La guerra de Melilla en 1909

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Pedro Rivera Jaro

Una de las guerras de España en Marruecos tuvo lugar el año 1909. A aquella guerra, como a todas las guerras, contribuyó el pueblo con su sangre más joven y también con sus oficiales militares más valientes, como el Capitán Melgar.
 
Los políticos originan las guerras y los hijos del pueblo, que no tienen dinero para pagar la Bula de Salvación, y evitar la entrada a filas, vierten su sangre en defensa de intereses de unos pocos poderosos a los que ni siquiera conocen. Todo ello en nombre de la "patria". Pues bien, mi abuelo paterno, Apolonio, que tenía a la sazón 21 años, fue uno más de aquellos jóvenes.
 
Cuando yo tenía como 12 años, mi abuelo ya debía de contar como 74 años, y debido a una insuficiencia de su riego sanguíneo, durante las noches sufría episodios que le hacían llamar en sueños a su madre, dando voces y despertando a mi tía Lucía y a mis primas Isabel y Rosita.
 
Para compartir esa pequeña contrariedad, porque el resto del tiempo mi abuelo era una persona muy cariñosa con su familia y muy apreciado por vecinos y amigos, decidieron los cinco hijos, o sea, mis tíos y mi padre, acompañarle cada noche por turno y así, el resto de familia podía descansar. El problema surgía porque mi padre y mi tío Víctor eran camioneros y a veces el sueño durante la conducción, podía interrumpir la concentración que requiere conducir un camión, como le ocurrió en una ocasión a mi tío Víctor, que se salió de la carretera y afortunadamente no tuvimos que sufrir graves consecuencias. Para evitar esto, los nietos cuando era estrictamente necesario que nuestro padre o tío durmieran, hacíamos el acompañamiento al abuelo durante la noche, para atenderle con todo el cariño que nuestros mayores merecen.
 
Mi abuelo no acostumbraba a hablar demasiado, pero de vez en cuando contaba alguna cosa, siempre con mucho cariño y una sonrisa en su cara. A mi padre le llamaba cariñosamente el Negro, porque era moreno de pelo y de piel, curtida por el sol. Decía de él, que siempre fue diferente a los demás hermanos. Otro recuerdo que tengo, puede que de los primeros de mi vida consciente, era en un día soleado, precioso, en el que estaba mi padre y mis tíos en un campo de lo que hoy es la Ciudad de los Angeles, en Madrid, y mi abuelo conmigo, mientras ellos recogían en ese campo la cosecha de garbanzos, mi abuelo me llevó debajo de un gran depósito de agua, cuyos soportes eran columnas de hierro, y allí se quitó su boina negra, que siempre vestía en su cabeza, y me tomó la mano, sacando del interior de la boina un grillo negro, que pretendía que yo tomara en mi mano, pero que a mí me daba miedo. Su sonrisa era completa, su boca y sus ojos estaban iluminados, y hablándome muy suavemente me decía: no tengas miedo hijo, mira no hace nada. ¿Ves como lo tengo yo? Mi miedo desapareció y cogí el grillo que, después de un rato lo soltamos, para que siguiera viviendo libre.
 
También me contó, durante una noche que le velaba y despertó, acerca de cuando estuvo combatiendo en la Guerra de Melilla, donde estuvo a punto de morir por efecto de la peste y por los combates con los Kabileños.
 
El era acemilero, o sea que se ocupaba del cuidado y manejo de las mulas o acémilas, que eran el transporte fundamental en aquellos terrenos abruptos, para el armamento pesado, municiones y otros suministros en general necesarios en aquella situación. Cada día tenía que llevar las mulas a beber agua a una fuente, a la que había que acceder bajando por un barranco, en cuya parte más baja estaba el abrevadero. Desde lo alto de los cerros que bordeaban el barranco, los Kabileños ocultos disparaban con sus fusiles a los soldados españoles de abajo, y les producían muchas bajas.
 
Mi abuelo me contaba que se arrimaba a una de las mulas, resguardándose detrás de la cabeza, cuello y patas del animal, y así le servía de parapeto. Aquel Barranco era denominado del Lobo.
 
En aquel momento entendí la canción que oía cantar a las niñas cuando yo era más pequeño, mientras ellas saltaban a la comba: “En el Barranco del Lobo// hay una fuente que mana// sangre de los españoles// que murieron por España.// Pobrecita niña // ¿cuánto llorará?// al ver a su novio// que a la guerra va. //Ni me peino ni me lavo, // ni me pongo la mantilla,  //hasta que vuelva mi novio, // de la guerra de Melilla. // Pobrecita niña //¿cuánto sufrirá // pensando en su novio // que en la guerra está//
 
Otra cosa que me contaba era como le rescató de entre los muertos y desahuciados por la peste un paisano, compañero y amigo suyo, cuyo nombre no recuerdo, aunque si su apellido que era Ramos, cuando le llevaron los enfermeros a un barracón al que arrojaban los muertos víctimas de la terrible peste que se desató entre los componentes del ejército español de África. Cuando su amigo Ramos pudo ir a verle a la compañía y se enteró de que se lo habían llevado al depósito de cadáveres, dijo que no podía ser, que por la mañana le había visto recuperándose, despacito pero recuperándose. No contento con la situación, se dirigió al Depósito, y comprobó que la puerta del mismo estaba cerrada con candado, pero encontró una ventana que no estaba bien cerrada, y por ella pasó al interior. Buscó allí a mi abuelo hasta encontrarle, y comprobar que seguía vivo. Cargó con él sobre su espalda y lo arrastró hasta la ventana, sacándole al exterior y llevándole hasta la compañía, con la ayuda de otro compañero que le esperaba fuera del Depósito de Cadáveres. Aquel tremendo gesto de solidaridad, amistad y compañerismo, siempre lo he tenido presente y sin él, probablemente yo no existiría ni estaría contándoos esta historia.
 
Mi abuelo Apolonio se curó y llegó a vivir cerca de 80 años. Aquel amigo que le sacó literalmente de entre los muertos, visitaba en Madrid la casa de mi abuelo y yo le veía cuando era un niñito, pero yo entonces desconocía lo que os estoy contando, y que era el origen y cimiento de su gran amistad que duró hasta su muerte.

Sobre el autor/a

Pedro Rivera Jaro

Nació el 24 de febrero de 1950 en Madrid, España. Jubilado con estudios de Empresariales, Marketing y Logística. Dedicado por afición a la narrativa y poesía. Jurado en el Concurso Cultural FECI/INTE, participante en el Libro Versos en el Aire, con el poema ¿A dónde va?
Concurso Villa de Lumbrales XXII, de la Asociación de Mujeres.
Concurso de Editora Ex Libric, con el trabajo 48 Palabras.
En 2023 escribió, mano a mano con la autora Silvia Cristina Preysler Martinson el libro, en español y portugués, Cuatro Esquinas - Quatro Cantos.

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