Pedro Rivera Jaro
Corría el año 1973.
Aquel hombre había trabajado duro toda su vida, desde que tenía tan solo cinco años, y con el fruto de su esfuerzo había conseguido comprar una parcela de terreno, que valló convenientemente y a la cual instaló una gran puerta para camiones, de tres metros de altura.
Unos meses antes de fallecer, hizo algo a lo que siempre se había resistido, pero que, debido a sus necesidades económicas, no tuvo más remedio que aceptar: alquiló aquel gran solar a un comerciante de vehículos usados que, además, era policía desde hacía muchos años. Pensemos que, en aquel tiempo, España estaba bajo otro régimen político, muy diferente al actual, en el que los policías tenían mucho más poder que en la actualidad.
Durante unos meses, el propietario estuvo cobrando el importe del alquiler, aunque con cierto retraso respecto a las fechas acordadas con aquel policía.
Desgraciadamente, aquel hombre sufrió un derrame cerebral que acabó con su vida en muy pocas horas, dejando a su familia carente de los ingresos principales que la habían sostenido hasta entonces. Como anécdota, cabe mencionar que, una semana después de su fallecimiento, un comando de ETA ejecutó en Madrid un atentado con explosivos que provocó la muerte del presidente del Gobierno de España, don Luis Carrero Blanco.
A la viuda, por lo tanto, le hacía una tremenda falta la cantidad de dinero comprometida por el alquiler, pero el policía dejó de pagar lo estipulado en el contrato. Por dicho motivo, la señora tuvo una conversación con él, en la cual el hombre argumentó que su situación financiera en ese momento era delicada, que había comprado muchos vehículos usados y que se había quedado sin fondos. En consecuencia, pagaría el alquiler cuando pudiera.
La señora le contestó que, en ese caso, tendría que desalojar el solar para que ella pudiera alquilárselo a alguien que sí pudiera pagar el precio acordado.
El policía respondió que el solar era suyo y que lo seguiría siendo, quisiera ella o no, y que, para echarlo, tendría que gastar mucho tiempo y dinero en abogados y pleitos. Añadió que era policía y tenía muchas amistades en los juzgados.
Con gran disgusto, la señora les contó todo a sus cuatro hijos (tres varones y una mujer).
—¿Qué podemos hacer, hijos? No tenemos dinero para entrar en pleitos, y además, el alquiler nos hace mucha falta. Pensad en qué podemos hacer de ahora en adelante para solucionar nuestros problemas financieros.
La hija trabajaba como secretaria de dirección. El hijo mayor había terminado su carrera universitaria aquel mismo verano y había cumplido su periodo de prácticas como oficial de complemento. Tenía previsto marcharse a trabajar a un hotel en Londres para mejorar su conocimiento del inglés.
Sin embargo, al enviudar su madre, ella le rogó que no se marchara, pues se sentía muy desvalida sin su marido. El hijo cambió sus planes sin rechistar y se quedó en Madrid para apoyar a su madre viuda.
Los otros dos hijos menores encontraron empleo y contribuyeron económicamente al sostenimiento de la familia.
En cuanto al asunto del solar, sin levantar sospechas, los dos hermanos mayores decidieron dar un escarmiento a aquel policía abusivo.
Aquella noche, alrededor de las 22:00 horas, los dos jóvenes, de 19 y 24 años, treparon por la puerta de camiones del solar y entraron en él portando martillos y cuchillos.
Dentro había dos docenas de automóviles, los mejores que poseía aquel comerciante-policía, tirano y ladrón: Citroën Tiburón, Mercedes, Chevrolet, entre otros. Uno por uno, fueron rompiendo faros, pilotos y cristales, rajando los neumáticos y las tapicerías de los asientos y respaldos. Al cabo de un rato, no quedaba un solo vehículo sin destrozar.
Una vez concluida su tarea, saltaron nuevamente la puerta y regresaron a su casa.
Tres días después, el policía llamó a la viuda y quedó con ella para pagar su deuda y desocupar el solar donde guardaba sus mejores vehículos.
Y así ocurrió. No hubo necesidad de contratar abogados ni de iniciar un pleito.
Quizá comprendió que, a veces, la justicia llega por caminos inusitados e inesperados.