Pedro Rivera Jaro
Cualquier persona sabe que no tiene posibilidad de recuperar la juventud. Muchos sabemos que en ocasiones, cuando somos jóvenes, nos intoxicamos la cabeza con ilusiones. Son ilusiones que, en la mayoría de las ocasiones no llegan a verse realizadas nunca.
Los padres de cada uno, con su mejor intención te orientan para que te prepares para lo que, piensan ellos, será lo que consiga traerte el mejor futuro posible, e incluso si tienes otras preferencias, intentan que te olvides de ellas para que te enfoques hacia lo que, piensan ellos, que será lo mejor para ti.
Cuando yo era niño me encantaba jugar al futbol, pero mi padre me decía siempre, que dejase de jugar y me dedicase a estudiar, que sería la forma de que llegase a ser un hombre de provecho en el futuro.
También quise estudiar música cuando tenía 9 años. Cuando me examiné en junio de 1959 del examen de ingreso de Bachiller y lo aprobé, mi padre me regaló como premio, una bandurria con su estuche. Ese verano, en la sierra, en el pueblo de mis abuelos maternos, Las Rozas de Puerto Real, donde mi padre había construido una casita, el sacerdote del pueblo, D. Antonio que era una excelente persona, me estuvo enseñando a tocarla por el método de los números señalados en las líneas del pentagrama. Aquel verano aprendí a tocar canciones como "Yo te daré", "Yo vendo unos ojos negros", "Clavelitos", y otras que practiqué muy gustoso, porque yo tenía una gran afición por la música.
Cuando regresamos a Madrid a final del verano y reemprendí mis estudios ya en primer curso de bachillerato, mi profesor que era el Director del Colegio, al saber que yo estaba aprendiendo a tocar la bandurria, le dijo a mi padre que, o estudiaba o me dedicaba a tocar la guitarra. Ni siquiera supo distinguir entre guitarra y bandurria. ¡Qué gran profesor que no supo ver, que la música podría constituir una actividad complementaria con las asignaturas del bachillerato!.
Mi padre, que tenía al Director don Francisco en un altar como si fuera un Santo, tomó la funda de la bandurria con élla dentro, y poniéndola en lo alto del armario ropero de su dormitorio me dijo: “Hasta que acabe el curso, no vuelvas a tocarla”. Y yo aguantando mis lágrimas no me atreví a contestarle a mi padre, pero en mi fuero interno y lleno de pena pensé: “No la volveré a tocar más”. Y así fue.
Yo ahora tengo escritos muchos poemas. Si me hubiera dedicado a la música, probablemente hubiera sido compositor de canciones, pero eso es algo que hoy, a mis 72 años, no sé si habría acontecido, porque no se me permitió seguir aquel camino.
Y eso mismo ocurrió con otros intentos posteriores, como por ejemplo mi intención de estudiar Veterinaria, que no le gustaba a mi madre, y me desanimó de mi deseo porque le parecía una profesión poco brillante para su hijo.
En fin lo que quiero deciros, es que no permitáis que nadie os desvíe de vuestras aficiones para enfocar vuestras vidas. Es muy importante, muy importante, dedicarse a lo que os pueda hacer felices. La vida puede parecernos larga, pero en realidad, se hace muy corta y liviana si la desarrollamos haciendo aquello que más nos satisface.