Pedro Rivera Jaro
Aproximadamente en el año 1920, mi abuelo Pedro compró un terreno en la zona sur de Madrid, que en aquellos años pertenecía al pueblo de Villaverde Alto y que, hacia mediados del siglo XX pasó a ser parte de Madrid, distrito Arganzuela-Villaverde, donde quería construir su casa y la casa de sus hijos mayores, ya casados.
El primero que construyo una casa por allí, fue un hombre llamado Aurelio y apodado El Loco, haciendo alusión al estado que suponían, debía de tener en su cabeza una persona, para atreverse a ir a vivir allá, en aquellos barrizales en medio de campos de cultivo de cereales.
Allí se fue formando, una calle-barrio denominado Barrio de los Locos, donde se instalaron varios familiares de mi abuelo, como por ejemplo, Tía Marcelina, su hermana mayor, con su esposo e hijas.
El Ayuntamiento de Madrid nombró a aquella calle, Barrio de San José, y este nombre se mantuvo hasta los años 60, en que fue cambiado y pasó a denominarse calle de San Fortunato, nombre que sigue ostentando actualmente.
En la casa de mi abuelo Pedro nació en 1923, mi madre Victoria, y en 1950 nací yo. Después, en 1952 nació mi hermana Maribel, en 1955 mi hermano Félix y el mas pequeño de los cuatro, Javi, vino al mundo en 1958.
Todos aquellos campos de labor fueron poblándose de edificios en el transcurrir de los años. En los años 20 fue construida la Colonia Alfonso XIII, que con el advenimiento de la Segunda República pasó a denominarse Colonia Popular Madrileña, y a partir de 1939 fue reconstruida sobre los restos ocasionados por los bombardeos de la Guerra Civil (o mejor Incivil), debido a que toda la barriada fue un frente de guerra. Esta colonia construida sobre las ruinas se denominó Colonia de San Fermín, y todas sus calles tienen nombres que nos recuerdan a Navarra, la Avenida de los Fueros, las calles Zalacain, Oteiza, Lodosa, Navascués, Amaya, y de hecho la festividad del 7 de Julio, día de San Fermín traía la celebración de las verbenas a nuestro barrio.
En el año 1959 se construyó a continuación de los terrenos de dicha Colonia, el Poblado de San Fermín, a cargo de la Obra Sindical del Hogar, del Ministerio de la Vivienda. Y por la parte contraria, es decir , la zona norte, que era la mas cercana al Barrio de las Carolinas, se construyeron San Mario, la Colonia de Andalucía, las Torres de Carabelos, etc.
Las construcciones limitaban por el este con el Camino de Perales, antiguo camino de tierra, por el que arribaban al Matadero Municipal de Madrid, en Legazpi, los rebaños de ganados para su sacrificio. Recuerdo que en alguna ocasión siendo niño se escapaba algún toro bravo y enseguida los vecinos avisaban para guardarse dentro de las casas hasta que pasaba el peligro.
La casa de mi abuelo Pedro, en el año 1972 y parte del 73, se derruyó y en su lugar se construyeron 2 bloques de viviendas. En una de aquellas viviendas nuevas vivimos mis padres, mis hermanos y yo, concretamente en el 2ºD del número 24 de la calle San Fortunato.
En diciembre de 1973 falleció repentinamente mi padre, como resultado de un derrame cerebral, a la edad de 50 años. Mi madre que tenía idéntica edad que mi padre, quedó viuda y muy desconsolada.
A mi madre le quedaba como único consuelo, el orgullo de tenernos a nosotros, sus cuatro hijos, y cada día cuando marchábamos a nuestros respectivos trabajos, ella permanecía en la terraza de casa, observándonos hasta que desaparecíamos de su vista.
Un día que mi madre estaba observando como mi hermana Maribel, con su Seat 600 Blanco bajaba la calle hacia el Camino de Perales, convertida para entonces en una calle perfectamente asfaltada. Cuando estaba llegando a escasos metros de dicha calle, irrumpió en la entrada de San Fortunato un camión de reparto de bebidas (cervezas, gaseosas, refrescos, etc.), cuya anchura impedía el paso de cualquier otro vehículo en dirección contraria, obligando a mi hermana a dar marcha atrás, al tiempo que el daba fuertes toques de claxon, para que el camión pudiera llegar a descargar en la tienda de bebidas, que estaba como 50 metros mas adelante. El repartidor podría haber facilitado perfectamente la salida del Seat 600, que se encontraba a dos metros de salir a la otra calle, pero en un gesto de altanería y soberbia, obligó a mi hermana a dar marcha atrás calle arriba.
Pero para su desgracia, mi madre, que había observado las maniobras desde su observatorio de la terraza, bajó corriendo las escaleras y corrió por mitad de la calle, obligando a parar a mi hermana, y continuó corriendo hasta llegar a donde el conductor del camión estaba descargando cajas de gaseosa.
Era un hombre de unos 35 años, con una fuerte apariencia física. Mi madre puesta frente a él, le asestó dos tremendas y sonoras bofetadas en ambas mejillas, y al mismo tiempo le decía a voces: ”ERES UN ABUSON Y UN SINVERGUENZA. Ahora mismo te subes al camión y das marcha atrás, como le has hecho tu a mi hija, que va a salir ella de la calle, antes de que tu vuelvas a entrar”
El repartidor atónito, mitad sorprendido, mitad asustado, subió a la cabina de su camión y dio marcha atrás. A continuación mi hermana salió de la calle con su utilitario, mientras mi madre, echando chispas por sus ojos regresó a casa, presa de una tremenda descarga de adrenalina y furiosa por el abuso de aquel hombre.
Mi madre, que era una persona extraordinariamente cariñosa y buena, tuvo en aquella ocasión, una iracunda reacción contra lo que consideró un insoportable abuso sobre una jovencita conductora, que además era su hija.
Todo lo anterior os lo cuento hoy, en homenaje a mi querida mamá, en el quinto aniversario de su fallecimiento, cuando contaba 94 años de edad.