Pedro Rivera Jaro
Cuenta la leyenda de Rozas del Puerto Real que Majadillas, que era una aldea aneja a Cadalso de los Vidrios, fue abandonada en el primer tercio del siglo XIX porque se la comieron las hormigas. Sea verdad o no, lo que sí es cierto es que estaba situada en un paraje muy bonito, cercano al arroyo Tórtolas, y que del lugar se conservan en pie las ruinas de su iglesia de San Pedro. Además de la iglesia, en este pequeño poblado había 22 casas y 1 taberna. La población era de 20 vecinos que vivían dedicados a la agricultura.
Seguimos contando, según la leyenda, que a la aldea de Majadillas llegó un día una expedición enviada por la Hermandad Provincial de Ganaderos, interesados en incrementar allí el número de cabezas de ganado, que al parecer tenía los pastos muy desaprovechados. Dicha expedición llevaba vacas y caballos para donar a los lugareños, y el criterio que adoptaron para repartirlos se basaba en que aquellos hogares en los que la dirección de la casa la llevaba la mujer obtendrían una vaca lechera, y en los que fuera el varón quien dirigiera el hogar, se le regalaría un caballo.
El resultado de toda la operación fue que en todas las casas mandaba el ama de casa, excepto en la casa de Juan el Carbonero, que afirmó que en su casa mandaba él. En cada casa dieron una vaca, excepto en la casa de Juan el Carbonero, a quien le dieron un caballo totalmente blanco, que se llevó a su hogar tomado por el ronzal y lo ató en la anilla de hierro que había junto a la puerta de entrada de su casa.
Cuando su esposa vio el caballo blanco en su puerta, preguntó a Juan por él. Este le explicó que había escogido un caballo porque así podría usarlo para cargar los sacos de carbón vegetal que producía. Su esposa le contestó que el caballo blanco tenía que cambiarlo por otro que fuese negro, primero porque a ella le gustaba más de ese color, y segundo, porque con el polvo negro del carbón, siempre estaría sucio.
El carbonero volvió con el caballo y le dijo al responsable del reparto de los animales que se le cambiara por un caballo negro porque a su mujer le gustaba más de ese color. El responsable inmediatamente le dijo a su ayudante: “A éste, recógele el caballo y dale una vaca, porque en su casa manda su mujer, por mucho que diga que manda él".