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Invitación

I

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera jaro 

Llévame a pasear por los caminos.
Me hace olvidar lo que tampoco quiero,
lo que queda conmigo
permanece y perdura,
esta soledad, toda la amargura
de esa ausencia tan tuya.

Quiero caminar contigo, locura
mía, desearte tanto
como el aroma del jazmín
que en mi cuerpo aún perdura.

Voy perderme en tus brazos
en mil besos y abrazos
la noche nos verá entrelazados
de todo y de todos olvidados.

¿Me dejas escucharte? No me canso,
tu voz es remanso
cuando mi invitación aceptas
mis sueños guardas
Y en tu pecho, al fin, descanso.

Marilu

M

Silvia C.S.P. Martinson

Traducida al español por Pedro Rivera Jaro
Ella atravesó el parque  lleno de gente, chicos charlando, algunos sentados al sol, hablando, bebiendo “chimarrão”, intercambiando besos y jurándose amor eterno, con el caminar relajado, para aquella que estaba acostumbrada a caminar.
 
Ella usaba pantalones blancos y una blusa azul suelta, era de tipo corto y esmerada confección y tenía abundante cabello castaño. Cualquiera que la viera de lejos pensaría que se trataba de una niña. Pero no era así.
 
Se sentó a mi lado en la bancada de la plaza y luego comenzó una conversación.
 
-¿Todo bien? ¡Bello día!
 
-¡De verdad! ¡Demasiado bueno para esta época!
 
Yo pensé: aquí tenemos otra pesada, solo para enterarse de mi vida. Si estoy casada, si tengo hijos, nietos. ¿Dónde vivo? E incluso si me quieren mucho…! ¡Gran equivocación la mía! 
 
Aquí en el sur somos muy reservados e incluso desconfiamos de los extraños, muy en contra de la cacareada hospitalidad sureña. El gaucho (personas que viven en Rio G. do Sul – Brasil) es un ser solitario por naturaleza, observador y atento vigilante con respecto a nuevas amistades y personas muy espontáneas.
¡
Genial! No era la chica que pensaba yo creía. Tal vez tenía 70 años. ¡Pero que 70! ¡Vive Dios!
Y con intimidad me ha dicho:
 
-¿Sabes tengo una hija que vive en Natal ¿Sabes dónde está eso? Esta casada y es hija única. Tengo una nieta con 16 años. Hace poco fui a  vivir allí, porque mi hija insistió mucho.
Estuve unos 6 meses y volví. ¡No me gustaba aquella gente! Pobre gente.  Tengo muchos amigos aquí. Con ellos salgo y me divierto. Soy separada. Tuve cuatro esposos o compañeros. Algunos amores, pero no estoy segura. Ahora tengo un compañero. A él no le gusta salir a viajar como me gusta a mí.
 
En ese momento yo ya estaba interesada en su historia y con gran curiosidad le hice una pregunta, con la idea de dar continuidad a mi narración.
 
-¿Y cómo te va? Le pregunté.
 
-¡Bueno, él incluso ve bien! Me ha contestado.
 
-Cuida de mis gatos. Tengo siete, porque yo adoro a los gatos. En mis viajes no quiere acompañarme el buen hombre. Su nombre es Airton (Como Airton Senna el piloto de Fórmula 1). Le gusta más estar en su casa y cuidarla bien. Cuando estoy de viaje, el guisa, lava y plancha la ropa. ¡Él es un amor! Me apasiona viajar. No permanezco mucho tiempo en ningún lugar. Me gusta vagabundear y yo siempre  fui así. Él lo sabe. No obstante fue una buena idea que vivamos en Natal, debido a que mi hija y mi yerno consiguieron trabajo en São Paulo. Tienen  una cadena de establecimientos para gestionar la administración de las empresas de sus clientes. Si no fuera de esta manera, tendría que permanecer en la anterior ciudad cuidando yo sola de mi nieta. ¡Ya me contarás! ¡Lejos de mi piso! Tengo un bellísimo piso, tengo mucha compañía, con mis gatos, con mis amigos y el pobre Airton. No he hecho una mudanza completa y de esta forma no muevo mucho equipaje.
 
Pregunté con alguna indiscreción: ¿Pero qué es lo que haces aquí?
 
Me contestó:
 
-Yo cuando me aburro de estar con Airton  en la casa, llamo a mis amigos y salimos a dar una vuelta y divertirnos. Bebemos, bailamos, vemos cine, paseamos por los centros comerciales y plazas, dependiendo de los días y según sea nuestro estado de ánimo.
 
Seguí animando, diciéndole: por cierto ni siquiera nos hemos presentado. Mi nombre es Fénix. ¿Y el tuyo?
 
-Marilu, es como me llaman. En realidad es la forma corta de María Luisa, pero como es más largo y complicado prefiero Marilu.
 
-Ok. Marilu. Encantada de conocerte.
Y ella continuó:
 
-¿Miras a ver ese caballero que pasó? Es mi conocido.
 
Él regresa. Espera… Habla.
 
-¿Hola, todo bien?
 
Ella contesta: 
 
-¡Todo bien!
 
Al saludarnos la miró con intensidad.
 
-¿Has visto? Él es parte de mis compañeros, pero contigo aquí estaba indeciso para llegar. ¡Él es un amor! Solo como yo.
 
¡Ah! He dicho al mismo tiempo que pregunto:
 
-¿Y entonces?
 
-Pero como te digo el Airton es un poco más joven que yo, pero no importa. ¿Verdad?
 
Ella no espera una respuesta y sigue:
 
¿Cuánto valen las afinidades?
 
Yo contesto:! Realmente Marilu!
 
Sus numerosos pendientes, pulseras, anillos y aretes llenos de piedras, hasta una gargantilla con una mariposa que tenía, brillaban bajo el sol de la mañana mientras se movía, señalando las joyas.
 
Las grandes gafas de sombra ocultaban parcialmente sus ojos y parte de las muchas arrugas que marcaban su rostro, debidamente disfrazados por una capa de base y polvo. La sonrisa era hermosa, los dientes bien mantenidos.  Habría sido una mujer muy hermosa cuando era joven.
 
Su espíritu estaba vivo, exudaba  alegría y temperamento determinado cuando hablaba.
 
La escuché.
 
-¡Mira allí! Ella dijo.
 
¡Aquí viene el pobre Airton!
 
Él llega, se sienta a su lado, sonríe. Dientes manchados de nicotina. Simplemente vestido. Más joven que ella, tal vez en sus cincuenta años. Susurran y ríen los dos.
 
Ella me presenta.
 
-Airton esta es Fênix .
-Encantado
Yo contesto:
-Igualmente.
 
Me he sentido de sobra allí en ese momento. El universo en esta hora giraba en torno de los dos.
 
Entonces les dije:
 
-Marilu ahora te dejo. Tengo compromiso, tengo que irme. Un placer conocerlo a vosotros, felicidad…
 
-¡Un placer Fênix. ¡Hasta cualquier hora!
 
Los dejé, cuando me di la vuelta ya no estaban allí. Caminaban a lo lejos, ella llevaba pantalones blancos ajustados, era una niña. Él cogido de la mano con ella, chaqueta en mal estado, zapatos rotos.
 
Estaban felices. Después de todo… Él cuidó bien de sus gatos y eso es lo que más importaba.
Por lo demás… Extraña figura era Marilu.
Valió la pena conocerla. ¡El domingo se salvó! 
 
El sol brillaba y seguí mi camino, quizás alguna nueva reunión interesante, he pensado, quién sabe…

Un marido infiel

U

Pedro Rivera Jaro 

Mi amiga Alicia es Diretora Comercial Executiva de una importante empresa multinacional del sector textil. Dentro de sus obligaciones laborales tenía que planificar el implante y desarrollo de la red comercial en otros países extranjeros.

Para ello tenía que desplazarse a dichos países durante plazos de tiempo, que se prolongaba hasta tres meses, y durante esos meses, ella pretendía que su madre se encargará de venir a cuidar del yerno, durante sus ausencias.

Su marido, el yerno de la señora, no tenía una relación demasiado amistosa con la suegra, y so-pretexto de no darla tanto trabajo, porque ya era una señora bastante mayor, convenció a su esposa de que lo más provechoso sería contratar a una señorita, interna, para su servicio y el mantenimiento de la casa.

Un par de semanas después de la marcha de Alicia, su madre se presentó en la casa del matrimonio, para comer.

Cuando al conocerla, observó que era una señorita joven, y muy guapa, no le pareció muy acertada la elección. Cuando terminada la comida, la suegra dio por terminada la visita, se marchó a su casa.

La criada recogió todos los platos, cubiertos y demás utensilios de cocina y los puso en el lavavajillas.

Al día siguiente, se puso a colocarlos en sus estantes correspondientes, y observó que faltaba un cucharón de plata con el que había servido la sopa el día anterior.

Al día siguiente lo busco por la casa sin encontrarlo, y comunicó la falta al dueño de la casa, quién le recomendó que volviera a buscarlo al día siguiente, porque seguramente, aparecería en cualquier rincón, debajo de algún mueble o así.

Al día siguiente lo estuvo buscando de nuevo, con el mismo resultado.

Volvió a decírselo al dueño, y este pensó en preguntar a su suegra por si lo había visto. Lo hizo y ella le contestó que lo había dejado en la habitación de la criada, debajo de la almohada.
Y acto seguido le preguntó a su yerno: ¿Dónde ha dormido todas éstas noches la criada?

La niñez

L

Carlos Boné Riquelme 

Trato de recordar el primer momento pasado con mi madre, y se me viene a la mente el hospital militar, donde ella estuvo internada por varios meses, y mi padre, yo de la mano, caminando por los lúgubres y amplios pasillos hasta una habitación donde la veo yacer en una cama de sabanas blancas, y mi primer impulso es saltar a la cama a abrazarla. Mi padre contiene el impulso, y me dice suavemente: “esta recién operada, Carlitos, no puedes moverla mucho”, y mi madre con una gran sonrisa en su rostro, me dice: “déjalo que se acueste al lado mío”, y allí me quede, acurrucado, sintiendo su olor que me penetraba suavemente por el olfato, y el hospital ya no parecía tan oscuro.

Estuve varios meses viviendo en casa de una hermana de mi abuela, la tía Aidé, quien me cuido como a un hijo, dejando solo maravillosos recuerdos en un tiempo que fue doloroso para la familia.

Mis hermanas desaparecieron, y nunca pregunté en casa de qué familiar quedaron, quizás con mis abuelos paternos. O maternos.

Mi siguiente recuerdo es caminando por Santiago de la mano de mi madre, y llegar a una esquina donde el trafico era mucho, y nos paramos frente a un estanco de revistas esperando cruzar en algún momento; y allí veo uno de los primeros números de la revista Condorito, y la imagen del pajarraco me queda grabada en la memoria. Y mi madre va y me compra la revista, la cual hizo las delicias de mi infancia, y me convirtió instantáneamente en fanático de Pepo. Dios lo tenga en su santa gloria; y con mi madre al lado.

Todas estas memorias son cortas, de segundos quizás, pero cada vez que rememoro me llegan los olores de las calles; de las casas, de la comida y las flores. Quizás también, el de la mantilla que colgaba siempre de los hombros de mi abuela. Veo a mis padres atravesando la alameda, solos ellos y yo. Entramos al edificio del club de oficiales, el cual tenia unos comedores iluminados por los enormes ventanales que daban a la alameda, y luego, el comedor principal que era grande y oscuro, y que solo una gran ventana, que daba a una especie de invernadero, o quizás jardín con piletas llenas de sapos, clareaba un poco.  Varias mesas esparcidas alrededor, y los garzones vestidos de impecable pantalón negro, con raya, y chaqueta blanca almidonada, que era en aquellos tiempos casi el uniforme en muchos lugares.

Recuerdo a mi padre comiendo erizos, y dejando que la arañita que viene dentro de su caparazón caminara por la lengua antes de triturarla entre el paladar y la lengua ante el espanto que se reflejaba en mi cara, lo cual daba espacio para risas de ambos, y para muchas preguntas donde ya no recuerdo las respuestas.

Mi madre vestida con un hermoso traje verde, y con su pelo cayendo sobre los hombros, mientras sus ojos no se despegaban de mi padre, el cual vestido impecablemente en su uniforme, se veía atractivo, lo que provocaba que muchas mujeres lo miraran.

Recuerdo, luego, a mi madre en lo alto de la escalera, en aquel enorme caserón de Valparaíso, donde nuevamente vi a mi madre después de muchos meses de ausencia.

Siento mi corazón latiendo rápido mientras corro escaleras arriba a sus brazos abiertos; y vuelvo a sentir la misma emoción que me hace apretar el pecho, y remojar los ojos. Asi son los recuerdos.

Hoy, mi madre partio con sus aciertos y desaciertos que plagaron nuestras vidas, no solo la de ella. Mi padre partio en ese viaje hace mucho mas tiempo. No se si encontraran en ese viaje que todos haremos algún día, pero ruego por que todos volvamos a reunirnos, y mientras tanto, los recuerdos los mantienen vivos en mi memoria, aunque sea solo por segundos.

Una caza perdida

U

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro 

Se llamaba Luis Federico Guilherme. Vivía en una pequeña ciudad llamada Ijuí, en el estado de Rio Grande do Sul-Brasil, situada en las colinas de Rio Grande do Sul.

Mis abuelos, junto con otros colonos procedentes de Europa, se instalaron allí y compraron sus tierras porque en aquella época no era costumbre dar tierras a los inmigrantes.

Pero, como les cuento al principio de esta historia, los inmigrantes se instalaron allí, fundaron una nueva ciudad y trajeron consigo sus costumbres, habilidades laborales, idiomas y religiones.

Mis abuelos eran alemanes, o eso decían, porque era el único idioma que se hablaba en casa. Los conocí muy poco, ya eran bastante mayores cuando yo nací. Mi padre era el menor de 10 hermanos e hijo del segundo matrimonio de mi abuelo. Mis padres vivían en la capital, lejos de la ciudad de Ijuí.
Los viajes a casa de mis abuelos sólo tenían lugar a finales de año, durante las vacaciones de verano.

Recuerdo que tardábamos un día entero de viaje en el coche de mi padre, por caminos de tierra roja y mucho polvo, para llegar por la tarde muy sucios y con la cara cubierta de polvo, o si mi madre conseguía que parásemos en una gasolinera abierta, nos lavábamos las manos y la cara.

En cualquier caso, este viaje era siempre una fuente de alegría para nosotros y a menudo parecía una gran aventura.

Louis F. Guilherme, como yo lo recuerdo, era llamado Willy por los amigos íntimos. Estaba casado con Martha, la hermana de mi padre, y vivían en una de las casas de mis abuelos.
Toda la casa, incluidos los jardines y el garaje exterior, medía casi cien metros. Estaba muy bien situada en una esquina del centro de la ciudad, cerca de la plaza central, la iglesia luterana y la emisora de radio local.
Mi abuelo tenía una gran carnicería que abastecía a gran parte de la población de la época.

El idioma predominante en este pueblo era el alemán, que mis abuelos, así como mi padre y sus hermanos, hablaban con fluidez y escribían a la perfección.

Mi tío Willy era un hombre guapo e inteligente, era culto y también muy orgulloso. Había sido profesor de matemáticas.
Cuando le conocí, yo tendría unos seis o siete años, pero le recuerdo perfectamente por varias razones. Vestía bien, siempre con camisas blancas impecables, que se cambiaba dos veces al día por la suciedad roja que había y que se metía en todo. Era un hombre muy estricto en sus costumbres y los niños le teníamos cierto miedo.

Cuando volvía del trabajo, porque en aquella época ya era un gran empresario en el sector de la exportación de trigo, que era la principal producción de aquel pueblo y de aquella región, todo el mundo trataba de obedecerle.

Mis primos intentaban entonces presentarle sus trabajos escolares y tocar en el piano de la casa las canciones que habían aprendido y que les gustaban. Mis primos tocaban muy bien el piano. La educación musical era una prioridad en nuestra familia.

Bueno, pasando a otra cosa, el tío Willy era aficionado a la caza, que practicaba a menudo con sus amigos.

Tenía varias armas de caza que guardaba siempre bajo llave, engrasadas y cuidadas en un armario de la casa al que sólo él tenía acceso y cuya llave llevaba siempre consigo.
También tenía tres perros callejeros que había adiestrado para sus cacerías. Uno de los perros, el más bonito que recuerdo, se llamaba Pacha.

Pacha era un perdiguero de pura raza, blanco y marrón claro, de orejas largas, dócil con el resto de los niños, pero muy obediente a cualquier orden que le diera mi tío.

Cuando lo conocí estaba casi ciego, le lloraban los ojos constantemente y siempre estaba tumbado en el umbral de la puerta.
Unos años más tarde supe lo que le había ocurrido.

Durante una cacería en la que participaban mi tío y otros hombres, los perros persiguieron a la presa con ladridos cada vez más fuertes hasta que dejaron de ladrar. Mi tío ordenó a Pacha que avanzara, a lo que él no obedeció al principio. Entonces gritó enérgicamente ¡Vamos Pacha! ¡Vamos, Pacha! ¡Vamos Pacha!
Esta era la orden que Pacha estaba acostumbrado a obedecer sin vacilar para atrapar la caza entre los dientes y llevársela a su amo.

Me enteré de que Pacha obedeció, pero lo que llevó a su amo fue una serpiente de cascabel muy venenosa que le había mordido en el pecho.

Pacha la había matado, pero allí mismo se desplomó casi muerto por el veneno.
Desesperado, mi tío le dio el suero antiofídico que siempre llevaba a las cacerías e inmediatamente volvió al pueblo a buscar un veterinario.

Dicen que aquel día, por primera vez en su vida, sus amigos vieron llorar a Willy. Amaba a aquel perro.

Pasó el tiempo y mi tío no cambió su forma de ser y su costumbre de dominar a los demás, lo que supuestamente le trajo muchos disgustos de su familia en el futuro.
Pacha se recuperó, pero nunca volvió a salir de caza. Se quedó cada vez más ciego -a consecuencia del veneno de la serpiente- y se convirtió en un perro viejo y triste.

Mucho tiempo después supe que se escondió bajo una escalera en un rincón oscuro para morir.

Como amigo fiel y para no hacer pasar un mal rato a nadie, Pacha lo hizo.

Murió solo.

Mi tío Mete

M

Pedro Rivera Jaro 

(Según narración de Emeterio Rivera)

Mi familia paterna, es oriunda de un pueblecito de Toledo, llamado Geríndote. Mi abuelo Apolonio siendo muy joven fue llevado por el ejército español a la guerra de Melilla, en Marruecos.

En otro momento os contaré ese episodio de la vida de mi abuelo, pero ahora quiero hablaros de mi tío Emeterio, que era el tercero por orden de nacimiento de los cinco que tuvieron mi abuelo Apolonio y mi abuela Isabel.
Lucía, Luis, Emeterio, Felix mi padre, y Victor cuyo verdadero nombre era Julián, pero llamado Victor por ser este el nombre de su padrino.

La siguiente narración está escrita por uno de los nietos de mi tío Emeterio, sobre un borrador manuscrito por él. Su nieto le llamaba Tello, el abuelo Tello. Es una historia de un hombre sencillo, que me la regaló, a mí, su sobrino Pedro.

En este momento me embarga la emoción por el recuerdo de uno de mis muy queridos tíos. Que Dios te tenga en su gloria tío querido.
Aún recuerdo cuando, con un lapicero, me dibujabas un pato, sobre una hoja de papel cuadriculado de un pequeño block.
Ahora hago yo lo mismo para mi bisnieta Makenna, mi americanita querida de 5 añitos, que vive en los EE.UU.

Quiero que seáis conscientes de que en mis historias, no distingo entre izquierdas y derechas, porque entre otras causas, creo firmemente que la gente buena se encuentra en todas las creencias políticas, exactamente igual que la mala.

Tenemos que situarnos en los primeros años cuarenta, conocidos como los años del hambre en España. Después de una sangrienta guerra civil, en la que se enfrentaron españoles contra españoles, España quedó arrasada, sus campos improductivos, la flor y nata de sus pobladores habían fallecido, había sido mutilada, o se había visto obligada a huir fuera de España, por temor a las represalias de los vencedores sobre los vencidos. Toda España se convirtió en un inmenso campo de prisioneros, en el que sin prisa, se iba investigando a cada preso sobre sus antecedentes y con todas las informaciones que pudieran aportar las personas que les conocían..

Más adelante las democracias europeas, una vez que la Segunda Guerra Mundial había finalizado, con la derrota de los nacionalsocialistas alemanes y fascistas italianos, decretaron el aislamiento de España, motivado porque el bando vencedor de los militares españoles, se suponía alineado con los perdedores en Europa.

El maná que supuso en Europa el Plan Marshall, no dejo en España ni un solo dólar, por lo que el daño se produjo, no sobre nuestros gobernantes, sino sobre el pueblo español, cuyas clases más humildes padecieron el azote del hambre y de enfermedades como la tuberculosis, sufriendo miles de muertes entre sus habitantes.

Mi tío Emeterio, a quien toda su familia llamábamos Mete y que cuando fue abuelo, uno de sus nietos llamaba Tello cuando era chiquitín, era el tercero de los cinco hermanos que quedaron huérfanos de madre el año 1928. Mi abuela Isabel, nacida en un pueblecito de Toledo próximo a Torrijos, llamado Gerindote, de donde también eran naturales su esposo Apolonio y sus cinco hijos,Contaba se trasladó a vivir a un barrio muy humilde del sur de Madrid con su esposo e hijos, donde falleció con treinta y pocos años.

Mi abuelo Apolonio, nunca quiso volver a casarse y permaneció viudo hasta su fallecimiento, trabajando con la familia Ferrando, propietarios de tierras en la zona sur de Madrid, (Pradolongo, San Fermín, Ciudad de los Ángeles, Orcasitas, etc.), y de un Parador de Ganados, en el que los ganaderos que traían animales al matadero de Madrid, los aposentaban la noche anterior a su llegada a dicho matadero para su sacrificio.

Mi tío Mete me regaló una historia que él vivió cuando tenía 19 ó 20 años y trabajaba en un taller de reparación de carros, propiedad del señor Diego Hurtado, manuscrita por él, y pasada a máquina por uno de sus nietos. Dicha narración es la mayor parte del traje que yo he confeccionado, cortando aquí y añadiendo allá, y que dice así:

El trabajo de reparación de carros era duro, muy distinto al de carpintero, o al de ebanista. En este oficio se trabajaba la madera de encina para los radios y las pinas de las ruedas, el álamo negro para los cubos, también de las ruedas, los varales y todo el bastidor del carro.

También se empleaba el fresno para las pinas. Se trabajaba también mucho el hierro para la fabricación de un carro, en la confección de las llantas y aros de los cubos de las ruedas, barrotes laterales y pletinas de refuerzo. Todo este hierro había que prepararlo y forjarlo en la fragua a mano, a base de martillo y macho. En la fragua tenían un fuelle para encandilar el carbón y para hacer los taladros al hierro, tenían un taladro con un volante que había que mover a mano, porque entonces no tenían otros adelantos más cómodos para hacerlos.

El taller estaba situado en el sur de Madrid, en el barrio de Las Carolinas, cerca de la antigua carretera de Andalucía, hoy calle de Antonio López, en cuya carretera se cruzaba una vía de ferrocarril, con un paso a nivel con barreras, donde los vehículos que circulaban por élla, cuando se acercaba un tren y bajaban las barreras, se detenían hasta que terminaba de pasar y reemprendían su marcha.

Una tarde muy fría de aquel mes de Diciembre en la que estaban trabajando dentro del taller, llegó un señor con un carro tirado por una mula. Era un carro muy bonito, del tipo valenciano, con su toldo y sus cortinas, bien pintado, y que tenía en la parte de abajo una bolsa tipo arcón, donde los carreteros solían llevar sus objetos personales, apartados de la carga de mercancías que transportara.

Aquel señor entró en el taller diciendo que le habían dado un golpe en un varal del lateral del carro, y que se lo habían roto, por lo que necesitaba que se lo reparásemos. El maestro del taller le dijo que lo dejara para otro día, puesto que dentro no tenía hueco en aquel momento para introducir el carro dentro, y fuera hacía demasiado frío para poder trabajar. Pero aquel señor insistió tanto, que acabó convenciendo al Maestro, quien dijo a Emeterio que saliese fuera y lo reparase. Así lo hizo Emeterio tomando las herramientas y saliendo a la calle, donde soplaba un viento del norte que pelaba de frío.

El dueño del carro se quedó dentro del taller y se puso a charlar con el Maestro al lado de la fragua. Mientras mi tío Mete estaba arreglando el carro, y en un momento dado sintió la curiosidad de ver lo que había dentro del arcón, y levantó la tapa de madera que lo cerraba. Entre otras cosas, allí había muchos manojitos de palitos de unos 10 centímetros de largo, y una bolsa de tela con dos panes en su interior redondos, de unos 35 centímetros de diámetro cada uno. Los ojos se le fueron a Emeterio detrás de aquellos dos panes, puesto que hacía mucho tiempo que no veía unos panes así ni en pintura.. Además de los panes, junto a ellos, había 2 chorizos que, estirados vendrían a medir cada uno alrededor de 50 centímetros. También había un puchero de barro nuevecito, lleno de tajadas de conejo con chorizo en aceite. A pesar de que pasaba muchísimo hambre, Emeterio volvió a tapar el arcón y lo dejó tal como lo había encontrado al principio. Para que se hagan una idea del hambre que pasaba en aquella época mi tío Mete, les diré que todas las tardes, cuando salían del taller, él y su compañero Diego, que era de su misma edad e hijo del Maestro, se iban al Mercado Central de Frutas y Verduras de Legazpi, que les quedaba cerca del Taller, y allí descargaban naranjas de los camiones y por ese trabajo les daban a cada uno una buena bolsa de naranjas y algunas remolachas, que una vez cortadas en rodajas y asadas, les parecían tan ricas y engañaban al maldito hambre que pasaban.

Emeterio siguió con su trabajo, preparó 2 pletinas de hierro y paso al interior del taller para hacerles unos taladros. En ese momento el dueño del carro, se estaba haciendo el gracioso, contándole al Maestro algo que le producía fuertes carcajadas refiriéndose a los manojos de palillos que llevaba guardados en el arcón del carro. Contaba que unos días antes, según venía por la carretera vió tumbada en el suelo una acacía, que el viento había arrancado. Paró al lado y cargó dos brazadas de ramas de dicho árbol en el carro y fue haciendo manojitos de cuatro palitos cada uno, sentado en el carro mientras la mula le iba acercando al próximo pueblo en la provincia de Toledo. Al entrar en el pueblo, con los manojos ya hechos, metidos en una cesta empezó a pregonar: “Palojos de oro para curar la diarrea de los niños” (en aquellos días morían muchos niños de diarrea). Las madres del pueblo compraron todos los manojos que tenía en la cesta, a dos reales cada manojo. Al Maestro y a su hijo Diego, no les causaba risa la venta de palojos de oro, porque el nombre del pueblo donde los había vendido aquel estafador era Gerindote, donde había nacido mi padre, mi tío Mete y todos los miembros de mi familia paterna. Mi tío Emeterio se dio cuenta que aquel timador vivía de engañar a la gente humilde y le causó un profundo deseo de venganza, por el daño que hacía jugando con el dolor ajeno. Salió fuera del taller para terminar de arreglar el carro y llamó a Diego con la escusa de que le necesitaba y le mostré el contenido del arcón, y al verlo dijo a Emeterio:”vamos a quitarle un pan”, porque si a mi tío Mete se le iban los ojos, a Diego se le iban las manos. Mi tío le respondió que lo dejara de su cuenta. Entra al taller y si ves que va a salir, das con el martillo en la bigornia dos veces, para avisarme. De lo demás me encargo yo, le dijo mi tío.

Por la calle, esa tarde tan fría no pasaba nadie. Enfrente del taller había un solar, donde iban a construir una nave y habían descargado un viaje de bloques, para hacerlo. Mi tio se subió a la pila de bloques y retiró a un lado tres de ellos, en el hueco que quedaba, metió la bolsa con los panes, los chorizos y el puchero, volviendo a colocar los bloques encima para taparlo todo.

Después entró al taller y le dijo a su Maestro que el carro estaba reparado. Salieron a la calle el Maestro y el carretero, y después de pagar la reparación, el dueño del carro invitó al Maestro a tomar algo en un bar próximo a la carretera, a donde fueron los dos subidos en el carro.

Al rato volvió el Maestro al taller y como una hora mas tarde volvió el carretero al taller y nos dijo que le habían quitado un poco de comida que llevaba en el carro. Emeterio le preguntó que donde había dejado el carro cuando entraron al bar, porque si lo habían dejado fuera, allí se lo habrían quitado, que por allí cerca debido a que los vehículos paraban en el paso a nivel, andaban muchos rateros para robarles. El maestro reforzó esa explicación y el dueño del carro tuvo que marcharse resignado con su pérdida.

Al final de la jornada de trabajo, el Maestro se fue para su casa y entonces Diego y Emeterio que se quedaron para recoger el taller, salieron a por su tesoro escondido, lo recuperaron y lo metieron al taller, donde lo escondieron en el lugar que suponían mas seguro, no sin retirar previamente una ración para cada uno de los dos. A continuación se dirigieron hacia Legazpi, pero no para trabajar en el Mercado, sino que entraron en un cine que allí existía, junto a la boca de entrada del Metro. Una vez dentro del cine se pusieron a comer ambos con muchas ganas. Ese día ponían la película titulada La Salvaora, de Lola Flores y Manolo Caracol, pero los asistentes cercanos a ellos estaban mas pendientes de lo que estaban comiendo, que de ver la película.

Durante 5 días estuvieron comiendo del contenido de la bolsa del arcón del carro. Uno de los días invitaron a un muchacho de edad aproximada a la suya con un trozo de pan y otro de chorizo, porque al pobre se le iban los ojos detrás de la comida y les dio algo de compasión.

Durante esos cinco días cuando mi tía Lucía, su hermana mayor que fue quien se ocupó de criar y cuidar a todos los hermanos, le ponía las gachas que tenían cada noche para cenar, porque otra cosa mejor no tenían, Emeterio no tenía hambre. Eso les venía bien a los demás hermanos que saciaban mejor su apetito, pero a ella la preocupaba aquella falta de apetito de Emeterio, que no se atrevió a explicarla el porqué de su desgana.

A mi tío Mete le dio pena tirar aquel puchero nuevo de barro y lo dejó en el patio de la casa familiar, lo cual extrañó mucho a mi tía Lucía, que se hartó de preguntar a todos sus hermanos la procedencia del puchero. Esfuerzo baldío porque nadie lo sabía, excepto el tío Mete que no abrió su boca y simuló no saber nada.

Transcurrido un año, Diego y Emeterio, que al acabarse la comida volvieron a ir cada tarde al Mercado a descargar camiones, le contaron al Maestro lo sucedido, pero no le pareció bien.

Pasado un tiempo les disculpó, comprendiendo que la maldad del carretero mereció sobradamente el comportamiento de los dos muchachos, puesto que no había dudado en abusar de la desesperación de las madres de Gerindote en unos tiempos tan difíciles como fueron aquellos.

Crecimos con la radio

C

Pedro Rivera Jaro 

En los años cincuenta mi madre compró un aparato receptor de radio de la marca Telefunken.

Aquel aparato era carísimo para la época, quinientas pesetas. Era un aparato de válvulas, muy bonito y potente receptor, que cogía emisoras de muchas ciudades de toda Europa. Una de esas emisoras se me quedó grabada, por lo raro del nombre que no era otro que HILVERSUN. Aquel aparato receptor lo compró mi madre en una tienda que se llamaba El Ojo Mágico de la Calle Toledo 45, de Madrid, donde trabajaba como dependiente Elena Palomino, hermana de Paco, el marido de la prima Carmen y que era guapísima o al menos a mí me lo parecía. Elena se casó años después con un farmacéutico algo mayor que ella, y que tenía la farmacia en la calle Mayor, muy cercana a la plaza del mismo nombre de Madrid.

Mi padre encargó a Saturnino, mi vecino que era carpintero de oficio, un soporte en escuadra, de madera barnizada, y la fijó a la pared de la cocina de nuestra casa, justo encima de la mesa sobre la cual comíamos los seis miembros de la familia, a una altura de 1,80 metros. Sobre ese soporte se mantuvo el aparato de radio años y años.. Yo me pasaba muchísimo tiempo escuchando y aprendiendo de todo lo que emitían por la querida radio. Recuerdo que mi padre, a la hora de la comida, nos exigía silencio, porque le gustaba escuchar el PARTE. El parte eran las noticias, lo que hoy vemos en la Tele que llamamos Telediario. Esto provenía del Parte de Guerra que emitía Radio Nacional en los tiempos de la Guerra Incivil Española.

Todos tenemos en la memoria la última parte de la Guerra del día uno de Abril de 1939, pero creo que será preferible no volver a recordarlo.

Fueron tiempos muy duros para los vencedores y mucho más duros para los vencidos. Yo nací en 1950 y mis recuerdos no incluyen aquellos primeros años de posguerra, gracias a Dios, pero si los he conocido a través de terceras personas que vivieron aquellos tristes años. Aunque no gustaban de recordar las privaciones, las persecuciones, los encarcelamientos, siempre captaba entre sus conversaciones retazos de lo que habían vivido.

Crecimos con la Radio pero la radio nos transportaba a otros mundos, mucho más bonitos. Mi madre escuchaba los seriales radiados de Guillermo Sautier Casaseca, por ejemplo. Recuerdo Ama Rosa, El Derecho de Nacer. También recuerdo la Serie Dos Hombres buenos.

Pero como niño que era, lo que más disfruté fueron los cuentos que contaban cada día, como por ejemplo La Tabla de Multiplicar, Galgos o Podencos, que nos preparaban para la vida de adultos con sus correspondientes moralejas. Aquellos dos conejos que, entretenidos en discutir si los perros que les perseguían eran galgos, o eran podencos, se olvidaron de continuar huyendo, y cayeron entre sus dientes.

Este cuento me enseñó que no podemos distraernos de lo importante por discutir lo accesorio.

Otros cuentos que no olvido son La ratita Sabia, La Gallina Marcelina, (que era una gallina con mucha tradición, puesto que era de su abuela el Huevo de Colón), Garbancito, El Gallo Kiriko (a quien nadie quería limpiarle el pico, para ir a la boda de su tío Perico) y El Enano Saltarín.

Todas las mañanas , a las 10 comenzaba un programa llamado Conozca a Sus Vecinos, donde aquellos que tenían inquietudes artísticas acudían a cantar en los micrófonos de la radio para llegar a ser conocidos por el gran público. Los patrocinadores de los programas publicitaban sus productos a través de sus canciones comerciales, que los niños aprendíamos y cantábamos es alta voz, Cola Cao (yo soy aquel negrito), Okal, Almacenes Ruiz (si me quieres ver feliz, es preciso que me lleves, a los Almacenes Ruiz, de Hortaleza 19), y Muebles Cabezón.

En los fines de semana los locutores Bobby Deglané y José Luis Pecker, nos invitaban a la Cabalgata Fin de Semana, y los domingos por la tarde Carrusel con su seguimiento del futbol, le permitía a mi querido padre comprobar los resultados de los partidos y chequear los resultados de las quinielas, con la ilusión de acertar los catorce y hacerse millonario de la noche a la mañana.

Matilde Vilariño, Pedro Pablo Ayuso, Juana Ginzo, se convertían en divertidos personajes como Matilde, Perico y Periquín. A las cinco de la tarde, La Portera y sus Vecinos, hacían reír a la audiencia con sus graciosas ocurrencias, e igualmente sucedía al mediodía con La Saga de los Porretas.

Grandes profesionales que ganaban los Premios Ondas y Antena de Oro, dirigían programas de grandes audiencias, como por ejemplo, Joaquín Prats y Alberto Oliveras con Ustedes Son Formidables. Había programas que aparentemente eran para las tardes de las damas, pero que además eran seguidos por innumerables varones, como era el caso del Consultorio de Elena Francis, que seguía en antena en los primeros ochenta.

Recuerdo programas solidarios, tales como la Operación Clavel que dirigía el gran Bobby Deglané y que recogía ayudas para los afectados por las inundaciones de 1961, sufridas por los sevillanos. Más tarde hubo otro programa cuando las inundaciones del Vallés, en Cataluña.

Otro grandísimo profesional de la radio, Joaquín Peláez, dirigió la Operación Plus Ultra que seleccionaba auténticos héroes infantiles, para que cundiera su magnífico ejemplo entre los demás niños.
Humoristas como Gila y Pepe Iglesias El Zorro me hicieron reír sin tasa con sus desternillantes veladas.

No acabaría nunca de contar mis recuerdos de la radio, teniendo en cuenta que hasta 1964 no llegó el primer televisor a mi casa, y tomó el relevo de la atención familiar, pero no quiero acabar este hilo sin mostrar mi agradecimiento a lo que se llamaba Peticiones del Oyente, donde a solicitud de familiares y amigos, nos llegaba la felicitación de Cumpleaños mediante las canciones de moda, interpretadas por los cantantes más famosos del momento. Juanito Valderrama cantaba El Emigrante, dedicada a aquel hijo que estaba trabajando en Alemania, o Su Primera Comunión, si se trataba del mes de mayo y la celebración de las comuniones, que entonces eran grandes celebraciones. Antonio Molina nos cantaba Soy Minero, Angelillo nos llevaba por su Camino Verde y tantos otros músicos que con sus composiciones alegraban nuestras vidas.

Quiero expresar mi agradecimiento a todos los profesionales de la Radio que con su esfuerzo, como continúan haciéndolo hoy en día, nos han ayudado a superar aquella España que luchaba contra la desigualdad que nos diferenciaba del resto de Europa.

Hubo años en los que la gente pensaba que la televisión acabaría destruyendo a la radio, pero el correr del tiempo ha demostrado que la radio, por su propia constitución, por su inmediatez, supera en muchos aspectos a la televisión.

Todo lo que aprendí de niño escuchando aquella Telefunken de válvulas, me ha servido a lo largo de mi vida de igual modo que me sirvieron las enseñanzas de mis padres y de mis maestros.

Durante las noches de mis muchos años trabajando como taxista nocturno, mi querida radio me ha estado acompañando y ha conseguido que las horas transcurrieran con presteza.

Hoy a mis 73 años sigo escuchando cada mañana la radio y en los fines de semana escucho a Pepa y su No es un día Cualquiera, haciéndome sentir como si estuviéramos entre grandes amigos.

Espero no haberles aburrido con mis recuerdos. Les deseo a ustedes que su vida transcurra con la mayor placidez.

Viaje por el norte

V

Alberto Cruz Riquelme

Historia real de las costumbres del día de las almas en el norte jujeño de Argentina...

Esta historia comienza cuando por primera vez visite jujuy una provincia de Argentina, eran tiempos en que aún la circulación de los trenes había por todo el país...Bien estando en jujuy capital fui a ver un trabajo en un hospital en mi especialidad de electromedicina,caminando por los pasillos de ,del mismo, fui interceptado por una anciana ,que portaba un sobre en sus manos, la cual con su voz cansada y débil, me dijo:joven usted por favor puede entregarle esta carta a mi hija ,le pido este favor porque tengo pocos días de vida según mi doctor, yo tome la carta de su mano y la anciana se despidió de mi y regreso a su sala,y así salí de aquel hospital y afuera miré la dirección escrita en el sobre ,que decía:cuesta de azul Pampa,y no tenía otra más acotación que el nombre del margarita Llanos ,....Había un policía al que le hice la pregunta , si sabía dónde quedaba esa calle ,a lo cual me dijo :no es una calle es un pueblo y debe tomar el tren para llegar, le dije gracias, y me dirigí hasta la estación, allí en la boleteria ,me informan que el tren salía todos los días, así que saqué para el dia sábado ...Llegado el día tome el tren que luego de algunas horas ,dijo grito el guarda ,CUESTA DE AZUL PAMPA!y allí baje,creí haber bajado equivocado, porque solo había lomas y cerros ,bueno dije ,cuando termine de pasar el tren veré el pueblo y la estación, paso todo el tren ,y solo vi un letrero que decía ,azul Pampa,no había nada más que soledad y cerros ,y un silencio como si estuviera solo en este mundo ...Yo me había vestido de zapatos blancos, pantalón blanco, camisa y campera blanca, allí parado en esa soledad ,estuve un buen tiempo, sin saber para qué lado ir,hasta que de pronto vi venir un pastor con cabras hacercarse, y le pregunte: señor usted puede decirme por donde vive la familia Llanos?y este con su cabeza bajada ,me dijo usted es un ángel? No le dije yo,bien ángel me dijo el pastor ,usted debe seguir por las huellas de cabras 🐐 yo mire ,y no veía nada solamente todo igual ,entonces el pastor me explicó, que era una huellas de cabras,y me dijo donde está la iglesia vieja allí viven ellos,así que comenze a caminar,...Camine varias horas entre los cerros ,y llegue al fin ,eran unas casitas bien pequeñas, también había una iglesia destruida,pero estaba todo en silencio y soledad,...Allí me senté en una piedra grande y llego la noche,cansado me quedé dormido,y de pronto ,me despertó unos ruidos ,eran varios ojos que brillantes se venían hacia mi,de pronto vi dos niños,que gritando decían,mama hay un ángel en la casa ,y vi venir una señora delgada vestida de negro ,que me dijo usted quien es ?acaso es un ángel, y me dijo así porque yo vestía todo de blanco,...Yo le dije no señora vengo de la ciudad y traigo una carta ,bueno me dijo ángel pase ,y allí en esa habitación pequeña solo había cueros de ovejas, prendió un mechero, y yo le entregue la carta,esta la miro ,y me dijo yo no se leer ,lea usted ángel, yo leí la carta,en ella decía, dejo las cabras negras y blancas para mis nietos ,las ollitas de barro,para mi hija y demás cosas más los corderos,y quiero envíen al doctor un cabrito chico también ...Así que envío sus niños a traer en cabrito en la oscuridad, pasaron unos momentos y vinieron los niños con el cabrito ya faeneado,...Pregunte como podía regresar,y me envió con sus dos niños por la oscuridad,ellos corrían con sus perros,había allí unas cactus con espinas pequeños, que yo chocaba a cada rato,las punzantes espinas,hasta que llegamos a una ruta...Allí espere algún colectivo pero no venia ninguno, un hombre pasó caminando y me dijo ,no hay colectivos están de huelga,..luego vino una señora vestido de negro que golpeando las piedras decia:mandangas voy a sacar agua ,no me molestes,sacando chispas con su machete contra las piedras se acercó, al verme me dijo :tu eres un ángel, no señora le dije ,ángel me dijo dile al mandingas que no me moleste ,porque voy a sacar agua del ojitos de agua, tu que eres un ángel dile,y así continuó su camino ,nosotros nos regresamos a la casita,y allí me dieron dos cueros de ovejas para dormir,...Al despertar ya no había nadie ,los niños y su madre se habían ido de allí,me habían dejado, un pedazo de queso ,abas secas,y una botella con agua...y así emprendí mi regreso ,también con el cabrito,para el medico que luego de varias horas de camino, lo tuve que abandonar,...Así llegué hasta un cementerio pequeño y allí me senté cansado,en tremendo silencio miré que había platos con asado y maíz ,también bebidas ,hojas de coca ,sorprendido creí era un milagro ,había pan con caritas también, y comencé a comer lo que había allí y a guardar en una bolsa,...De pronto en una montaña apareció una señora con varios perros la cual me grito,hereje ladrón, estas comiendo las ofrendas de las almas ,yo salí corriendo asustado de aquel cementerio y así continúe mi camino, hasta que llegue a un pueblo, allí pude conseguir quien me traiga a la ciudad...esta historia y aventura, me hizo conocer las ofrendas de las almas por primera vez en el norte de Argentina

Sin cabeza

S

Silvia C.S.P. Martinson

Traducido al español por Pedro Rivera Jaro 

Un lugar. Un planeta. Año 3.145.

Las ciudades son enormes, no hay edificios altos como los que conocemos hoy. Son casas de dos o tres plantas, adecuadas a las necesidades de la población, que tienen luz propia y reflejan los rayos de los dos soles que abastecen de energía a este gigantesco planeta. Estas casas son transparentes a simple vista y se puede observar perfectamente lo que ocurre en el exterior sin que la intimidad de sus habitantes se vea perturbada por miradas indiscretas.
De hecho, los habitantes de este planeta no son en absoluto curiosos.

Hablemos de la gente que vive aquí y luego contemos la historia en sí.

Un pueblo extraño para nuestras concepciones actuales, tanto física como psíquicamente.
Sus cuerpos no se deterioran cuando son abandonados. Y abandonados, como veremos más adelante, es literalmente el término más correcto. Físicamente son criaturas casi idénticas. La misma textura, la misma altura -extremadamente altas y bellas, por cierto-, pelo negro o rubio, ojos castaños o azules, piel de color moreno, según nuestros actuales parámetros de color. Los hombres tienen el mismo porte altivo y están sexualmente bien dotados. Las mujeres, con su abundante cabellera, tienen pechos grandes y nalgas y piernas torneadas. Todos ellos son particularmente atractivos sexualmente.

En estas ciudades, todo está programado. Como las criaturas no necesitan comer a la manera tradicional, todo lo que tienen que hacer es inhalar los efluvios procedentes de la "comida" procesada y altamente energética, que procede de las formas básicas milenarias.

No hay trabajo manual ni producción. No hay campos que arar. Por lo tanto, los seres sólo realizan servicios intelectuales, destinados a mantener y preservar el gobierno y la paz, y esto ocurre en cortos periodos del día, que dura una media de 36 horas.

Todos los ciudadanos obedecen el orden programado; los lunes son el día de la afectividad sexual, los martes se dedican a comer, los miércoles se dedican a reunirse y socializar con los habitantes del mismo barrio, los jueves se pasan en el gran anfiteatro de la ciudad escuchando música y aumentando su "colección de sonidos", los viernes se dedican a pasear, cuando las aceras y las calles se paran a tal efecto. Los sábados, todo el mundo se queda en casa, ocupándose de su ropa y utensilios y poniéndolos en orden. Ese día, los únicos vehículos que circulan por la ciudad son los llamados COLECTORES. Hablaremos específicamente de ellos más adelante. Los domingos, todo el mundo duerme hasta tarde.
Como puede ver, se trata de ciudades magníficamente organizadas.

Por cierto, las criaturas, sus habitantes, se llaman y conocen por números y no por nombres.

Mil Quince Millones era su nombre. Su mujer se llamaba Mil Millones Veinte Mil. Se llamaban íntimamente Biquin él y Bevin ella. Estaban acostumbrados.

Aquí comienza nuestra historia.
Biquin, tras haber dormido con su esposa Bevin todo el domingo, se despertó el lunes sintiéndose extraño, no tan dispuesto como de costumbre al "afecto sexual".

Como siempre en esos días (los lunes), ella se acercó a él con sus grandes y duros pechos a medio mostrar, su cuerpo caliente y húmedo, sus nalgas casi vibrando, y se inclinó contra él, apretándose a su cuerpo, haciéndole sentir inflamado y listo para el coito. Al percibir cierta frialdad en ella, algo que nunca antes había sentido, le cogió la mano y la guió lentamente sobre sus pechos, acercándola a sus genitales, que ya vibraban, calientes y húmedos, exudando el perfume que él había puesto allí de antemano. Ella entrecerró los ojos y abrió la boca para recibir su poderosa lengua. Él cedió. Un temblor recorrió su cuerpo, encendiendo su deseo. Copularon todo el día, de las formas más diferentes y atrevidas.

Hay que decirlo: Las mujeres de estos pueblos los lunes siempre, sin excepción, recibían y buscaban a sus maridos semidesnudas, con los ojos entrecerrados y la boca entreabierta, el cuerpo excesivamente caliente, ligeramente húmedo y perfumado.

Martes - Día de comida.
Biquin puso las pastillas energizantes de él y de ella en recipientes separados. Las roció con un líquido especial. Inmediatamente empezaron a salir vapores de ellas, que fueron aspirados individualmente por cada uno. Esto duró varias horas. Al final del día estaban llenos de energía.

El miércoles. Biquin, todavía con una extraña sensación de estar incompleto, como si algo se le escapara de las manos, una vaga e inquietante sensación de ausencia algo que no había sentido desde que se dio cuenta de que era él mismo, hacía tanto tiempo que ya no sabía lo que era-, fue con su mujer, a medias, a la reunión del barrio para hablar e intercambiar ideas con sus compañeros, a los que, sin embargo, no expuso sus sentimientos actuales.

El jueves, como de costumbre, todos fueron al anfiteatro para escuchar música y engrosar su "colección de sonidos". Biquin y Bivin, inevitablemente sentados en cómodos sillones, en silencio, se prepararon para la audición.

La música, transmitida por enormes y complejos aparatos, se extendía por el aire. Era tan relajante como siempre. Sin embargo, añadía nuevos sonidos, que poco a poco se iban registrando en sus cerebros e incorporando a su "colección".

Fue en ese mismo momento, más concretamente ese día, cuando Biquin empezó a darse cuenta de lo que le estaba ocurriendo y se hizo algunas preguntas que no podía responder:
- ¿Por qué necesitamos escuchar música y aumentar nuestras "colecciones"?
- ¿Para qué escuchar música si ya la tenemos registrada en nuestro cerebro? Podemos escucharla íntimamente siempre que queramos.
- ¿Por qué es necesario que toda la gente se reúna en el anfiteatro?
Terminó el día, terminó la audición y todos volvieron a sus casas.
Amanecía, los soles brillaban, las casas resplandecían. Era viernes.

Las preguntas que se había estado haciendo seguían martilleando la cabeza de Biquin.
Las calles y las aceras estaban paralizadas.
Las criaturas caminaban de dos en dos, sin prisa, durante muchos kilómetros, por parques, calles y avenidas. Era necesario moverse, como si nuevos engranajes, recién engrasados, se hubieran puesto en marcha para ajustarse y cumplir mejor sus funciones.

El movimiento era obligatorio.
Biquin se sentó en un banco de la plaza, estaba inexplicablemente cansado, nunca le había pasado. Le hizo una señal a Bevin para que diera el obligado paseo a solas. Ella le miró largo rato, una lágrima, sólo una, corrió por su mejilla, la disimuló, se despidió y siguió caminando.

El desánimo era demasiado grande en él. Las preguntas sin respuesta seguían apareciendo en su cerebro. Y poco a poco una idea extraña, insólita, comenzó a envolverlo, obstinadamente, despojándolo de toda lógica y entregándolo sólo a un violento deseo de:
Desatornillar su cabeza de su cuerpo. ¿Sería posible?

Solo en la plaza, al anochecer, comenzó su intento. Increíblemente, creyó que era posible. Y poco a poco empezó a desenroscarse la cabeza. Al principio hubo algunos chasquidos, como si las piezas estuvieran atascadas por falta de uso. Pero con un poco más de fuerza y un chasquido mayor, empezó a moverse.

Primero en un ángulo de veinticinco grados, luego de cuarenta y cinco, después rápidamente de ciento ochenta y finalmente de trescientos sesenta grados. Ya no se sorprendió; al contrario, sintió un gran alivio. Sólo le quedaba quitárselo del cuello.
Eso fue lo que hizo. Lo colocó suavemente a su lado en el banco.
Ya no sabía si era un cuerpo o una cabeza. Pero, ¿qué importaba eso ahora?
A su alrededor, las cosas, las imágenes y los sonidos se desvanecían y desaparecían por completo.

Lo único que quedaba era un cuerpo y una cabeza que, en aquel planeta, no se deterioraban.

Bivin, por su parte, se sentó en el sofá de su casa y apagó todos sus sentidos. Para siempre.

En la sala de Control de la Población del gran complejo gubernamental, donde se decidía sobre la creación o extinción de las "criaturas programadas", frente a una enorme pantalla de televisión Tresbieum (Tres mil millones y un millón) dice Tresbiedois (Tres mil millones y dos millones), ésos eran sus nombres:
- ¡Por fin Bikin y ella fuera! Todo salió según lo previsto. Eran viejos y obsoletos, sólo ocupaban espacio. Su tecnología estaba anticuada, no había arreglos ni reparaciones que hacer. Las piezas ya no existen.
Ahora habrá un hogar extra para futuras parejas.
- Efectivamente, pero tú Trisbieum debes estar de acuerdo conmigo en algo, ya que somos tan diferentes...
Qué hermosos y perfectos eran nuestros padres para la época en que fueron creados, ¿no crees?
- ¡Sí, nuestros padres!
Pero eso ya no importa, mañana es sábado y los camiones de RECOGIDA los llevarán al depósito de reciclaje. Siempre es así...
- Menos mal que el domingo dormiremos hasta tarde.

También hay que explicar que en este planeta, cuando un cónyuge se desactivaba, el otro seguía inevitablemente su estela.

Amor paternofilial

A

Pedro Rivera Jaro

Yo puedo comprender muchas cosas porque tengan lógica y porque sucedan comúnmente a muchas personas. Por ejemplo la ruptura de parejas que, antaño, sintieron gran amor entre ellos, pero las circunstancias de la vida lo agotaron.

Lo que no entiendo, ni podré entender nunca, es que se olviden de los hijos que fueron el fruto de ese amor, que justamente es el caso ocurrido en los años treinta con mi primo Joselín, y luego se ha repetido, hace 6 años con mi bisnieta Makenna.

Los tocólogos advirtieron a mi tía Santa, hermana mayor de mi madre, y a mi tío José su esposo, en el parto de mi primo Joselín, que no tuviera más embarazos, porque les costaría la vida a la madre y al bebé.

Dos años después se cumplió la predicción del médico, y mi tía Santa perdió su vida así como la vida de bebé en su siguiente parto.

Al poco tiempo, el tío José desapareció de la vida de su hijo Joselín al emparejarse con otra mujer, con la cual tuvo dos hijos. Al primero de ellos volvió a ponerle de nombre José, algo muy criticado por nuestra familia, cuyos miembros (mi abuelo Pedro, mis tíos, mis tías y mi madre), se habían ocupado de criar con todo cariño a mi primo.

Quiso el destino que aquel segundo niño que tuvo por nombre José, falleciera aplastado contra una pared por un camión, cuando su propio padre lo estaba aparcando. Hubo algún miembro de nuestra familia que manifestó, que se trataba de un castigo de Dios, pero yo siempre he pensado, que Dios no podía participar en un acto de castigo a un mal padre, que terminara con el fallecimiento de un niño inocente.

Aquel mal padre, volvió a formar parte de la vida de Joselín, cuando éste se casó a la edad de veintitantos años. Mi madre le echó en cara el olvido, en el que había mantenido a su hijo primogénito, y el buen señor dio por excusa, que su hijo, cuando le veía por la calle, le apedreaba.

Cada uno opine como prefiera.
Gracias a Dios el niño tuvo el cariño y los mimos de toda la familia, y, principalmente de mi madre y de mi abuelo Pedro, y no sintió la terrible falta de sus padres.

Muchos años después, he vuelto a vivir un caso similar en los Estados Unidos, en la personita de mi querida bisnieta Makenna, que cumplirá 7 años el próximo mes de Enero de 2024.

Ella es la hija mayor de Nicole, mi nieta mayor, la cual, enamorada de Devan, un compañero de su colegio, y su primer novio, formó pareja con él, siendo muy jóvenes, y con 18 años, trajo a la niña a este mundo.
Como 2 años después del nacimiento de la niña, su papá Devan se enamoró de otra mujer, que ya tenía 3 niños de otras relaciones anteriores, y se marchó de la casa matrimonial, y empezó a vivir con ella y sus 3 hijos. En la actualidad tiene 2 niños más, fruto de ésta nueva relación de Devan.

Hasta aquí todo normal con arreglo a las costumbres de la sociedad en que viven. Lo que ya no encuentro normal, es que Devan, se haya olvidado de que Makenna está en el mundo.

Nunca viene a verla, nunca le hace un regalo, ningún cumpleaños, ningún Santa Klaus, ningún fin de semana, ….
Que tristeza¡! ¡Que pena!.

Afortunádamente es una preciosa niña que vive con su abuela Diana, mi hija, y con su esposo Jessie, y a la que todos queremos muchísimo, y que es listísima y llena de vitalidad.

No le faltan juguetes, no le faltan regalos, no le falta cariño, y ni siquiera le falta el amor de su Daddy, que es como Makenna llama a su auténtico papá, Jessie, que siente por ella la misma pasión que la niña siente por él.

El que pierde en este caso es Devan, su padre genético, que nunca sabrá la preciosa niña que Dios le regaló, y a la que olvidó.

Los niños no piden venir al mundo, somos los adultos quienes les traemos a él, y solo los miserables olvidan que ellos también fueron niños y que necesitaron el cariño de sus mayores para madurar sin carencias afectivas, ni materiales.

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