Autor/aSilvia Cristina Preissler Martinson

Nació en Porto Alegre, es abogada y actualmente vive en El Campello (Alicante, España). Ya ha publicado su poesía en colecciones: VOCES DEL PARTENÓN LITERARIO lV (Editora Revolução Cultural Porto Alegre, 2012), publicación oficial de la Sociedad Partenón Literario, asociación a la que pertenece, en ESCRITOS IV, publicación oficial de la Academia de Letras de Porto Alegre en colaboración con el Club Literario Jardim Ipiranga (colección) que reúne a varios autores; Escritos IV ( Edicões Caravela Porto Alegre, 2011); Escritos 5 (Editora IPSDP, 2013) y en español Versos en el Aire (Editora Diversidad Literaria, 2022). En 2023 publica, mano a mano con el escritor Pedro Rivera Jaro, en español y en portugués, el libro Cuatro Esquinas - Quatro Cantos.

Calma II

C

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro 

 Balanceándome y cantando...
Yo canto y balanceo
y cantando me encanto
con cuentos de hadas,
sílfides, duendes y gnomos,
que se pierden en los caminos
de la imaginación… de niña
que llevo en mí,
esa que soy aún así…
¡Cabecea y casi se duerme!
Y en la calma
de este mío canto
voy balanceando;
calmando al infante,
ese que no soy yo,
el que sujeto y abrazo.
Las sílfides, el hada,
las brujas, los gnomos,
se desvanecen en lo sueño
y… ¡se pierden en nada!

Tradición de Año Nuevo

T

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro 

Ese año sería diferente.
Pueblo de Ornaisons - Francia.
Un pequeño pueblo con mil y pico habitantes y algunas peculiaridades, diferente de los demás pueblos.
 
Allí vivían productores rurales dedicados a la viticultura, de cuyos viñedos se extraían uvas de cepas finas para la elaboración de vinos de gran calidad, tan apreciados en toda Francia. También producían buenas cervezas con la cebada cultivada allí. En menor cantidad, también se criaban ovejas y cabras para el consumo doméstico y para la producción de lana que, tras ser esquilada, se enviaba a las industrias tejedoras que, posteriormente, enviaban los bellos tejidos a las modistas para la confección de ropa y abrigos para el invierno.
 
Bueno, volviendo a la historia que nos contaron; ya no eran niños, habían crecido. Casi todos tenían entre 16 y 18 años. Se habían criado juntos.
 
De niños esperaban con ilusión la Nochevieja.
El día transcurrió con cierta emoción, tanto por parte de los adultos como de los más pequeños.
 
Los adultos prepararían la casa, las mejores ropas y la cena, que debería ser diferente de otros días y de lo que solían comer durante todo el año.
 
En Nochevieja, la cena, que tenía lugar a medianoche, consistía en carne de cerdo, ensaladas más elaboradas, vinos más finos y, por supuesto, postres más sabrosos de lo habitual.
 
Los niños y los adultos se bañaban antes y se vestían con más cuidado, como era costumbre, también porque en esta época del año allí es invierno.
 
Es costumbre desde antiguo que al amanecer del 1 de enero los jóvenes del pueblo salgan a la calle y recojan todo lo que se encuentra en los umbrales de las casas o jardines sin que el propietario pueda darse cuenta, y depositen los productos en el centro de la plaza local donde también se encuentra el ayuntamiento.
 
Los jóvenes partían al amanecer desde distintos puntos de la ciudad y cargaban con todo lo que encontraban y lo depositaban en el centro de la plaza.
 
Ese año fue excepcional que llevaran bicicletas, macetas, papeleras e incluso un coche que, con la ayuda de unos pocos, abrieron la puerta del conductor, desbloquearon el vehículo y lo empujaron hasta la plaza.
 
Los ancianos ya habían olvidado esta costumbre y cuando se despertaron por la mañana se dieron cuenta de que faltaban sus pertenencias.
 
Hubo un alboroto en la ciudad. La gente corría por las calles buscando lo que les pertenecía.
Cuando llegaron al centro de la ciudad y vieron la plaza llena de las más diversas chucherías, se quedaron asombrados. Y los jóvenes que permanecían a un lado, sonrientes, observaban las reacciones de los supuestamente perjudicados. Se les interrogó duramente sobre si habían sido los autores de las desapariciones, a lo que respondieron con el mayor aplomo:
 
- ¡No, yo no! ¡De ninguna manera sería capaz de tal maldad!
 
Pero lo hicieron entre sonrisas y miradas furtivas de unos a otros.
 
Sin embargo, lo más interesante ocurrió al cabo de unos minutos, cuando la gente empezó a recoger sus pertenencias. Fue entonces cuando se puso de manifiesto la torpe naturaleza del hombre.
 
Algunos pensaban que las pertenencias de sus vecinos eran más valiosas que las suyas y empezaron a argumentar que eran suyas. El caos se instaló definitivamente y los agraviados, tras reclamar sus derechos y no ser atendidos, pasaron a la agresión física.
Viejos amigos se enfrentaron, amistades se desmoronaron, personas que se creían honestas e íntegras dejaron caer sus máscaras por un simple jarrón de flores.
 
Todo esto sucedía ante los ojos estupefactos de los jóvenes que tenían en algunos vecinos e incluso familiares la representación de la más pura honestidad.
 
Esta fecha está grabada en la memoria y en los anales de la historia de este pueblo.
Y hoy, por precaución y por experiencia, los adornos, jarrones, macetas y otros objetos que se encuentran habitualmente en las calles y jardines se recogen después de la cena de Año Viejo, en el paso del 31 de diciembre al 1 de enero, dentro de la casa de cada propietario.
 
Olvidé decírtelo: Ese día también se rompió un compromiso que había durado algunos años.
Los padres de los novios se pelearon por una vieja bicicleta y no permitieron que sus hijos se casaran. La novia sigue llorando hasta el día de hoy, desconsolada, mal considerada y solterona. El prometido se fue a otra ciudad, se casó allí y tuvo un "montón" de hijos.
 
Se dice de pasada, y casi para terminar que fue uno de los líderes que planearon toda la broma. Aún hoy siguen diciendo, los que eran jóvenes entonces, que cuando salen a la calle y se encuentran con los que intentaron robarles lo que no era suyo, los identifican y les lanzan palabras como
- ¡Sé lo que hiciste!

Pequeño cuento

P

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera jaro 

Debe ser así . Y así es.  España, tierra de leyendas y de pasiones. De sus rocas, de su transparente y cálido mar es de donde se extraen muchas historias. Su ambiente es cómplice de muchos sentimientos mientras aquellos que no pueden contarse y han de olvidarse por los caminos inaccesibles de las rocas, a las cuales el aire se acomoda para esconderlos.
Tierra vieja de viejos amores.
 
SIGLO XVII 
 
Aunque Europa vive en pleno Renacimiento y en la  creación artística impera el Barroco, en España el siglo XVII sigue muy influenciado por las tradiciones medievales, marcadas por el fuerte apego al Cristianismo de esa época, a diferencia de las nuevas corrientes de ideas humanistas, cuya penetración e influencia ya se hizo sentir por el resto del continente europeo.
 
En este sentido la Iglesia Católica fue muy influyente y predominante en los países ibéricos, para que no adoptasen tales ideas humanistas, iniciando así  la fase conocida como Contrarreforma, reforzando sobremanera la cultura y la educación del pueblo.
 
Es entonces, precisamente en esta etapa, cuando nuestra historia comienza a desarrollarse, lo que curiosamente para algunos es poco probable que llegue hasta nuestros días. Sin embargo, para otros, es perfectamente aceptable.
 
Empecemos a narrarlo.
(Un pequeño asentamiento en rocosas sierras de España).
Un pueblo formado por campesinos y ganaderos criadores de ovejas y cabras.
(Un palacio medieval, y una familia rica, fanática y dominante).
(Una iglesia muy antigua, construida arquitectónicamente sobre los cimientos de antiguas mezquitas, templos levantados durante la dominación árabe).
(Dos jóvenes con diferentes educaciones, posturas y principios).
 
El nombre de ella era Zaida, pronunciaba hechizos, y sortilegios, hacía pociones medicinales para la salud, conocía los secretos de la tierra, del aire, del fuego y del agua, es decir de los cuatro elementos fundamentales.
 
Era hija de alquimistas y se le dio el conocimiento que conduce a la transformación de los metales y la transmutación y transformación de elementos y energías terrenales y universales.
 
Considerada una bruja en aquel tiempo, porque entonces las mujeres no tenían acceso a la educación y la ciencia era mal vista en el lugar donde vivía.
 
Sin embargo, cuando llegaban enfermedades, la gente del lugar acudía a ella para obtener ayuda de sus conocimientos.
 
España en esos momentos estaba muy retrasada, igual que el resto de Europa, en el campo de la medicina.
 
Zaida vivía en esa aldea española que estaba situada de muy cerca de montañas muy rocosas, en un valle semiárido, habitat adecuado a cabras y ovejas, con muchos animales de caza y también con serpientes venenosas, de las que ella extraía los fluidos necesarios para hacer sus medicinas y pociones, dentro de su hogar ubicado próximo al acantilado rocoso.
 
En este pueblo vivía , en su antigua iglesia, un párroco muy anciano, prior de la misma, que a pesar de las diferencias religiosas, entendía y respetaba los poderes y el conocimiento de la joven Zaida, la del cabello largo y los ojos verdes como las aguas del mar.
 
He aquí que el anciano párroco fallece y un joven sacerdote, culto y educado dentro de los parámetros de la iglesia católica española y en los mejores conventos de la época, destinados precisamente a educar niños de las familias más ricas, influentes y poderosas, como la casa de los propietarios del castillo del pueblo.
Su nombre, Luís de los Ríos.
 
Este joven sacerdote asume su cargo y, poco a poco, llegó a conocer más sobre las personas que allí habitaban, de sus historias y de sus costumbres, ya que él había sido educado casi sin tener contacto con la gente del lugar.
 
Luís tuvo desde la cuna la formación religiosa de la  época, los prejuicios y las limitaciones que su fe le imponía. Al conocer la existencia de una bruja en el pueblo, la persiguió y la denunció a sus superiores eclesiásticos.
 
El destino y la vida son sabios en sus propósitos y a veces crean situaciones insospechadas para los hombres que buscan su progreso y abren sus mentes a las verdades universales.
 
En aquel momento, las plagas y enfermedades eran letales para hombre, la mayoría de las veces, en gran parte por la falta de higiene imperante.
 
He aquí que Luís se enfermó. Todo el conocimiento médico y las medicinas que se dan a la población no obtuvieron éxito. 
 
Finalmente, en un intento por salvarle la vida, Zaida fue llamada a su cama. Ella aceptó con gran amabilidad el encargo de salvarle, sabiendo no obstante que le esperaba una feroz persecución por parte de la iglesia.
 
Ella siguió cuidando al enfermo y le aplicó sus pociones e invocó las fuerzas de la naturaleza que le pertenecían.
 
Pasó el tiempo y Luís fue mejorando gradualmente y fue recuperando sus fuerzas. Al mismo tiempo ayudados por la proximidad y convivencia, ambos jóvenes comienzaron a necesitar la presencia mutua sin darse apenas cuenta.
 
Se enamoraron. La gente se dio cuenta de ello, y condenándolo, lo comunicaron a la familia del sacerdote y a los superiores eclesiásticos.
 
Debido a que fue considerada una bruja e incitada por la poderosa familia del sacerdote que no admitió nunca esa relación, la iglesia persiguió a Zaida. 
 
Conociendo el destino que está reservado para las brujas, la hoguera, los jóvenes acordaron huir a un lejano lugar.
 
Luís debería brindar a Zaida apoyo y cobertura para que sus planes de fuga se cumplieran y su amor pudiera hacerse realidad.
 
Sin embargo, el día acordado, se sintió asustado y, presionado por su familia y su fe, huyó  para no acudir a la cita y dejar a Zaida a merced de sus acusadores.
 
Ella se sintió abandonada por la persona que tanto amaba. No obstante logró escapar por las altas y rocosas montañas y  al llegar al borde de un acantilado, echó una última mirada al horizonte, recordó a su amado, le perdonó mentalmente y pidió a la naturaleza  que le diera la oportunidad de encontrarse con él nuevamente, en tiempos pasados, o en tiempos futuros . ¿Quién lo sabe?
Señaló hacia el horizonte, alcanzó el borde del precipicio y se lanzó al vacío.
 
Se suceden los siglos y con ellos los nuevos encuentros entre los dos van ocurriendo, siempre llenos de pasión y reconocimiento intrínseco, no siempre recordados conscientemente.
 
Hoy depende de Luis, incluso si no lo recuerda, purgarse a sí mismo el sentimiento de culpa por la ausencia y el daño infringidos.
 
Zaida se adapta a las dificultades físicas que sufre por su elección y agresión contra la Madre Naturaleza. Por hora, en esta vida, viejos los dos se reencuentran, se reconocen y se enamoran de nuevo.
 
La vida continúa a su proprio ritmo…
 
Las rocas muy altas y viejas con el correr del tiempo, a veces, caen transformándose en arena, que se va a lo lejos por el aire tanteando.
 
Mientras tanto, los malos sentimientos también son como las arenas, pero con el tiempo se van perdiendo y cambian.

Mis ojos

M

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera jaro 

Mis ojos soñadores
son como las aguas marinas,
profundas, inescrutables.
Hay historias en ellos contenidas
de ilusiones que ha mucho,
muchísimo tiempo que yo he vivido.
Ellos ven más lejos,
y expresan innumerables esperanzas,
se alegran en la fantasia,
no viven del pasado,
se olvidan de las tiranías.
Saben sonreír sin palabras,
conocen de la alegría
de renacer cada día
para vivir, amar y ser feliz.
Son la luz que se derrama,
como las olas del mar
en las calmas, tranquilas
playas de la vida,
siempre a soñar.

Recuerdos – Aceite de hígado de bacalao

R

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera jaro 

Cuando me levanté y tomé mi medicación por la mañana, media hora antes del desayuno, como me había recetado el médico, me vinieron recuerdos de mi infancia, no sé por qué.

Recuerdos de cuando éramos pequeños en mi casa, que tenía un gran patio lleno de árboles frutales y flores que a mi madre le encantaba plantar para embellecer sus rincones. Allí pasábamos los días jugando y haciendo todo tipo de travesuras.

Mi padre nos construyó una especie de refugio en un viejo canelo. Allí subíamos por una escalera que nos llevaba al enclave de gruesas ramas, donde había bancos para sentarnos y una mesa improvisada.

En este rincón del árbol jugábamos a las casitas, es decir, improvisábamos comida en latas que subíamos.

La comida estaba hecha de tierra húmeda, hojas de árbol y decorada con flores del jardín.
En nuestra imaginación infantil, las muñecas se comían toda esta comida y luego dormían en sus camas improvisadas.
Era un mundo de ensueño...

Otras veces jugábamos a juegos peligrosos, atando cuerdas a las ramas y bajando por ellas hasta el suelo, imaginando que, como el personaje Tarzán, estábamos en la selva.
Para nosotros, aquel patio, de casi 100 metros de largo y lleno de árboles frutales, era como un denso bosque lleno de posibilidades para aventurarnos en aquel paraíso nuestro.

En otra ocasión, imaginamos que estábamos en un circo y para ello atamos una cuerda de un árbol a otro, fuertemente anudada, y caminamos sobre ella así, como habíamos visto en un espectáculo circense.

Hubo muchas caídas y todavia hoy quedan cicatrices y dolores, las marcas de nuestras travesuras.

Mi mamá y mi papá trabajaron duro para mantenernos y darnos una educación digna, no con riqueza, porque no éramos ricos, sino principalmente con acceso a la cultura y a la educación, que en esa época era muy buena y se impartía en escuelas públicas bien conceptuadas, donde se tomaban exámenes rigurosos para poder asistir a ellas.

Bueno, en realidad, estos recuerdos me vinieron por la mañana mientras tomaba mi medicación matutina y pensé ¿por qué me ocurrieron?

Entonces recordé, también, que en aquella época sí que acabábamos enfermando.

Había enfermedades graves para las que ya existían vacunas, como para la parálisis infantil, la difteria y otras.

Sin embargo, en mi infancia, no sabría decir si por falta de vacunas o de recursos económicos, teníamos tanto enfermedades graves como normales, que podríamos decir que eran caseras.

Para las caseras, había varios remedios que mi madre conocía y aplicaba rigurosamente, por ejemplo: cuando nos dolía la garganta, hacíamos gárgaras con agua con sal y vinagre para hacer gárgaras y limpiar las amígdalas de infecciones.

Para la fiebre, nos metía en la cama bien tapados con mantas y nos daba té caliente con miel y limón y otra pastilla de aspirina para bajar la temperatura, lo que nos hacía sudar mucho, empapando la ropa, las sábanas y las mantas.

Creo que surtió efecto, porque la fiebre bajó y al día siguiente estábamos en vías de recuperación.

Pero lo que más odiaba, y lo que ella utilizaba a menudo para limpiar nuestros intestinos, era el famoso aceite de ricino, que actuaba como laxante, permitiéndonos expulsar elementos indeseables de nuestro cuerpo.

Según recuerdo, lo que realmente me disgustaba y me daban a menudo, porque era delgada y no me gustaba comer, era el llamado Aceite de Hígado de Bacalao. Solía correr por todo el patio escondiéndome para evitar tomarlo. Y cuando lograban atraparme y someterme a él, además de tener que tragármelo, recibía unos buenos azotes en el trasero para que aprendiera a no ser desobediente.

¡Cuánto se sacrificó mi madre para hacernos personas!

Mi padre trabajaba todo el día y sólo venía a casa por la noche.
Y hoy pienso que el aceite de hígado de bacalao fue efectivo...
Sigo siendo fuerte y sana, física y mentalmente, a pesar de los años que han pasado.
Mi madre tenía razón.

Lapicero

L

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera jaro 

Tanto tiempo olvidado,
Obsoleto fue abandonado entre: "Mal trazadas líneas",
garabatos, dibujos, cartas.
Recuerdos juveniles
de cuando estaba en uso.
Fue empequeñeciendo con el tiempo,
por el uso improvisado.
Transmitía recados,
juramentos y rasgos…
Hoy lo encuentro, el pedacito,
entre las páginas
amarillentas de un pasado,
mi pequeño llapicero.
¡ Pobrecito!
Lo cambié por un bolígrafo,
que se dice: compacto
una especie de estilográfica.
¡ Que rata!

Mi lugar soñado

M

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera jaro 

Extraño pensé: "MI LUGAR SOÑADO"
Nunca me había imaginado en toda mi vida proyectar un final para mí en algún lugar definido.

Después de todo lo que he vivido, trabajado, estudiado, formado mi familia, vivido en diferentes lugares y viajado, me parece extraño establecerme definitivamente en un lugar.

La vida pasó y pasa tan rápido que no me di cuenta de que en cierta forma envejecemos.
Recién ahora, con la interesante propuesta de escribir un texto sobre "Mi Lugar Soñado" me detuve a pensar qué sería para mí ese lugar.

De niña tuve la suerte de tener una familia compuesta por padre, madre y hermana, que naturalmente satisfacían mis necesidades materiales y sobre todo, a través del cariño y atención de mis padres recibí enseñanzas sobre moral, amistad, religión y respeto al ser humano. En definitiva, un hogar.

Cuando fui mayor me casé y formé una familia, ejerciendo en este nuevo hogar el papel de madre, esposa y compañera en las decisiones que la vida nos obligaba a tomar.

No siempre las correctas, pero sí las que nos parecían en ese momento las más adecuadas y aceptadas para la situación que se presentaba.
Así que en aquellos años, en aquellos momentos y lugares en los que viví me instigaron a suponer que eran: "Mi lugar soñado".

El tiempo pasa, la hija crece, se casa y sigue su camino. La muerte también llama a nuestra puerta por su natural exigencia y se lleva consigo a nuestros seres queridos, que inevitablemente tuvimos que aceptar.

Entonces el hogar se desmorona, dejando el vacío con el que se vive y los recuerdos que a veces nos deslumbran, recordándonos los momentos felices, los logros de lo que fue "Mi lugar soñado".

Ahora, en este momento, cuando vivo lejos de mi país pero feliz, voy a empezar a imaginar lo que finalmente me gustaría tener como un lugar que podría llamar "Mi lugar soñado".

He vivido tanto en varias ciudades pequeñas y grandes que en este preciso instante, si no es viajando que me gusta mucho, mi mente se transporta a una montaña.

Una montaña verde, llena de bosques y rápidos de agua clara, donde me bañaba todos los días de calor y donde bajo la sombra de los árboles me quedaba a componer mis versos y a soñar.

Desde esta montaña, no muy alta, podía ver, bajo un cielo muy azul, los valles y las casitas que allí había.

Casi en la cima de esta colina tendría mi casita de piedras naturales, pintada de blanco, muy sencilla, con un salón unido a la cocina donde prepararía la comida, el té o el café para recibir a los amigos. Un dormitorio para los invitados, otro para mí, dos cuartos de baño, una chimenea de leña en el salón para calentarme en los días fríos. Muebles sencillos y cómodos y ventanas adornadas con geranios en el exterior, además de cortinas blancas que volarían con el viento.

Un jardín con rosas y otras flores adornaría la entrada de la casa que no tendría vallas que limitaran la entrada. Y en la puerta esperándome con una copa de vino blanco, cuando llego por la tarde o la noche, el hombre que me gusta y me encanta todos los días.
Un gallinero del que recogería los huevos.
Un huerto con muchos árboles frutales.
Un huerto donde cultivaría diversas verduras.
Los animales salvajes correrían libres por los alrededores, sin miedo a ser capturados.

Al final de la parcela construiría una tumba sencilla que se utilizaría después de mi muerte y en ella se escribiría en una placa lo siguiente:
“Aquí yace una mujer que vivió intensamente y murió feliz diciendo”: “Aquí he vivido hasta ahora “Mi lugar soñado”.”

El llorón

E

Silvia C.S.P. Martinson 

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro

Cuando trabajaba como abogado en la ciudad donde vivía, observé muchos acontecimientos interesantes que tenían lugar en los pasillos del Foro.

Uno de ellos me llamó mucho la atención por su peculiaridad.

Las personas que allí se encontraban, especialmente los funcionarios de las oficinas de registro, acostumbrados a ver el sufrimiento ajeno, ya sea por la falta de un servicio judicial justo o por los dramas familiares que nos son muy comunes a los seres humanos, estaban horrorizados por lo que veían.

Vayamos a los hechos para no extendernos demasiado y aburrir al lector.

Sucedió así.

Todos los días por la tarde, cuando se celebraban las vistas y los jueces estaban desbordados de trabajo, y los secretarios preparaban el papeleo normal de cada caso para que fuera analizado por el magistrado asignado al caso, en el pasillo donde las partes esperaban su turno para ser oídas ocurrió lo siguiente.

Había un señor -no recuerdo su nombre, pero no viene al caso- que estaba sentado en un banco llorando a gritos.

Cuando le preguntaron qué ocurría, sollozó y dijo que su mujer le había pegado y echado de casa a esa hora.

Todos los presentes se apiadaron de él. 

Resultó que este incidente se convirtió en algo cotidiano en el juzgado y atrajo la atención de jueces y funcionarios.

Un día, el juez compadecido le llamó a su despacho y le preguntó por qué sucedía esto y por qué no denunciaba lo que estaba pasando a la policía o al Ministerio Fiscal para que se tomaran las medidas legales oportunas.

Entre lágrimas y sollozos, le dijo al juez que amaba a su mujer y que siempre se reconciliaban por la noche en la cama, y que el Fórum era un entorno propicio para desahogar su dolor, ya que en la calle llamaría demasiado la atención.

El juez quedó estupefacto ante tan insólita actitud y, profundamente molesto por el atrevimiento y también por haberle hecho perder su precioso tiempo de trabajo, lo expulsó de su despacho, diciéndole que solucionara sus problemas en casa y que no volviera a pisar el pasillo de la judicatura con iniquidades.

Algún tiempo después, la verdad salió a la luz, como siempre ocurre.

Su mujer le pegaba porque no quería ir a trabajar aunque estaba sano.

Sobre todo, cogía el dinero de la casa, que ganaba limpiando, y se lo gastaba en casas de apuestas, juegos de cartas y carreras de caballos.

Y entonces nos preguntamos:

¿Dónde estaba la justicia o la injusticia en este caso?

Plumas

P

Silvia C.S.P. Martinson

Traducida al español por Pedro Rivera Jaro
Volaré como plumas al viento
al encuentro de tu lecho.
Allí descansaré un momento
hasta que me llame
de la vida el llanto.
Entonces, cuando amanezca,
de nuevo y sólo entonces,
volveré a sonreír y a amar.
Y en lo más recóndito de tu pecho,
como plumas en el viento,
allí voy a aterrizar, ligeramente,
para me quedarme.

El mendigo

E

Silvia C.S.P. Martinson 

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro

Cuando trabajaba como abogado en una oficina de mi ciudad, por la mañana cuando llegaba siempre había un hombre sentado en la puerta de entrada. La ropa que vestía se veís que no había sido lavada en mucho tiempo.
 
Sus pies llevaban zapatos viejos que, sin embargo, lo protegían del frío que solía suceder en ese momento en mi tierra.
 
Vivíamos en el sur de Brasil donde hace mucho frío en invierno, hasta tenemos fuertes heladas que dejan árboles, aceras y coches llenos de escarcha.
 
En estos inviernos fríos es común que una persona enferma, pobre, necesitada y hambrienta, que duerme en la acera, muera de frío.
 
Entonces Jose -así le vamos a llamar a este pobre hombre para que no lo identifiquen los que viven ahí-  anduviera cada mañana por la oficina.
Era respetuoso, casi no hablaba y cuando lo hacía,  se expresaba con absoluta corrección.
 
En el barrio todos lo conocían y lo llamaban "José dos Trapos".
 
Las personas más amables a veces alcanzaban para él ropa y zapatos para ponerse, los cuales llevaba a una choza que había construido en una esquina por la que nadie pasaría.
 
Había un señor que trabajaba con nosotros en la oficina que todos los días, cuando llegaba, llevaba a José a una panadería cercana y le servía una taza de café caliente junto con un buen pedazo de pan con mantequilla y salchichas para calmar su hambre.
 
Después José desaparecía en silencio todo el día.
 
Sabíamos que iba a su cobertizo donde pasaría el día leyendo y escribiendo, ya lo habían visto llevando libros semi escondidos entre su pobre ropa. Libros, periódicos y revistas que recogía con ansias de la basura.
Después de todo el trabajo que siempre me esperaba en la oficina, un día me di cuenta que esa figura humana me despertó curiosidad.
 
E imbuido de este sentimiento, le pregunté a mi colega, que en cierto modo patrocinó a José, qué le pasó y por qué vivía así. Así, me contaron que  José había sido un gran estudiante y completó su curso de derecho con gran éxito.
 
Mientras trabajaba en su profesión, lo hizo de manera eficiente y con mucha competencia, lo que le valió fama y dinero. En el campo legal tenía una buena reputación como ganador de muchos problemas legales difíciles. Fue brillante.
 
Mientras tanto conoció a la mujer de la que se enamoró y se casó con ella. Tenían una hermosa casa en un barrio noble de la ciudad donde disfrutaban de todo confort y bienestar.
 
Tuvieron dos hijos, un niño y una niña que eran el orgullo y la pasión de José y su esposa.
 
La vida iba a su ritmo normal hasta que un día, cuando se dirigía al Foro para una audiencia que ya estaba próxima a empezar, José estaba conduciendo su coche por encima del límite de velocidad, con su esposa a su lado y sus hijos en el asiento trasero. 
 
Cruzó una avenida y en cierta esquina fue impactado por otro vehículo.
 
Esta colisión resultó fatal, y acabó con la muerte de sus hijos y su esposa. Solo él sobrevivió, pero con muchas secuelas físicas, que con el paso del tiempo fueron sanando. No así le ocurrió con las mentales.
 
El dolor de la separación le pesaba y no le permitió volver a su antigua vida profesional.
 
Vagaba por las calles como cualquier caminante, sus pertenencias personales las abandonó por completo y acabó por  asentarse exactamente con sus trapos en una choza que construyó con restos de materiales encontrados, justo en la fatídica esquina. Aquella en la que un día, debido a la imprudencia o al dedo del destino, todos tus sueños murieron.
 
Esta es la historia de José.
 
El colega y yo nos miramos tristemente, no dijimos más palabras.
Volvimos al trabajo.
La tarde casi había terminado.
Mañana sería un nuevo día, mucho trabajo seguro. Como siempre.

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