Tradición de Año Nuevo

T

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro 

Ese año sería diferente.
Pueblo de Ornaisons - Francia.
Un pequeño pueblo con mil y pico habitantes y algunas peculiaridades, diferente de los demás pueblos.
 
Allí vivían productores rurales dedicados a la viticultura, de cuyos viñedos se extraían uvas de cepas finas para la elaboración de vinos de gran calidad, tan apreciados en toda Francia. También producían buenas cervezas con la cebada cultivada allí. En menor cantidad, también se criaban ovejas y cabras para el consumo doméstico y para la producción de lana que, tras ser esquilada, se enviaba a las industrias tejedoras que, posteriormente, enviaban los bellos tejidos a las modistas para la confección de ropa y abrigos para el invierno.
 
Bueno, volviendo a la historia que nos contaron; ya no eran niños, habían crecido. Casi todos tenían entre 16 y 18 años. Se habían criado juntos.
 
De niños esperaban con ilusión la Nochevieja.
El día transcurrió con cierta emoción, tanto por parte de los adultos como de los más pequeños.
 
Los adultos prepararían la casa, las mejores ropas y la cena, que debería ser diferente de otros días y de lo que solían comer durante todo el año.
 
En Nochevieja, la cena, que tenía lugar a medianoche, consistía en carne de cerdo, ensaladas más elaboradas, vinos más finos y, por supuesto, postres más sabrosos de lo habitual.
 
Los niños y los adultos se bañaban antes y se vestían con más cuidado, como era costumbre, también porque en esta época del año allí es invierno.
 
Es costumbre desde antiguo que al amanecer del 1 de enero los jóvenes del pueblo salgan a la calle y recojan todo lo que se encuentra en los umbrales de las casas o jardines sin que el propietario pueda darse cuenta, y depositen los productos en el centro de la plaza local donde también se encuentra el ayuntamiento.
 
Los jóvenes partían al amanecer desde distintos puntos de la ciudad y cargaban con todo lo que encontraban y lo depositaban en el centro de la plaza.
 
Ese año fue excepcional que llevaran bicicletas, macetas, papeleras e incluso un coche que, con la ayuda de unos pocos, abrieron la puerta del conductor, desbloquearon el vehículo y lo empujaron hasta la plaza.
 
Los ancianos ya habían olvidado esta costumbre y cuando se despertaron por la mañana se dieron cuenta de que faltaban sus pertenencias.
 
Hubo un alboroto en la ciudad. La gente corría por las calles buscando lo que les pertenecía.
Cuando llegaron al centro de la ciudad y vieron la plaza llena de las más diversas chucherías, se quedaron asombrados. Y los jóvenes que permanecían a un lado, sonrientes, observaban las reacciones de los supuestamente perjudicados. Se les interrogó duramente sobre si habían sido los autores de las desapariciones, a lo que respondieron con el mayor aplomo:
 
- ¡No, yo no! ¡De ninguna manera sería capaz de tal maldad!
 
Pero lo hicieron entre sonrisas y miradas furtivas de unos a otros.
 
Sin embargo, lo más interesante ocurrió al cabo de unos minutos, cuando la gente empezó a recoger sus pertenencias. Fue entonces cuando se puso de manifiesto la torpe naturaleza del hombre.
 
Algunos pensaban que las pertenencias de sus vecinos eran más valiosas que las suyas y empezaron a argumentar que eran suyas. El caos se instaló definitivamente y los agraviados, tras reclamar sus derechos y no ser atendidos, pasaron a la agresión física.
Viejos amigos se enfrentaron, amistades se desmoronaron, personas que se creían honestas e íntegras dejaron caer sus máscaras por un simple jarrón de flores.
 
Todo esto sucedía ante los ojos estupefactos de los jóvenes que tenían en algunos vecinos e incluso familiares la representación de la más pura honestidad.
 
Esta fecha está grabada en la memoria y en los anales de la historia de este pueblo.
Y hoy, por precaución y por experiencia, los adornos, jarrones, macetas y otros objetos que se encuentran habitualmente en las calles y jardines se recogen después de la cena de Año Viejo, en el paso del 31 de diciembre al 1 de enero, dentro de la casa de cada propietario.
 
Olvidé decírtelo: Ese día también se rompió un compromiso que había durado algunos años.
Los padres de los novios se pelearon por una vieja bicicleta y no permitieron que sus hijos se casaran. La novia sigue llorando hasta el día de hoy, desconsolada, mal considerada y solterona. El prometido se fue a otra ciudad, se casó allí y tuvo un "montón" de hijos.
 
Se dice de pasada, y casi para terminar que fue uno de los líderes que planearon toda la broma. Aún hoy siguen diciendo, los que eran jóvenes entonces, que cuando salen a la calle y se encuentran con los que intentaron robarles lo que no era suyo, los identifican y les lanzan palabras como
- ¡Sé lo que hiciste!

Sobre el autor/a

Silvia Cristina Preissler Martinson

Nació en Porto Alegre, es abogada y actualmente vive en El Campello (Alicante, España). Ya ha publicado su poesía en colecciones: VOCES DEL PARTENÓN LITERARIO lV (Editora Revolução Cultural Porto Alegre, 2012), publicación oficial de la Sociedad Partenón Literario, asociación a la que pertenece, en ESCRITOS IV, publicación oficial de la Academia de Letras de Porto Alegre en colaboración con el Club Literario Jardim Ipiranga (colección) que reúne a varios autores; Escritos IV ( Edicões Caravela Porto Alegre, 2011); Escritos 5 (Editora IPSDP, 2013) y en español Versos en el Aire (Editora Diversidad Literaria, 2022).
En 2023 publica, mano a mano con el escritor Pedro Rivera Jaro, en español y en portugués, el libro Cuatro Esquinas - Quatro Cantos.

Síguenos