Mira Pirule, el perro labrador

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Pedro Rivera Jaro

Cuando vivían en Pinto, Fermín y María con Cuca (Maruja), Rafa y Conchita, y comerciaban con pescado, surgió una oportunidad de arrendar la taberna que estaba junto a la pescadería, en la plaza de Pinto.

Por la tarde del día de Nochebuena de 1945, el Concejal de Pinto acudió a la pescadería de Fermín, para comprar pescado para la cena. Pero todo el pescado estaba ya vendido, y así se lo hizo saber Fermín. Pero había allí, sobre el mostrador un hermoso besugo, y el Alcalde insistió en que se lo vendiera. Fermín le dijo que ese besugo se lo había encargado otra clienta que llamaban La Rata, y no podía dejarla sin él. El Concejal se marchó enfadado con Fermín, pero Fermín era un hombre de palabra y aquel besugo lo había comprometido ya, de palabra.

En aquellos años de posguerra los Concejales eran todos declarados partidarios del régimen de Franco, y sus palabras eran ley para la Guardia Civil.

Fermín tomó en arriendo la taberna, aunque había otra señora que la pretendía. Aquella señora resultaba que era la amante del Concejal, (en aquella época le decían “querida”). Y el Concejal que no podía declarar públicamente su interés porque en el bar se lo quedara la citada señora, añadió otro motivo por el que tener ojeriza a aquel rojo, que era Fermín.

Los Guardias Civiles, fuera de servicio, paraban en la taberna y tenían buena relación con Fermín. Por esa razón, en secreto, le comentaron a Fermín que el Concejal estaba recabando informes de los antecedentes políticos de Fermín, y que aún sabiendo que era una buena persona, les iban a obligar a actuar contra él.

Fermín había sido durante la guerra de España, Comisario Político de las Juventudes Socialistas Unificadas y había pasado año y medio en prisión, pero nunca habían descubierto que tenía grado de Capitán, pues si lo hubieran descubierto, muy probablemente seguiría estando encarcelado todavía. Por todo esto, Fermín y María decidieron marcharse urgentemente de allí, y salvar la vida al menos.

Tenían un perro labrador de color canela, clarito, que se llamaba MIRA, que habían criado en la casa y al que los niños adoraban. Fermín arregló con un vecino y amigo de Pinto que se quedara con el perro, y cómo los niños no se consolaban de la falta de su perro, aquel hombre les regaló unos juguetes a los niños. Pero el perro escapaba y volvía a la casa de Fermín una y otra vez, de manera que el vecino tuvo que encadenarlo en su casa para evitar su fuga.

Una noche salieron a escondidas de Pinto, en un automóvil en el que transportaron sus escasas pertenencias. Y emprendieron una nueva vida en Madrid, en la calle María Guerrero.

Pasaron varios meses y un buen día Cuca volvía del colegio, y vio a lo lejos un perro que llevaba un señor, atado a una correa. Cuca pensó que aquel perro se parecía a su Mira, más aún, que era idéntico a su perro, pero más estropeado y más delgado. De pronto Maruja gritó con toda la fuerza de sus pulmones: MIRA PIRULE (Pirule le decía siempre la señora María cuando llamaba al perro para echarle de comer, el guiso de arroz y casquería). El perro al oír el grito de la niña, dio un fuerte tirón y se soltó de la mano del señor que le llevaba de la correa. Aquel animalito corrió hasta la niña y empezó a dar saltos y a hacer zalemas, sin parar. Lloraba de alegría aquel perrito, dando pequeños ladridos, como si llorara y se subía las manos a los hombros de Cuca y lamía la cara con su lengua. La niña lloraba de alegría repitiendo Mira, mi Mira Pirule precioso.

El perro se había escapado en Pinto y llegó hasta Madrid en busca de sus amos, y estaba famélico cuando le había recogido el señor que le llevaba de la correa, le había estado alimentando y le había llevado al veterinario, haciendo unos gastos que reclamaba a Fermín, cuando acompañó a Cuca, que lloraba por recuperar a su MIRA.

Después de cobrar la factura del veterinario, aquel señor que había visto claramente que el perro adoraba a aquella niña, dijo lacónicamente: El que da pan a perro ajeno, pierde pan y pierde perro.

Sobre el autor/a

Pedro Rivera Jaro

Nació el 24 de febrero de 1950 en Madrid, España. Jubilado con estudios de Empresariales, Marketing y Logística. Dedicado por afición a la narrativa y poesía. Jurado en el Concurso Cultural FECI/INTE, participante en el Libro Versos en el Aire, con el poema ¿A dónde va?
Concurso Villa de Lumbrales XXII, de la Asociación de Mujeres.
Concurso de Editora Ex Libric, con el trabajo 48 Palabras.
En 2023 escribió, mano a mano con la autora Silvia Cristina Preysler Martinson el libro, en español y portugués, Cuatro Esquinas - Quatro Cantos.

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