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Irene la loca

I

Carlos Boné Riquelme

 
Irene llego a Concepción al borde de los 70, y su llegada no paso desapercibida, pues sus minifaldas, acompañadas de unas botas largas que le llegaban hasta media pierna, con su cabellos negro, reluciente, largo hasta la cintura, y con ese desparpajo de aquellos que ya han recorrido muchos mundos, y nada les asusta. Ella tenía dos hermanas que la acompañaban siempre.
 
Y en aquel 1969 entonces, no era raro verlas paseando por el centro de Concepción, atrallendo miradas, y cuchicheos que iban quedando en el camino, pero a los que ellas no le paraban bola. Yo tuve la suerte de conocerlas.
 
Me las presento un día de invierno, gris pero no lluvioso, mi gran amigo Oscar Flores. Las hermanas estaban sentadas en la plaza, casi frente a la Intendencia, mirando con indiferencia el paisaje urbano, y Oscar, que, por supuesto ya las conocía, me dijo, "ella es Irene, la mujer mas extraordinaria que hayas conocido".
 
Y ella me miro con una sonrisa que ilumino su rostro pálido, y con sus ojos me examino, pues yo era un chiquillo de quizás 16 o 17.
Pero nos hicimos amigos, con el respeto que se tiene a alguien que rompe los esquemas, y que atraviesa barreras.
 
Tengo tantos amigos en esa clasificación.
Luego, ellas, las hermanas, se hacen amigas de los muchachos de la radio Bio-Bio, y con aquello, los lazos entre nosotros se estrecharían aun mas, pues me las encontraba constantemente en el apartamento de Claudio Coopman, hijastro de Petronio Romo el gran locutor de la radio.
 
La hermana del medio, Natalia creo que se llamaba, le fabrico a Claudio, un Montgomery, de aquellos que estaban de moda, de una frazada beige a rayas rojas. El Montgomery era fuera de serie, y Claudio lo uso por mucho tiempo.
 
Las tres tenían gran facilidad para la costura.
Pero luego sabría la tragedia detrás de Irene, la loca encantadora.
 
Irene emigro a Canadá, sola, y alla conocería a un canadiense del cual se enamoro. No recuerdo los detalles que ella me conto en medio de algún cafe con gigarro incluido.
Se casaron, y se mudaron a la típica casa "en los suburbios" como se llama en Norte América a las casas típicas de clase media, fuera de las áreas urbanas, que generalmdente son mas tranquilas.
 
Pero ambos eran bohemios, y quizás aun con algo de influencia Hippie, en aquellos tiempos. El era fotógrafo profesional, e Irene se dedicaba a la moda.
 
Así, un día cualquiera conocieron a un tipo muy simpático, europeo, educado y bien parecido, que aun recién llegado a Canada no tenia lugar donde quedarse.
 
Ellos siendo tan libres como eran, le ofrecieron alojamiento en la casa, que además tenia tres cuartos, y de los cuales ellos solo usaban dos.
El amigo se mudó a vivir a la casa con ellos, y más allá de cooperar con algo de "Grass" a la economia hogareña, no se veia mas intento de trabajar, o tener vida mas allá de las fiestas que se extendían por muchas horas.
 
Además, lo que había sido una solucion temporal, se transformo en algo atemporal. Y sin intención de resolver.
 
Así, una noche, después de una fiesta, ya cansados de la situación, ellos confrontaron al amigo y le explicaron que el vivir todos juntos también tenia cierto nivel de responsabilidad. Le dijeron lo mas claramente posible que quizás seria mejor que se buscara otro lugar donde vivir.
 
Pero la conversación subió de tono, y empezaron los gritos, y de pronto el amigo cogió un cichillo de la cocina, y se lo enterró en el estomago al marido de Irene, y luego le dio varios cuchillazos más en diferentes partes del cuerpo, mientras Irene histérica ante esta inesperada escena, gritaba y escapaba a esconderse, perseguida por el tipo, que ya fuera de si, quería matarla.
 
Ella se encerró en una habitacion, y se escondió adentro de un closet, desde donde escucho los golpes que el asesino propinaba a la puerta, rompiéndola, pero cuando iba a abrir el closet donde se encontraba Irene, llego la policía, y lo detuvieron y rescataron a una aterrada Irene a la cual llevaron al hospital para tranquilizarla, pues no tenia daño físico.
Pasados los días, y después de cumplir con todos los requisitos legales, ella se regreso a Chile.
 
Y esa es la historia de una muchacha llamada Irene "la loca", y a la cual nunca mas volví a ver, o saber de ella.

El valiente

E

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro
 
Había un hombre que conocí hace muchos años. Era una persona alegre, inteligente, perspicaz y muy observadora. Ya era mayor. Durante su vida tuvo muchísimas experiencias.
A pesar de su edad, todavía tenía buen aspecto, lo que de alguna forma lo hacía atractivo para las mujeres. Y realmente eran ellas quienes más lo atraían y llamaban su atención.
Se llamaba Juan.
 
Supuestamente, Juan era un nombre muy común en aquella época, dado que el rey de entonces también se llamaba así, pero con una gran diferencia: nuestro Juan no era rey y tampoco pretendía serlo, a pesar de saber manejar muy bien sus cuentas y economías. Vivía en España.
 
Juan había estado casado muchas veces debido a su inevitable predilección por las mujeres, lo que hacía que no permaneciera mucho tiempo con ninguna.
 
Pues bien, nuestra historia comienza con Juan, pero no termina con él.
 
En un paseo matutino, me narró entre risas una historia, de entre las muchas que vivió, que me pareció hilarante y que ahora relataré en estas pocas líneas.
 
Juan fue un alto ejecutivo de una empresa y, como ejercía un cargo de dirección, tenía contacto con los demás empleados, lo que incluso le permitía escuchar sus llamadas telefónicas, digamos, más personales.
 
Entonces, Juan me contó que un empleado suyo recibía diariamente en la oficina llamadas de su esposa, quien estaba en casa y acostumbraba darle órdenes y también reprenderlo por teléfono. Este hombre se llamaba Andrés.
 
Cuando el teléfono sonaba para Andrés y él verificaba que era su esposa, bajaba la cabeza, permanecía callado y con una expresión de sumisión. Movía los brazos como si estuviera asintiendo a todo lo que ella le decía.
 
En la oficina, todos ya estaban acostumbrados a su manera servil de acatar las órdenes de su esposa, y entre ellos intercambiaban miradas burlonas y sonrisas disimuladas.
 
Sin embargo, al terminar la llamada, Andrés se transformaba, se convertía en otro hombre y, para que todos lo escucharan, decía en voz alta y firme, como si aún estuviera hablando con ella, aunque ya no hubiera nadie en la línea:
 
—¡Ana (Ana era su nombre), tú sabes que en nuestra casa el que manda soy yo!
¡Cállate! ¡No me molestes ni me contradigas!
¡Mujer molesta e imprudente!
¿No ves que estoy en el trabajo y no puedo estar a tu disposición, criatura infeliz?
¡Cuando llegue a casa, te castigaré como mereces!
¡Corto ahora la llamada, tengo que trabajar!
 
Juan me contó, entre carcajadas, que en la oficina, después de esta escena cómica que ocurría casi a diario, los hombres, irónicamente y con sarcasmo, aplaudían a Andrés, elogiando entre risas lo valiente que era.
 
Sí, en verdad muy valiente... cuando el teléfono ya estaba colgado.

Mi camino

M

Silvia C.S.P. Martinson

 
¿Que caminho recorrer?
Me pregunto, ¿por qué?
Si dudas tengo,
¿qué senda tomar?
El día de esperanzas me trae
momentos inolvidables,
alegrías y horas felices
en los caminos
por nosotros urdidos.
Al amanecer y al alba,
mi alma rejuvenecida
te esperaba y aún espera, olvidada
de que la noche siempre llega
y, a veces, el oscurecer
nos hace olvidar el camino trazado
e inevitablemente entonces
nos hace perder.

Pedrito y Marlene

P

Alvaro de Almeida Leão

Traducido al español por José Manuel Lusilla
 

Pedritoo es un pequeño comerciante en una diminuta ciudad del interior, donde todo el mundo conoce a todo el mundo.

Al salir con Marlene, que es secretaria ejecutiva en la empresa de la que su padre es propietario, Pedrito encontró su verdadero amor. ¡Qué pareja simpática y prometedora!
Para expresar todo su sentimiento, Pedrito comenzó a ostentar en el cristal trasero de su automóvil lo mucho que la ama:

CREO QUE SOY EL ALMA GEMELA DE MARLENE

Es una forma original de expresar un amor tan puro. Marlene, halagada, respondió colocando un mensaje en su coche:

YO NO LO CREO. ESTOY ABSOLUTAMENTE SEGURA 

Luego, la atención se centró en Pedrito, quien, sintiéndose obligado a devolver el gesto, se expresó de la siguiente manera:

REALMENTE, ME EXCEDÍ. NO TENGO DUDAS, SOY EL ALMA GEMELA DE MARLENE 

De manera natural, se estableció un canal de comunicación entre los dos (como un blog a cielo abierto) sobre temas, siempre que no fueran de tono íntimo, para alegría de familiares y amigos.

Un día, llegó la pregunta que todos esperaban con ansias:

QUERIDA MARLENE, ¿QUIERES CASARTE CONMIGO? -

La respuesta de la feliz pretendida Marlene no tardó:

¡SÍ, SÍ, SÍ, SÍ, SÍ, SÍ, SÍ, SÍ...MIL VECES, SÍ! -

Seis meses después, los invitados al matrimonio de los dos (con textos idénticos) aparecieron tanto en el coche del novio como en el de la novia.

Casados, a partir de ahí todo fue conforme a lo esperado. Felicidad general e irrestricta. Las personas inteligentes, honestas y trabajadoras tienden, por merecimiento, a progresar siempre.

Casi al cumplir un año de casados, Marlene comenzó a sentir los bienvenidos síntomas de náuseas, para felicidad de todos. Los mensajes en los respectivos coches decían:

¡FAMILIA AUMENTADA A LA VISTA! 

Tras el nacimiento de la primogénita Ana Clara, se anunció la próxima llegada de su hermanito, Carlos Augusto.

Así, pasaron los años y la vida. Cuando les preguntan a nuestra pareja cómo están, la respuesta inmediata y orgullosa es: si mejora, se estropea.

Cuando celebraron sus bodas de plata, fue con gran satisfacción que anunciaron a sus hijos ya estaban licenciados de la universidad, acompañados de prometedores proyectos profesionales.

En su cincuenta aniversario de ejemplar unión, cuando les preguntaron sobre qué aspiraciones les gustaría ver cumplidas, pidieron un tiempo para responder. Días después, los exhibían en sus automóviles:

DIOS PERMITA QUE JAMÁS VIVA SIN MI PEDRITO (Marlene) 

QUIERO A MARLENE SIEMPRE A MI LADO, SIN ELLA MI VIDA PERDERÍA EL SENTIDO (Pedrito) -

Una gran conmoción por la triste noticia del fallecimiento de los ilustres Pedrito y Marlene, quienes fueron alcanzados por otro vehículo que circulaba en sentido contrario, mientras viajaban en su automóvil por una carretera nacional.

Consternados, sus hijos, nuera, yerno y nietos.
Tiernas memorias de que los últimos deseos de los queridos e inolvidables Pedrito y Marlene fueron cumplidos íntegramente:

UNIDOS EN LA VIDA, EN LA MUERTE Y POR TODA LA ETERNIDAD 

Andrea y Angélica

A

Carlos Boné Riquelme

 
El Astoria amaneció soleado con sus brillantes rayos golpeando la acera, y con un calor suave que se deposita sobre las cabezas de los muchos concurrentes. Y son muchos.
 
Son casi las 12 del mediodía, y ya la calle está repleta de muchachos caminando de un lado al otro, o simplemente, estacionados frente a un carro conversando en grupos desde donde se escuchan las carcajadas, y las voces que se multiplican y se mezclan en una algarabía alegre y colorida.
 
Y allí están ellas, Andrea y Angelica. Las dos paradas, conversando, mientras sus ojos barren la calle de miel y azul. Se mantienen casi quietas entre la muchedumbre que se mueve de un lado a otro. Y conversan con muy pocos gestos. Solo sonrisas y movimiento de ojos que comunican aquello que quieren decir sin palabras.
 
De pronto, entre la muchedumbre está el. Parado, muy quieto, pero transfigurado en una mirada de admiración. Andrea siente esa mirada, y se torna levemente para observar al muchacho que abrazado a una “lola” las mira desde lejos. Le comenta algo a Angelica, quien casi sin moverse gira su cabeza mientras su negro cabello se agita imperceptiblemente para mirar en la dirección indicada con aquellos ojos azules que miran con atención.
 
Y el muchacho se sonroja, a la vez que la lola abrazada a él lo mira y lo mueve de lugar con un gesto posesivo y le dice algunas palabras que no parecen generosas, pues él se torna hacia ella y le conversa muy quieto tratando de explicar lo inexplicable.
 
La muchacha sin parar de hablar mira a Andrea y Angelica con ojos poco amigables, casi con odio, pero dejando entrever un dejo de admiración imposible de esquivar pues ellas se ven especiales, casi diferentes en el espectro multifacético de los movimientos casuales de esta calle.
 
Andrea sabe que esto no es casual. Angelica así lo comprende, pues no es primera vez que ellas han sentido la mirada de este desconocido analizándolas con admiración, con adoración, quizás un poco transfigurado en una emoción que el mismo no puede explicar. Pero es que ellas son así.
 
Esa naturalidad que las envuelve como halo, las convierte en algo especial. Ambas son como ajenas a esta realidad, pero inmersas en la luminosidad de la primavera cálida que las absorbe y las proyecta entre la multitud.
 
Ellas sienten el resentimiento de esa muchacha y lo entienden. Se sienten casi hermanadas con ese sentimiento de posesión que a la vez es miedo de perder lo que ella ama.
 
¿Pero qué pueden hacer ellas? No es su culpa…
aún más, a él no lo conocen, no saben quién es ella, o el; nunca han conversado o coincidido en algún lugar.
 
No pueden evitar entender lo absurdo de la situación. Y así, el desconocido se evapora en medio de los reproches de su novia, y ellas, Angelica y Andrea se quedan confusas y risueña.
 
Así, el tiempo pasa inexorablemente. De aquellos lejanos 70 llegamos a ese nostálgico encuentro de los amigos del Astoria que ocurrió el año 2009.
 
Nuevamente, después de largo tiempo separados, los mismos amigos de aquellos 1970, nos volvemos a encontrar con aquellos que compartimos esa “Astoria” infinita y revoltosa.
 
Volvemos a caminar las baldosas y sentir los rayos del sol, claro que mucho más adultos. Reímos, nos abrazamos y luego nos sentamos en un almuerzo que fue de amistad, aunque la comida fue casi olvidada en esta alegría única de estar juntos.
 
Y llego la noche con su fiesta del Club Alemán. Llegaron muchos…muchos más de lo que se esperaba. Allí, nuevamente vemos a Andrea y Angelica, las dos paradas como si el tiempo no hubiera transcurrido. Casi idénticas entre miel y azul. Con esas sonrisas cálidas y la conversación callada de los gestos y las miradas.
 
Y de pronto, aquel desconocido de los 70 aparece de la nada. De entre la muchedumbre, él camina decidido hacia ellas y ellas quedan paralizadas de sorpresa. El pasado y el presente se unen en un solo momento y no saben qué hacer, como reaccionar.
 
Él se detiene frente a ellas, y les dice de sopetón dejándolas extrañadas: ¿“saben? Siempre las admire…desde aquellos días en el Astoria las admire, pero nunca tuve el valor de acercarme a Uds., además que mi novia lo sabía y las detestaba…me case con ella, pero hoy, después de tanto tiempo quisiera darles un beso en la mejilla en recuerdo de esos buenos tiempos y sentimientos…claro que rápido antes que aparezca mi esposa y me vea…”.

Antes se llamaba gota fría

A

Pedro Rivera Jaro

 
Ya hace varios años que escribí algo acerca de los incendios forestales y la influencia de los impedimentos ecologistas en la limpieza de los montes, su prohibición de cortar zarzas y malezas, para facilitar la reproducción de los animales salvajes, como el zorro, el lobo o el jabalí. El escrito se llamaba España en llamas.
 
Si algún ganadero o agricultor necesita podar los zarzales, previamente debe pedir una autorización, que se le concede con la condición de que, cuando efectúe la poda, ha de estar presente un guarda de los organismos creados para la Conservación de la Naturaleza. Como si la Naturaleza fuese algo que han inventado los ecologistas más radicales, y la gente que durante generaciones conservó nuestros montes y nuestros campos, no los supiese cuidar ni vivir de ellos.
 
Ahora, como consecuencia de la tremenda catástrofe ocurrida hace unas semanas en el Levante español, con la llegada de la terrible DANA (antaño GOTA FRÍA), con la muerte de cientos de personas inocentes, se me ocurre que esto no es más que un capítulo más del ecologismo radical.
 
Durante miles de años, el ser humano ha intentado domesticar el mundo que habitamos, en la medida de lo posible. Ha construido carreteras, ha cultivado los campos, ha hecho presas y azudes para contener las aguas salvajes, etc.
 
Pero ahora resulta que la Humanidad estaba equivocada, que todas las aguas deben discurrir salvajes por sus cauces, para que los peces no encuentren barreras, en su libre circular por ellas.
 
Para ello, en los últimos años se han derruido cientos de obras, que se habían construido para domar la bravura de las aguas y aprovecharlas para regadíos y creación de energías limpias.
 
Igualmente se ha abandonado la limpieza de los cauces, con el crecimiento salvaje de cañaverales y vegetación silvestre, que cuando llega una avenida de agua, como la última, arrastra todo hacia las poblaciones, produciendo las consabidas destrucciones y desgracias.
 
Yo nací y vivo en Madrid, por mitad de la cual discurre el río Manzanares, el aprendiz de río como le bautizaron poetas y escritores, pero que cuando se pone flamenco, como consecuencia de lluvias intensas en todas las tierras altas de su cauce, arrastra enormes volúmenes del líquido elemento a su paso por mi ciudad.
 
Previniendo estas posibles ocasiones, cuando yo era niño, allá por los años 50, se acometió la Canalización del Manzanares, y se construyeron varias presas regulables, que se llenan y vacían a voluntad de los responsables municipales del control del río.
Resulta que hace algunos años, una Alcaldesa de Madrid decidió abrir las presas y dejar crecer la vegetación en el cauce. Hoy nos puede parecer muy bonito, porque la fauna y la vegetación fluviales lo son, pero puede un día ocurrir lo que ha sobrevenido en la comarca valenciana, y quizás tendríamos que lamentar desgracias similares a las allí acontecidas.
Si esas desgracias llegaran a suceder, ¿a quién echaríamos las culpas?.
 
Los políticos de uno y otro signo se las echarían mutuamente, pero al final, las víctimas como siempre las pone el
pueblo, y como reza el antiguo dicho: “Entre todos la mataron y ella sóla se murió”.

Más sueños no, por favor

M

 Álvaro de Almeida Leão

Traducido al español por José Manuel Lusilla

Leonardo, o Leo, actualmente con 27 años, hace un tiempo, para concluir sus estudios, aceptó la invitación de vivir en la capital con su tío Carlos Augusto, quien está casado en segundas nupcias con María Clara, madre de Daniela, o Dani, que hoy tiene 25 años y a quien el tío considera una querida y amada hija.

Desde el principio, Leo quedó encantado con la excelente convivencia familiar. Siempre aplicado en los estudios, se graduó en Administración de Empresas y actualmente es Gerente de Producción en una industria de muebles personalizados, donde comenzó como auxiliar de servicios generales. Dani, empleada de la misma empresa, es jefa del Departamento de Control de Calidad y estudia Arquitectura por la noche.

El año pasado, Leo adquirió un terreno en un condominio en desarrollo, que ya cuenta con unas veinte casas habitadas cerca del barrio de su tío, y construyó en la parte trasera un apartamento donde vive hasta que pueda edificar su casa principal.

En cuanto a la vida amorosa de Leo, ha tenido algunas novias, pero nada demasiado serio. Dani es su mejor amiga y confidente, un sentimiento que ella también comparte. En una ocasión en la que ambos estaban solteros, comenzaron a salir juntos para apoyarse mutuamente y, de forma natural, empezaron a verse con otros ojos. Ahora, felices, están saliendo. Pronto será el cumpleaños de Dani, y la nueva pareja planea una celebración especial.

Sin embargo, hay algo que inquieta a Leo: frecuentemente sueña con situaciones cotidianas que involucran a sus familiares, y esos sueños siempre se hacen realidad.

Al principio, Leo intentaba evitar las situaciones desagradables que predecían sus sueños, pero nunca tuvo éxito. Saber el futuro no resulta beneficioso para nadie; muchos incluso podrían enfermar o morir antes de tiempo debido a la ansiedad. Para nuestro propio bien, es imprescindible desconocer lo que sucederá en el próximo segundo.

Leo desearía que esos sueños no se repitieran más. Se siente tan incómodo que teme enfermarse. Por ello, ruega a los cielos: "Más sueños, no, por favor".

A pesar de su súplica, faltando dos meses para el cumpleaños de Dani, tuvo el más inquietante de los sueños: no habría celebración para el cumpleaños de Dani. Fue un golpe devastador para Leo, que quedó desmoronado.

Sin decir nada a Dani, únicamente le preguntó por su salud, aunque sabía que estaba bien. También verificó posibles riesgos de accidentes tanto en el trabajo como en su casa, pero todo estaba normal. Comenzó a llevar y recoger a Dani de la Universidad en coche.

A pesar de que todos sus sueños se han cumplido hasta ahora, Leo espera que, como dice el adagio popular, "toda regla tiene su excepción". ¿Será cierto? Ojalá, mil veces ojalá.

Su vida se ha vuelto muy agitada y desagradable. No pasa un día sin preguntarse por qué le sucede esto. Ha perdido peso de forma evidente, se siente mareado, no tiene apetito y sufre de insomnio.

El viernes por la noche, víspera del cumpleaños de Dani, Leo estuvo en casa de ella hasta tarde, ultimando los preparativos para la celebración. Dani notó que estaba muy tenso y nervioso, y pensó que se debía a las últimas semanas de ajetreo por los preparativos. Leo se despidió asegurando que al día siguiente, el tan esperado día, estaría con ella a las diez de la mañana.

En casa, Leo, agotado, no logra conciliar el sueño. Piensa: "¿Cuándo cesarán estos malditos sueños? ¿Cuándo, Dios mío? Soportar todo esto no está siendo nada fácil".

En la mañana del esperado día, Dani recibe en su casa un ramo de flores silvestres con una hermosa y sencilla declaración de amor eterno de su amado Leo. Dani está radiante de felicidad.

Treinta minutos después de la hora acordada, Leo no aparece ni contesta el teléfono. Preocupada, Dani, junto a sus padres, decide ir a buscarlo a su casa. En el condominio, se identifican y explican su preocupación al personal de seguridad. Algunos vecinos que estaban charlando allí, incluido el médico Dr. Aldo, se ofrecen a acompañarlos. Durante el trayecto, el Dr. Aldo pasa por su casa para recoger su maletín.

Al llegar a la casa de Leo, notan que la ducha está abierta y ven agua fluyendo por debajo de la puerta. Con las llaves que tienen, entran. El tío y el médico van adelante y encuentran a Leo caído en el baño, con un corte y un hematoma en la cabeza.

—Hola, tío, hola, Dr. Aldo. Qué bueno que vinieron —dice Leo débilmente—. Me caí cuando iba a ducharme. No tengo fuerzas para levantarme. ¿Cómo está la cumpleañera, mi querida y amada Dani?

En ese momento, madre e hija, llorando desconsoladamente, llegan al lugar, justo a tiempo para escuchar lo que dice Leo.

—Estoy aquí, mi amado. Todo pasará. Pronto estarás bien, si Dios quiere —responde Dani.

Leo es llevado a su cuarto. El Dr. Aldo revisa sus signos vitales, administra los primeros auxilios, le impide dormir y lo mantiene despierto con preguntas que requieren pensamiento lógico. Una vez estabilizado, el médico recomienda que Leo sea trasladado a un hospital. Insiste en llevarlo él mismo en su coche, acompañado por los tíos de Leo y Dani.

Una vez más, el sueño de Leo se cumple: no hubo celebración para el cumpleaños de Dani.

Ya en el hospital, Leo tiene un nuevo sueño: la promesa de que nunca más tendrá sueños similares sobre sus familiares y, lo más importante, que lo llena de alegría: se casará con Dani y su vida será de felicidad plena.

Tras diez días de intenso y dedicado tratamiento hospitalario, Leo regresa a casa rodeado del cariño de sus tíos y bien abrazado a su amada Dani. Exultante de gratitud y alegría por el regalo de amar a Dani, promete hacerlo hoy, mañana y por toda la eternidad.

Cinco días en Florencia

C

Pedro Rivera Jaro

Maravillosa ciudad Florencia. Me llama la atención que su aeropuerto es pequeño, pero claro, es que vengo del Aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid-Barajas, y, concretamente de su Terminal 4 cuyas enormes dimensiones me recuerdan al Aeropuerto de Atlanta, en los Estados Unidos de Norte América.
 
No obstante, es un aeropuerto muy transitado, dadas las altas cifras de turistas que acudimos a esta pequeña ciudad y que se calculan en un millón y medio de visitantes al año, para maravillarnos ante las innumerables obras de arte que llenan sus calles, plazas y museos.
 
También llama mi atención que los mismos guías turísticos que nos explican las obras de arte de Firenze, que es como la llaman los italianos, nos dicen que los florentinos son muy orgullosos en el trato con los foráneos. Y he observado que es cierto. Tienen motivos para serlo, pero teniendo en cuenta que una parte importante de sus ingresos, provienen del turismo, deberían corregir un poquito y ser más amables. No obstante, debo puntualizar y señalar que hay excepciones.
 
Mi narración tendría que ser necesariamente muy larga para explicar las maravillas que atesora Florencia, pero no es ese mi objetivo, sino que solo pretendo despertar vuestro interés por conocerla y para ello me bastará, casi con total seguridad dibujar algunas pinceladas de sus principales monumentos, y alguna de las leyendas que circulan entre sus habitantes.
 
Gracias al mecenazgo de varias generaciones seguidas de la familia Medici y de la disposición de su última representante Anna María Luisa, para que el patrimonio artístico de los Medici, fuera conservado en Firenze y no pudiera ser sacado de esta ciudad, podemos hoy visitar y admirar las obras de Donatello, Tacca, Boticelli, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Brunelleschi, Alberti, Ghiberti, Giorgio Vasari, Masaccio, y tantos otros.
 
La familia Lorena heredó el patrimonio Medici, pero previamente tuvo que firmar la permanencia de todas las obras artísticas en Florencia. Cuando tomaron posesión de la herencia, resultaron benefactores del patrimonio artístico, y convirtieron la Galería Uffizi, de ser un mero almacén de obras de arte, en un auténtico museo, tal como lo conocemos hoy.
 
Hablando de los Medici, corre una leyenda acerca de las cinco bolas que forman parte de su escudo heráldico, que nos contó la guía turística, y que representan cinco cabezas de adormidera.
 
Parece ser que los Medici se dedicaban al comercio de seda de procedencia china. Parece que una vez al año llegaba a puerto un barco cargado con seda, y se procedía a las pujas entre los dos principales comerciantes de Florencia. La leyenda cuenta que el día anterior a la subasta, los Medici invitaron a los miembros de la familia competidora a comer en su casa y en el trascurso de dicha comida les suministraron opio de las adormideras que también procedían de Asia, mezclado con la bebida. Como consecuencia de la ingestión de opio, se quedaron profundamente dormidos hasta el día siguiente, después de haberse celebrado la subasta, con lo cual los únicos que accedieron a la ella fueron los Medici, originando unos enormes beneficios económicos, que fueron un gran impulso para su riqueza.
 
Al parecer, a raíz de aquel suceso, adquirió gran fuerza entre los comerciantes la sentencia “NESSUN DORMA”, indicando que en los negocios nadie se duerma, porque si lo hace puede perjudicarlos.
 
Más tarde entraron en el negocio de la banca, en el que merced a la amistad con el Papa de Roma manejaron las Finanzas vaticanas durante muchos años, hasta que conquistaron la ciudad de Siena, que era posesión papal, y el Papa trasladó las finanzas a un banco opositor a los Medici.
 
No puedo dejar de comentar que hubo cuatro Papas de los Medici y dos Reinas, lo que nos da idea de su poder.
 
La moneda de Florencia, el Florín de Oro, fue la moneda universal en su época, y equivaldría al dólar o al euro en la nuestra.
 
Muchísimas personas han oído hablar de Miguel Ángel Buonnarotti, el creador de la escultura de David, la maravillosa obra de arte cuyo original podemos admirar en la Galería de la Academia, pero lo que desconoce mucha gente es que Pietro Torrigiano, a quien Miguel Ángel insultaba por tener el valor de firmar obras muy malas, le rompió la nariz cuando le propinó un tremendo puñetazo en la misma.
 
Este incidente originó el exilio de Torrigiano, por lo que fue a vivir a Sevilla, donde dejó obras de su autoría, que hoy se pueden contemplar en su Museo de Bellas Artes.
Una copia del David podemos admirarla en la extraordinaria plaza de la Signoria, en la puerta del Palazzo Vecchio.
 
Me llamó poderosamente la atención la afirmación hecha por nuestro guía, de que Miguel Ángel elegía el bloque de
mármol adivinando la escultura que tenía dentro. Yo pienso que tratándose de un modelo con semejante belleza y perfección física, el artista retrató en su obra a un hombre del cual debía estar enamorado, máxime si pensamos que él era homosexual. Daba gusto escuchar a nuestra guía, cuando nos explicaba las particularidades del David. Por ejemplo la tensión mantenida en su cuerpo, disponiéndose a disparar la honda semioculta en sus manos y cuyas correas cruzan su espalda para que Goliat no las distinga. Igual concentración expresa su entrecejo ceñudo, adivinándose la tensa espera que precede a la acometida del cazador a su presa.
 
En la misma Piazza de la Signoria , además del Palazzo Vecchio, observamos la Logia dei Lanzi o della Signoria, junto a los Uffizi. Lanzi proviene de las lanzas que portaban los guardias suizos, que protegían ese lugar. Solo quiero destacar dos estatuas que allí podemos admirar, una es la de Perseo con la cabeza cortada de la Medusa, y la otra es El Rapto de la Sabina o de Las Sabinas, que de las dos formas es conocida.
 
Otra curiosidad la encontramos junto a la Torre campanario de Giotto, próximo a la Catedral y al Baptisterio de San
Giovanni, con las Puertas del Paraiso de Ghiberti. Se trata de un edificio con un porche en su extremo, que se conoce por el nombre del Bigallo, donde se dejaba abandonados a los niños expósitos, para que alguien los recogiera y adoptara. Más tarde crearon en un edificio vecino el orfelinato del Bigallo.
 
No veo la forma de evitar que esta narración se alargue, porque son tantas las preciosidades que tiene Florencia que no encuentro el camino de hacerlo corto.
 
Otro punto curioso es el Porcellino, una Fuente Pública junto a la Logia dei Mercatto Nuovo, que tiene una estatua de un jabalí adulto, que el lenguaje popular llama Porcellino. (cochinillo), donde los aguadores que llevaban agua a las casas llenaban sus cántaros, desde al menos 1640, y que tiene la leyenda de que se desliza una moneda por el hozico del jabalí, y si cae dentro de la rejilla, volverás a Florencia otra vez. La estatua del Porcellino procede de un original griego, del cual se hizo en Roma una copia en mármol y que trasladaron los Medici a Florencia y que actualmente está en la Galería Uffizi. El Papa Pío IV (Medici) ofreció a Cósimo I una copia en bronce del original de mármol y más tarde, Fernando 2º de Medici, trasformó el jabalí de bronce en una fuente, de la que manaba el agua por la boca del jabalí, y lo que resulta cómico es que, los que beben agua, parece que besan la boca del jabalí. El hocico y la oreja del jabalí están pulidos del roce de tantas manos al agarrarlos para beber.
 
No sera justo si no dedicara un párrafo a la Galería Uffizi, una de las joyas de la Corona de Florencia, en donde podemos encontrar un repóquer de ases de las artes, cuyos ases son, en primer lugar el Nacimiento de Venus de Botticelli; el segundo el Tondo Doni, con la Sagrada Familia, que es único cuadro que pintó Miguel Ángel porque no le gustaba la pintura (aparte pintó los frescos de la Capilla Sixtina). En tercer lugar podemos ver la perspectiva que desarrolló Leonardo da Vinci en su Anunciación, donde según observemos desde un ángulo o desde su contrario, parece tener diferentes medidas. El cuarto as sería la Venus de Urbino, que fue obra de Tiziano, y el quinto sería la Virgen del jilguero de Rafael.
La sala de Nácar, el Baco de Caravaggio, y cientos de obras más habría que añadir dentro de la Galería Uffizi.
 
Y en general recomendaría visitar junto con lo citado anteriormente el Museo de la Opera del Duomo, que incluye la Piedad Bandini de Miguel Ángel, la María Magdalena de Donatello y La Puerta del Paraíso, original de Ghiberti, la Piazza dalla Republica (Cardo y Decumeno Romanos), Arco Triunfal, Columna de la Abundancia y el Tiovivo.
 
Otros indispensables son el Cinema Odeon, en el Palazzo Strozzino, la Iglesia Orsanmichele, la Piedra del Escándalo donde se castigaba a los morosos, la Iglesia de Santa Croce, con los sepulcros de Miguel Ángel (traído desde Roma), Galileo, Maquiavelo, Ghiberti y Dante Alighieri, el Museo Galileo en el Palazzo Castellani, el Ponte Vecchio, que es el mas antíguo de Europa y el único que se salvó de ser demolido por los alemanes en la II Guerra Mundial, en el cual se instalaron los Carniceros de Florencia, porque nadie tenía derecho a su posesión por estar sobre el Arno, y que fueron expulsados de allí por los Medici, ya que vertían todos los restos animales al Arno y generaban olores fétidos. Su lugar fue ocupado por los orfebres, y hoy está lleno de joyerías. En dicho puente tenían los Medici un pasadizo (Corredor Vasariano) que utilizaban para ir del Palacio Pitti al Vecchio, sin pisar la calle ni sufrir atentados.
 
También al otro lado del Arno, Barrio de Oltrarno, Palacio Pitti (Rafael, Tiziano, Rubens,…) y Jardines Boboli, donde encontramos una pequeña fuente, que simulan dos pequeñas cabecitas medio sumergidas en el agua fresca, casi helada que mana por un pequeño tubo, dentro de una pequeña concavidad, en la cual bebí y bebí, hasta saciar mi sed. También vimos allí la Grotta Grande, donde están las estatuas de Elena y Paris, como ejemplo del castigo del infierno para los adúlteros, que cometen pecados prohibidos.
 
También recomendaría el Museo de Leonardo da Vinci, conteniendo sus inventos, la Iglesia de Santa María Novella, con el Crucifijo de Brunelleschi y la Farmacia. El Palacio Medici-Riccardi, etc, etc. Y no acabaría de citar maravillosas obras.
 
No quiero despedirme de todos vosotros, sin recomendaros nuevamente que la visiteis. Florencia lo merece.
 
Pero por último consejo, debéis hacer una excursión ineludible a la ciudad de Pisa. El esplendor de su famosa Torre Inclinada permanece grabado en mi memoria para siempre, hasta que se apaguen mis sentidos.
Arrivederchi Florencia, luminosa ciudad que ha entrado en mi alma.

Miedo

M

Carlos Boné Riquelme

 

El miedo se escurría por mis entrañas con la avidez de un ave de rapiña y atenazaba mis extremidades, dificultando mis movimientos.
El olor a carne quemada y putrefacta se esparcía a mi alrededor, haciendo que mis arcadas solo me estremecieran en vano, pues ya no tenía nada en el estómago para expulsar.
Rogaba al cielo que los otros, aquellos que eran mis enemigos, no me encontraran, mientras el frío del terror no me dejaba pensar claramente.

“Tengo que calmarme”, pensé. “Debo tranquilizarme… debo tranquilizarme…”, me repetía una y otra vez, pero era difícil, casi imposible, dejar ese miedo atrás.
Mi arma, una Glock 19, colgaba de mis dedos agarrotados. Hacía tanto tiempo que no sentía estos deseos de encogerme, taparme debajo de unas cobijas y desaparecer, sintiendo la seguridad de la oscuridad.
Pero en este momento era imposible.

Sabía que me encontrarían si no lograba salir de allí. Y sabía con seguridad lo que pasaría si caía en sus manos.
Posiblemente no sobreviviría. Solo pensar en las torturas a las que sería sometido me congelaba de terror. Ya había visto el resultado de esas torturas en algunos compañeros que lograron escapar con vida, pero cuyas secuelas los perseguirían por mucho tiempo, probablemente toda su vida.

Conocía esas noches en las que los sueños se convierten rápidamente en pesadillas tan reales, de las cuales no puedes despertar, dejándote arrastrar por vericuetos intrincados de tu cerebro, tembloroso y con las sábanas mojadas de transpiración.
Pero yo estaba aquí, ahora, y tenía que moverme. Debía vencer el miedo antes de que ellos me encontraran.

Mis camaradas habían desaparecido, y no sabía si estaban cerca o si ya habían evacuado el área. No podía gritar para llamar su atención, pues no estaba seguro de quién escucharía mi llamado. Quizás ellos me encontrarían primero, y yo no tenía la seguridad de tener el coraje de volarme la tapa de los sesos antes de que eso sucediera.

Recordé mi adolescencia, esos momentos que yo creía decisivos, cuando pensé tantas veces en matarme, creyendo que tomar esa decisión sería fácil. Pero no lo es, ahora lo comprendía.
Ni siquiera en esta situación, donde me jugaba algo más que mis divagaciones juveniles, me sentía seguro de tener la valentía de coger el arma, acercarla a mi boca y, apretando los dientes, tirar del gatillo. Solo pensarlo me estremecía de terror.

Decidí empezar a moverme lentamente, tratando de no hacer el menor ruido, avanzando con mucho cuidado. Me deslizaba despacio, intentando que mi cuerpo no ofreciera un blanco fácil a algún tirador escondido.
Me acerqué con mucho cuidado a una ventana y miré hacia la calle. No se veía a nadie, y el silencio era opresivo entre los escombros de las casas derruidas.

Con sigilo, logré llegar hasta la entrada de un edificio y, pegándome al muro exterior sin perder de vista los edificios circundantes, atravesé la calle con mucho cuidado.
No recordaba cuántas balas quedaban en el cargador; no las había contado, pero no serían muchas.

El cuchillo aún estaba en su funda, pero no me sentía seguro de usarlo en última instancia. Matar así es personal, cercano, y puedes mirar a los ojos de tu contrincante mientras la vida se escapa de su cuerpo. Son solo segundos, quizás minutos, en los que los ojos adquieren ese color vidrioso y los labios se contraen con el último murmullo de sangre borboteando. Pero la sorpresa también puede ser tuya si el enemigo tiene más habilidad que tú en el manejo de esa arma. Es un juego mortal y rápido, hasta que uno de los dos comete el error que acaba con la vida de uno o del otro.

“Debo concentrarme”, pensé mientras me movía a lo largo de la calle, pegado a los muros externos de lo que alguna vez fue un colegio. No quise revisar mi arma por temor a que el ruido del metal se escuchara en ese silencio. Así que, esperando tener suerte, me moví con más rapidez, un poco más recobrado del miedo anterior.

A lo lejos escuché algunas explosiones y, actuando casi de manera automática, dirigí mis pasos en aquella dirección. Me ocultaba detrás de los escombros, escudriñando el área circundante con mucho cuidado, pues alguien con un fusil podía matarme con la misma facilidad que a una codorniz, de aquellas que mis amigos gustaban de cazar.

Mi Glock no tenía mucho alcance, así que mis posibilidades de sobrevivir en un combate eran muy pocas. Mi única alternativa era encontrarme con los míos, así que me arrastré hasta debajo de unos carros destruidos y llenos de agujeros de bala.

Al pararme, vi algo de movimiento en las cercanías de un edificio que algún día fue una iglesia. Rápidamente me agaché, pero al levantarme nuevamente vi que dos soldados apuntaban en mi dirección con sus M-4.

Levanté mis manos, sintiendo el frío recoger mi corazón, pero al cerrar los ojos y volverlos a abrir, pude ver que eran de los míos.
Grité con fuerza para que me reconocieran y eché a correr hacia ellos, sintiéndome libre de todo peligro, con la alegría inundando mi alma ya en ruinas.

Los soldados me reconocieron y me gritaron algo a la distancia que no alcancé a escuchar, pero vi que hacían gestos como advirtiéndome de algo.

Entonces solo escuché el chasquido de un tiro, un enorme dolor que me traspasó por completo, y todo se convirtió en un inmenso agujero negro.

Pide y recibe

P

ALvaro de Almeida LeÃo

Traducido al español por José Manuel Lusilla
Es la madrugada de un lunes día 14.  Ernesto Antunes de Barcellos Pereira está pensando en ganar una buena cantidad de dinero en cualquiera de las modalidades de juegos de apuestas existentes.

 

Como no se considera una persona afortunada, piensa que solo un verdadero milagro haría que se convirtiera en millonario de la noche a la mañana; por ejemplo, tener en sus manos un ejemplar del periódico que se publicará el lunes de la próxima semana, día 21, con los resultados de los juegos.

Entonces, como por arte de magia, Ernesto Antunes ve justo frente a él, nada más y nada menos que el periódico que deseaba tener: El del lunes próximo.

Al principio, no cree lo que está viendo.

Tras el primer impacto, se acerca sigilosamente al bendito periódico y, en segundos, lo tiene entre sus temblorosas manos. Por un momento, recuerda agradecer a quien sea responsable por haber cumplido su deseo. Realiza algunos ejercicios de respiración para mejorar un poco su estado agitado. Empieza a imaginar que pronto sabrá todo lo necesario para convertirse, sin lugar a dudas, en un nuevo rico. Saborea anticipadamente los miles de placeres que disfrutará.

Finalmente, menos tenso, comienza a leer ese insólito y único periódico en toda la faz de la Tierra, a merced de su manipulación.

De inmediato, va a la página que muestra todos los resultados de las diversas modalidades de loterías de números. En la principal de las loterías, la de seis números, debido a la gran cantidad de apuestas, se informa que hasta el cierre de la presente edición no se ha determinado si hubo ganadores. Aún así, conforme al resultado – cinco de los seis números en secuencia – el periódico supone, con casi absoluta certeza, que el premio acumulado durante ocho semanas seguirá así. "Ledo engaño", piensa sonriente Ernesto Antunes. Es natural ya considerarse el único ganador.

Tras la noticia de que acertó todos los juegos en los que participó, Ernesto Antunes cree que, sin duda, será tema de reportajes en todo el mundo. Preguntas y afirmaciones de lo más curiosas, como: ¿Fuerza superior? ¿Qué tipo de fenómeno fue este? ¿Ocurrió lo imposible? ¿Quién se atreve a explicarlo? Las casas de apuestas, a partir de ahora, prohíben terminantemente las apuestas de Ernesto Antunes.

Se siente entrevistado por todas las redes de radio y televisión del planeta. Con seguridad, vendrán invitaciones para conferencias. Centros científicos interesados en estudiar lo que, a la luz de la ciencia, podría haber ocurrido. Portadas de revistas. En fin, una auténtica y merecida celebridad.

Envuelto en toda esa emoción, su nerviosismo aumenta cada vez más. Comienza a sudar frío. Siente que necesita reaccionar. Decide entonces dejar el periódico a un lado por unos minutos y solo descansar, nada más.

Por fin, más aliviado, se deja llevar por sus pensamientos fantasiosos. A cada momento su vida se transforma en todos los sentidos: su manera de ser, sus hábitos, todo colmado de placeres y más placeres.

Descansa un poco. Tras sentirse en condiciones, vuelve a leer. En la primera página, las noticias buenas y malas. Se regocija con las primeras y lamenta las últimas.

Luego encuentra la sección de noticias políticas. Se detiene más en los titulares de los temas. Enseguida, pasa a las noticias internacionales y solo presta atención a lo que más le llama la atención.

Más adelante, se topa con lo que ocurre en el mundo del crimen. Se sorprende con los desajustes cada vez más insensatos. No concibe cómo el mundo puede ser tan cruel. En fin, así es la vida.

En las páginas culturales, se entera de los nuevos lanzamientos de libros. En las noticias deportivas, vibra con la victoria de su equipo de fútbol, con un gol en el minuto cuarenta y cinco del segundo tiempo.

En otra página, llaman su atención los anuncios con letras destacadas en negrita de los que han dejado esta vida: Las necrológicas.

Decide ver si encuentra a alguien que haya sido su conocido. De los primeros nombres, no ha oído hablar jamás. Al fijarse en el penúltimo anuncio, se horroriza, se aterra, siente que está a un paso de la locura. Su corazón casi le salta por la boca. Balbuceando, con la voz temblorosa, lee:

"Invitación a misa de séptimo día. La familia del siempre recordado ERNESTO ANTHUNES DE BARCELLOS PEREIRA agradece sinceramente a los familiares y amigos que asistieron a sus actos fúnebres y a quienes, de una u otra forma, manifestaron su pesar, e invita a la misa de séptimo día en su honor, que se celebrará hoy, día 21, lunes, a las 18:00 en la Iglesia Matriz. Agradecemos anticipadamente su asistencia."

Ernesto Antunes apenas termina de leer cuando, en un momento de extremo dolor y agonía, deja escapar un estridente grito de terror, al tiempo que su cabeza y su cuerpo inertes se inclinan hacia un lado.

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