolor y sufrimiento, en la noche siguieron para el resto de sus vidas. 
 
Y en ese momento en que los dos consumaban por fin su amor, con besos y caricias tan largamente guardadas, se oyó un sonido de trompetas, eran los ángeles acercándose y diciendo amén.
 
Entonces, todavía embelesado, oye un sonido más fuerte y se estremece; es una campana que suena.
 
Vuelve de su sueño y tambaleándose va a la puerta para contestar. No era nadie.
 
Se da cuenta de que era el teléfono el que seguía sonando.
 
Él respondió.
 
Fue su ex-mujer la que empezó a vituperarlo, maldiciéndolo por incompetente y por estar siempre despierto y soñando, porque se retrasaba con la pensión alimenticia,  sus hijos pasaban hambre y no pagaba el colegio.
 
El idilio tan hermoso ahora se desvanece, las ilusiones se disipan de la memoria y se pierden para siempre, en esta vida, por el aire.

Recuerdos

R

Silvia C.S.P. Martinson 

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro

Él caminaba en una tarde muy fría.
 
Los recuerdos le acudían, a veces lentamente, a veces a raudales, impregnando su mente de hechos e imágenes de lo que había sucedido hacía mucho tiempo y no estaba seguro de por qué estaba sucediendo en ese momento.
 
Recordó la época en la que estaba en el Gymnasium, cuando en clase de Francés escribió un poema y el profesor dudó de que lo hubiera escrito él, pero hasta que no demostró lo contrario le puso un 10, la nota más alta en ese momento.
 
Se le daba muy bien el latín, le gustaba la asignatura y el profesor era estupendo. Entonces recordó que tal vez estaba predestinado a ser sacerdote o abogado. Optó por lo segundo.
 
Hizo el examen de acceso a la universidad y el idioma elegido fue el francés. Lo consiguió, traduciendo un texto del escritor francés Victor Hugo.
 
En aquella época las escuelas, incluso las públicas, eran muy buenas y la enseñanza cualificada.
 
Allí se estudiaban matemáticas en sus diversas formas, idiomas como el francés, el inglés y el latín eran obligatorios hasta el final del curso, el dibujo artístico y geométrico también lo eran, al igual que la Historia General y Nacional y la Geografía. La música teórica y el canto orfeónico formaban parte del programa escolar tanto como las clases de gimnasia.
 
El Día de la Patria, las escuelas llevaban a sus alumnos a las principales avenidas de la ciudad, donde se celebraban desfiles acompañados por las bandas de música de las escuelas, por supuesto con los alumnos debidamente uniformados.
 
Cada escuela quería tener una banda de música más completa y mejor que la otra. Había una competición en este sentido.
 
De repente, estos recuerdos se evaporaron de su mente y dieron paso a los de su época universitaria, cuando las ilusiones se desvanecieron y dieron paso a la dura realidad de estudiar por la noche y trabajar durante el día.
 
Sencillamente, se enamoró de la Facultad de Derecho. Allí desarrolló sus verdaderas aptitudes.
 
Era, como él pensaba y creía, un estudiante casi brillante, tanto que para su graduación fue invitado a prestar el juramento de su promoción. Este juramento constaba de varios puntos que podían resumirse diciendo que se proponía ejercer su profesión con determinación, ética y respeto a los dictados de la ley.
 
Durante su estancia en la universidad, tuvo una serie de profesores capaces e ingeniosos en sus materias, pero también tuvo profesores que adolecían de graves defectos, tanto por su cultura como por su falta real de conocimientos jurídicos sobre lo que intentaban transmitir, lo que provocaba el desconcierto y el desinterés de los alumnos, que en realidad eran todos adultos procedentes de las profesiones más diversas y que, debido a su trabajo, necesitaban estudiar por la noche.
 
En ese momento, también se acordó de los compañeros que había conocido allí.
 
Recordó a un político que había sido secretario en otro municipio y que solía llegar a la escuela con todo su séquito de asesores, algunos de los cuales eran mayores y más sabios que él.
 
Este hombre era conocido por su petulancia y altanería, así como por maltratar a su mujer y a sus subordinados. Faltaba mucho a clase, lo que le hizo suspender ese curso.
 
Intentó corromper los dictados de la facultad haciendo uso de su poder político, lo que naturalmente no fue aceptado porque se trataba de una universidad celosa de su expediente, donde incluso para aprobar las notas anuales mínimas eran más altas que en otras facultades. Lo mínimo que tenía que sacar el alumno para aprobar el año era un 7 en cada asignatura.
 
Los asesores de confianza de este hombre le abandonaron más tarde y siguió estudiando en esta universidad. Insatisfecho, buscó otra que favoreciera sus intereses.
 
Mientras caminaba, se acordaba de sus compañeras, que entonces no eran tantas y luchaban valientemente contra los prejuicios y el acoso de sus colegas masculinos, algunos de los cuales se consideraban muy varoniles e irresistibles.
 
Recordó a su compañera Vania, una guapa morena, acosada por un colega maleducado y a la que dirigió una frase y ella le regala una respuesta inolvidable mientras paseaba con otra chica en el descanso entre clases.
Esto es la que dedicó el engreído:
- Esta noche, cariño, ¡voy a dormir contigo!
A lo que ella respondió inmediatamente:
- Así será, porque si fueras realmente un hombre, ¡te quedarías despierto conmigo!
Se echó a reír, y con ella todos los demás colegas masculinos que estaban allí.
 
Las personas inteligentes y perspicaces, con una mente rápida y una inclinación por la ironía, siempre destacan entre sus compañeros.
 
El rompecorazones era, y seguía siendo, un ser insignificante, sin mayor trascendencia, tanto en sus estudios como más tarde en su vida profesional.
 
Vania, en cambio, era una abogada brillante y exitosa por su inteligencia e ingenio.
 
Los recuerdos fueron sustituyendo poco a poco a aquel hombre por la atención que merecía en su paseo de aquella fría tarde, en la que la necesidad de un refugio seguro era más que acuciante por la noche .

Síguenos