El rastro de los sesenta

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Pedro Rivera Jaro 

Desde el primer día que mi padre me llevó a conocer El Rastro, cuando yo tenía como 10 años, me sentí atraído por este Gran Mercado Callejero hasta tal punto que a partir de entonces, me juntaba con mis amigos o, a veces, con mi primo Polo y nos acercábamos allí, a curiosear por todas aquellas calles en las que se podía encontrar cualquier cosa que buscases, un cinturón de cuero, un reloj, un disco de música, una bicicleta, una camiseta, unos pantalones, cualquier herramienta de mecánico, de albañil, de carpintero, de electricista o de cualquier otro oficio.

Entonces como ahora, había tiendas establecidas y muchas más que se extendían en tenderetes de lona con estructura metálica, que se montaban a lo largo de las aceras en la Ribera de Curtidores, Mira el Río, Plaza de Cascorro, Ronda de Toledo, Plaza de Vara del Rey, Carlos Arniches, Plaza del Campillo del Mundo Nuevo, etc.

Recuerdo un domingo que acompañé a mi madre allí, y compramos dos bicicletas usadas de segunda mano, una de niña, sin barra superior entre el sillín y el manillar, de color rosado, que era para mi hermana Maribel, y otra más chiquitita de color azul, para mis dos hermanos pequeños, de la mitad de lo que le habría costado una sola de ellas si hubiera sido nueva.

Entre los dos, las llevamos en el autobús de la Colonia Agrícola, que nos llevó hasta la esquina de los Talleres Recuero, en el cruce de la Carretera de Carabanchel Alto y la de Villaverde Alto. Desde allí las bajamos rodando sobre sus ruedas hasta la Calle de San Fortunato, donde estaba nuestra casa.

Mi querida madre iba disfrutando por el camino, pensando en lo que gozarían mis hermanos, como así fue, desde el mismo momento en que pusieron sus ojos en ellas.
A mi madre la costó discutir con mi padre, porque el dinero en aquella época siempre era escaso, pero al final mi padre tuvo que reconocer que había hecho una buena compra, máxime viendo disfrutar a mis tres hermanos, aprendiendo a montar en bicicleta en el enorme patio de nuestra casa, ayudados por mí, para evitar que se cayeran al suelo.

Entre todas las calles de El Rastro, había una que tenía un atractivo especial para mí. La llamábamos la calle de los Pájaros, aunque su verdadero nombre es Fray Ceferino González.
En aquella calle vendían todo lo necesario para criar todo tipo de aves, tales como gallinas, palomas, jilgueros, canarios, mixtos, loros, guacamayos jacintos. Jaulas, piensos, redes de captura, ballestas o costillas, liga para atrapar pájaros vivos. Perros, gatos, conejos, hurones para su caza en madriguera, capillos para colocarlos en las bocas de las madrigueras y evitar su huida, etc.

En una ocasión compré una paloma y la junte con otras que teníamos en un palomar en casa. La paloma escapó y cuando la volví a ver fue en el mismo puesto en que la compré la semana anterior.

Esa calle estaba cada domingo atestada de gente, tanto que casi no se podía caminar por ella.

En la sociedad española de aquella época estaban bien vistas muchas costumbres que hoy en día son impensables, y que la ley persigue.

Hoy he caminado por aquella calle y no queda ninguna tienda de venta de animales. En cambio hay abiertos varios bares, una pizzería, un Hostel, un Centro Comunitario de personas mayores LGTBI, un local de pilates con entrenador personal, un local de práctica de Yoga, una Escuela de Circo y un Estudio de Arquitectura.

Nada que ver con lo de mi adolescencia y reflejo de la variación producida en nuestra sociedad.

En la esquina con la Ribera de Curtidores, existe hoy una tienda de ropa, calzados y de deportes de sky montaña, bastante buena por cierto, pero en el mismo local existía una de las mejores tiendas de música, donde los adolescentes buscábamos y encontrábamos los discos más modernos del momento, de 45, o Long Plays, los posters de los conjuntos más conocidos: Rolling Stones, The Beatles, Los Platers, Los Mustang, The Shadows, Paul Anka, Nat King Cole, Frank Sinatra, etc..
Aquella tienda era lo más en modernidad musical.

Y yo he recordado todo esto dando un paseo, caminando muy despacito, arriba y abajo de mi recordada calle de LOS PÁJAROS.

Sobre el autor/a

Pedro Rivera Jaro

Nació el 24 de febrero de 1950 en Madrid, España. Jubilado con estudios de Empresariales, Marketing y Logística. Dedicado por afición a la narrativa y poesía. Jurado en el Concurso Cultural FECI/INTE, participante en el Libro Versos en el Aire, con el poema ¿A dónde va?
Concurso Villa de Lumbrales XXII, de la Asociación de Mujeres.
Concurso de Editora Ex Libric, con el trabajo 48 Palabras.
En 2023 escribió, mano a mano con la autora Silvia Cristina Preysler Martinson el libro, en español y portugués, Cuatro Esquinas - Quatro Cantos.

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